Mucho se viene hablando por estos días sobre la «modificación» de la jornada laboral.
Principalmente el “progresismo” (al que el mote de reformista ya le queda lejos) y el oficialismo que, insistentemente, sostienen esta mentira de la reducción de la jornada laboral y la modificación de la legislación vigente para una mejor calidad de vida del trabajador.
Se amparan en las legislaciones laborales y regímenes de trabajo de las corporaciones multinacionales en diversos países de Europa y Asia, que han experimentado estas condiciones de flexibilidad en función de hacer más intenso y “productivo” el rendimiento laboral de la clase obrera.
Estos experimentos -en un principio- han dado los frutos deseados. Pero en muchos casos han sido dejados de lado por sus propios impulsores ya que la lucha de clases, la ley decreciente de la tasa de ganancia y la crisis de superproducción hizo el resto.
Pero…, no obstante, ello no significa que aquí o en otras regiones el capital monopolista no pueda aprovechar esas experiencias disimulándolas como experiencias superadoras.
Más aun cuando está presente el escenario de crisis con su marco de inestabilidad y anarquía que precipita la exacerbación por las ganancias de la clase dominante pretendiendo contrarrestar la caída de la tasa de ganancia.
Como todo tiene que ver con todo, y como no hay nada nuevo en este viejo régimen de explotación y empobrecimiento que muestra su ruindad a cada paso, en esta situación se desenvuelve esta nueva panacea legislativa.
Utilizan ejemplos de Islandia, de EE. UU o de Japón (que es uno de los países que tiene el mayor índice de suicidios laborales) y de otros países inmersos en régimenes no menos desalmados e inhumanos, para fundamentar la falacia de “la calidad de vida” y “la elección del tipo de jornada que más le convenga a un trabajador”. No podía faltar “lo bien que han rendido los trabajadores con estos cambios legislativos”.
Esta nueva panacea encubre más condiciones de explotación, ya que el agobio laboral de la clase obrera se siente en la productividad industrial que añoran los monopolios. Por ende, esta legislación pretende -desde los papeles- impulsar una reglamentación que abone el camino a las demandas de mayor productividad que los monopolios intentan imponer para contrarrestar una situación de desesperación por las ganancias. Lo que está muy lejos de “la calidad de vida de las y los trabajadores”, en el marco de los juegos de mercado del gran capital subordinado a un escenario de crisis. Esta legislación es claramente otra vuelta de rosca en las condiciones de flexibilidad laboral.
Un informe de ADECCO de diciembre del 2021 advierte este escenario de agotamiento laboral. En él se plantea que las horas de trabajo han aumentado un 14%. Que el 63% de los trabajadores superan las 40 horas semanales desde hace más de un año. Que el 81% de los trabajadores dice estar “quemado” desde el inicio de la pandemia, (publicado en El Cronista el 21 de febrero de 2022).
Aquí y de forma interesada no entran en consideración la cantidad de empresas cuyo régimen laboral es la obligatoriedad de trabajar 12 horas diarias la semana completa o con apenas un día de descanso.
En turnos rotativos, en turnos americanos, etc… Condiciones que pondrían “la superación de las 40 horas semanales” por las nubes.
El informe aconseja además como despejarse de semejante agobio y entre otras consideraciones habla de “no distraerse con cosas que no brindan valor”, “preocuparse por el aseo personal”, y una serie de consejos más “para contrarrestar el agotamiento por stress” y no dejar la productividad ni por un instante. Pese a semejante paparruchada el informe resalta como el hecho principal que 9 de cada 10 trabajadores sufre un agotamiento laboral indisimulable.
Semejante situación (que la clase obrera conoce muy bien sufriendo en carne propia los ritmos agotadores, las jornadas agotadoras, las condiciones y el acrecentamiento del proceso productivo para producir más en menos tiempo) es un escenario que escapa a la legislación vigente.
Las modificaciones que pretenden darle los “progresistas” y el Frente de Todos a la ley de la jornada laboral abona el camino para profundizar la explotación disfrazándose con un discurso aparentemente humanitario.
Comparemos: la ley 11.544 plantea que la jornada de trabajo es 48 horas semanales. Esto se traduce en 8 horas de lunes a viernes y 8 horas los sábados, o sea, 6 días laborales. Independientemente si esas horas se distribuyen en 9 hs días de lunes a viernes y tres los sábados o de otra manera.
La propuesta para modificar esta reglamentación dice en su artículo 1 que: La duración del trabajo no podrá exceder de ocho horas diarias o cuarenta y ocho horas de lunes a jueves para toda persona ocupada por cuenta ajena en explotaciones públicas o privadas, aunque no persigan fines de lucro. La jornada de trabajo se puede extender hasta un tope de 10 horas por día, en el caso de realizar una onceava hora, esta será extra.
En esencia no cambia el marco de superexplotación capitalista ni por asomo. Peor aún: las modificaciones respecto de la jornada laboral expresan que ya existe esta realidad que se plasma en muchas fábricas y centros de trabajo dándole un marco de legalidad a la extenuante condición de trabajar 10 horas diarias.
Después de 10 horas diarias de lunes a jueves hay un viernes también día laborable, pero de 8 horas. Con lo cual en solo cinco días se trabajarían los 48 semanales. O sea, ganando tres horas más que con 9 horas diarias de lunes a viernes o 45 horas semanales. En esencia la productividad debe garantizarse aumentando las horas diarias de trabajo.
Fieles a los intereses del capital monopolista opera la banda de serviles del Congreso y el gobierno de turno. Los “representantes del pueblo” hacen así los deberes para los que fueron electos: garantizar la explotación de la clase obrera de la que como clase viven y disfrutan.
Así es la democracia burguesa. Tan contradictoria, tan vil y siniestra, de llenarse la boca hablando maravillas de la reducción de la jornada laboral a la cruda verdad de ver aumentadas las jornadas de trabajo. El embuste de todo, no solo de esta cuestión, es muy siniestro es tremendamente violento.
Pero el enfrentamiento que se va a dar, no es únicamente contra esas modificaciones sino contra el sistema mismo que las sustenta.
Ninguna ley que venga de la mano de toda esta clase social parasitaria y explotadora puede beneficiar a los trabajadores y el pueblo. Para todo ello es necesaria una revolución socialista, porque únicamente con el poder político y económico en manos de la clase obrera y el pueblo las condiciones laborales dejarán de ser un medio para sostener la esclavitud y explotación del trabajo ajeno para pasar a ser la condición digna del pleno desarrollo humano.