Kazajistán es un país de Asia Central con “importantes” vecinos con quienes limita: Rusia al norte y China al este. No es cualquier lugar en el mundo por su importancia geopólitica y económica, uno de los más ricos de la región en lo que respecta a recursos de gas y petróleo. Formaba parte de la “vieja” URSS tal como Azerbaiyán, Bielorrusia, Estonia, Georgia, y Letonia, entre otras.
Por estos días, la situación en Kazajistán ha ocupado los medios internacionales. Lo que puede leerse es que el aumento del precio del gas (al darse por terminados los subsidios y los controles de precios) ha sido la chispa que encendió una explosión social que trasciende sus fronteras.
Sin embargo, el calor de la lucha de clases nos viene mostrando que por abajo se venía gestando un hartazgo y una bronca muy profunda, y que no se trata de algo “mágico” sino que se viene de años.
Todo empezó con la subida del precio del gas, pero la verdadera causa de las manifestaciones es el empeoramiento de las condiciones de vida de la gente, los aumentos de precios y una brutal inflación, el aumento del desempleo y la corrupción gubernamental.
Las protestas se transformaron en una verdadera revuelta popular en donde se tomaron y prendieron fuego edificios oficiales, y se llegó a tomar el principal aeropuerto por varias horas. El país entero está bajo un corte total de internet y comunicarse por teléfono es casi una odisea.
El gobierno lanza la represión y los enfrentamientos con los manifestantes han dejado muertos y heridos a ambos lados de la barricada, no pudiendo contener la situación de descontento popular. Por tal motivo el gobierno convoca a tropas de Rusia y otros países que llegaron a Kazajistán “para proteger la infraestructura”…
Cabe decir que el principal sector productivo es el petrolero, en manos hoy del capital transnacional, quien –por supuesto- acumula monumentales ganancias. Más del 70% del petróleo kazajo se exporta a los mercados internacionales. Kazajistán es también un importante país de tránsito energético para los estados vecinos de Asia central ricos en recursos.
Más allá de todos los análisis “conspirativos” que reflejan los medios de la burguesía y entendiendo dónde están parados hoy los pueblos en el mundo, es evidente que este movimiento expresa el profundo malestar que existe en el pueblo kazajistano en las últimas décadas (desde la caída de la URSS a principios de los 90), y todo lo que eso conlleva respecto a estos capitalismos “de transición” o “más humanos”. Todas falacias que -a la corta o a la larga- quedan en brutal evidencia frente a los ojos de la humanidad.
En Kazajistán “la restauración del capitalismo” fue asegurada por un régimen dictatorial sostenido desde la ex URSS, aunque no por eso –obviamente- deja de tener muy buenas relaciones con China y los capitales que desde allí operan en la región, como desde otros lugares del mundo; demostrándose una vez más que los capitales no tienen patria.
La revista Forbes publicó en julio de 2021 respecto a Kazajistán: “Las empresas occidentales… comenzaron a invertir primero en el sector del petróleo y el gas, luego en muchas industrias. Van desde General Eléctric, que tiene intereses en ferrocarriles y energías alternativas, hasta el gigante de la ingeniería Fluoride, pasando por empresas de bienes de consumo como PepsiCo y Procter & Gamble. La inversión extranjera directa total ascendió a U$S161 mil millones en 2020, incluidos U$S 30 mil millones de los Estados Unidos”.
Frente a todo esto no puede sorprender a nadie que esta crisis política generada por la movilización popular en Kazajistán encienda una alarma para la burguesía monopolista no sólo en la región sino a nivel planetario.
Más allá de cómo se desarrolle la situación en particular está claro que esto significa una verdadera advertencia para el poder, porque cuando la lucha de clases se hace presente se corren todos los velos y se desmoronan las escenografías armadas para engañar a los pueblos.
Como ya lo venimos señalado, la tendencia a la concentración económica y centralización de capitales requiere de una tendencia a mayor concentración política de la clase dominante. Frente a ello –contradictoriamente- esto lleva a una mayor aspiración democrática de los pueblos que ya no pueden ser contenidas por regímenes represivos ni por “democracias representativas”, y eso es lo que está crujiendo, eso es lo que invade hoy a los pueblos.
Hay todo una tendencia de ascenso que se afianza y es deber de las y los revolucionarios elevar la conciencia política del hacia dónde ir, para que ese salto llegue al puerto de nuevas revoluciones socialistas, y terminar así con todo este oprobio capitalista.