Las empresas monopolistas siguen concentrando su poder de fuego en Asia, África y América Latina.
Sin despreciar a ciertos Estados que -teniendo en sus manos mayor poder para aplicar las políticas de saqueo- también lo hacen fronteras adentro. Un saqueo que se debe garantizar con gobiernos “neo liberales”, gobiernos “populistas” o gobiernos que tienen una alta centralización política como Rusia, China, la propia Turquía y otros tantos.
¿En dónde ponen sus esfuerzos?
Principalmente en transporte, energía, minería, comunicaciones, industria y otros. La oligarquía financiera no detiene su sed de ganancia y en ello aplica toda su “inteligencia”
Lógicamente cada continente y cada Estado juegan un papel en este embrollo de crisis del sistema capitalista globalizado, pero todos están atravesados por dos factores rectores: la lucha intermonopolista y la lucha de clases.
El año 2022 nos encuentra con disputas transformadas en guerras abiertas o potenciales.
Las inversiones antes mencionadas, sobre todo y a modo de ejemplo en países del continente africano, requieren de bases militares que garanticen el negocio de las transnacionales. Francia le cede a Rusia la presencia militar con su ejército mercenario en la región de Burkina Faso y Malí para garantizar inversiones estratégicas en la región.
Pero no se trata solamente de “inversión” en sectores que puedan desarrollarse para que los recursos de materias primas se dirijan a los principales centros de producción por nuevos medios de transporte, infraestructuras como puertos y aeropuertos capaces de facilitar la extracción de riqueza que durante siglos se ha realizado. Ello ya no es suficiente.
Se trata en todo caso de avanzar en una nueva globalización para el achatamiento del salario que afecta directamente a la clase obrera a nivel planetario y con ello al deterioro de las condiciones de vida de los pueblos del mundo.
Se trata también de introducir productos terminados de baja calidad a los nuevos mercados con una mirada consumista que no da respuesta a las necesidades humanas de aquellos países y que -a la vez- presiona a una naturaleza desbordada por el interés de la ganancia.
¿A qué llaman industrialización?
Industrializar regiones enteras del planeta con una mano de obra barata que pueda producir o ensamblar coches, como por ejemplo VW lo hace en Ghana, Nigeria, Argentina, Brasil y otros tantos países del mundo.
Para esas faraónicas construcciones de infraestructura se utiliza mano de obra obrera poco calificada en la construcción de rutas, vías férreas, oleoductos sistemas variados de infraestructura para energía, puertos, aeropuertos, etc.
Mano de obra deslocalizada, migrantes internos o emigrantes que son contratados en condiciones inhumanas. Así fue el caso –entre otros- de contratar ilegalmente refugiados sirios en Turquía para empresas multinacionales por salarios de menos de un dólar la hora en jornadas interminables, y la explotación de menores de edad como corolario de una “política” esclavista.
Para el capitalismo se hace necesario crear infinitas redes que garanticen la rapiña de materias primas para abastecer a los monopolios a nivel global en cualquier punto del planeta.
No suficiente lo hecho en los últimos 40 años en la dirección mencionada.
Se trata hoy de producir en nuevas regiones en donde se pueda garantizar por un largo período salarios más bajos de los que actualmente se despliegan en los países industrializados.
Manufacturas y construcción a salarios en Angola, Etiopía, o regiones de la India como es el caso de Karnataka en donde se produce ropa para las grandes marcas como Nike, Zara, HyM, Puma, Tesco, CyA, Gap, Marks y Spencer.
A principios de enero del 2022 se denunció que 400.000 obreros de esas industrias abastecedoras de los monopolios cobraron por debajo de un salario mínimo, miserables de 50 euros al mes o -lo que es lo mismo- de 2,6 euros por día.
Arrinconan a millones a sobrevivir de arroz con salsa.
Esos salarios son entre 30 y 50 veces por debajo de los salarios medios de Europa y EEUU. Los monopolios van por el occidente chino, la India, la deforestación del Amazonas, varios países africanos como Etiopía, Sudan y tantos otros.
Buscan imponer no solo el saqueo de las materias primas que se viene haciendo desde hace siglos, sino que también consolidar nuevas generaciones de proletarios que puedan garantizarle a las “multinacionales sin fronteras” lo que ya la clase obrera más experimentada no está dispuesta a sobrellevar en las condiciones ya vividas.
El ir por todo implica que estamos en un estadío en donde los intereses en disputa aparecen en guerras intermonopolistas disfrazadas con máscaras religiosas, étnicas o fronterizas. Implica también ir por nueva mano de obra con salarios como los mencionados en esa región de la India, Etiopía, Angola, o en infinidad de países del mundo.
Pero hablamos que hay una clase obrera que ya no está dispuesta a vivir como se le impuso en cuatro décadas. Cuando desde la crisis capitalista de 2008 se comenzó a vertebrar una nueva alza del proletariado chino por subas salariales y que sigue contagiando a la clase obrera mundial.
La crisis del sistema capitalista se ve atenazada por la conducta que como clase obrera se resiste a todo intento de mayor explotación en cualquier punto del planeta.
Incluso en aquellos países en donde los monopolios apuestan a paliar la crisis del sistema capitalista, los pueblos del mundo van por sus derechos. Esta vez, en las vueltas de la historia, el proletariado va marcando una estela distinta a lo ocurrido con la “globalización” de los años 80.