La inflación de febrero (Índice de Precios al Consumidor) escaló a casi el 5 %; pero el precio de los alimentos (división de Alimentos y bebidas no alcohólicas) avanzó un 9%, datos aportados por el INDEC, es decir, manipulados por la clase dominante y sus administradores sirvientes.
De todos modos, y aún a sabiendas de que los números son más elevados, es evidente que las cifras son escandalosas. El presidente, títere de los monopolios, anunció recientemente que “el viernes iniciamos la «guerra contra la inflación”, provocando estallidos de risa y memes en el conjunto de la población. Para colmo, el discurso dónde iba anunciar las «medidas de guerra» fue literalmente una burla para toda la población: literalmente anunció que hoy lunes habrá anuncios (!).
Las gastadas a la figura presidencial solo se multiplicaron.
Pero detrás de los chistes y las humoradas, está la angustia, la desesperación, provocada por el simple hecho de que muchísimas familias de la clase obrera y el pueblo pasan hambre, de que no cuentan con los recursos para alimentarse de manera digna, cuando, ya lo sabemos también, nuestro país produce alimentos para 450 millones de personas.
Es decir, los recursos están, pero mandan los monopolios, que no van a dudar ni un segundo en sostener sus ganancias, a cualquier costo, porque saben muy bien que, como dice la conocida expresión, “algo hay que comer”, aunque sea una alimentación miserable.
No podemos dejar de consumir alimentos, por ello es que la inflación se dispara aún más en este rubro que en los demás. Con lo cual, debemos advertir que la burguesía no sólo explota la fuerza de trabajo, sino que además utiliza este recurso para extraer más ganancia, a través del aumento sistemático de los precios en general, y de los alimentos en especial.
Por supuesto, los esbirros del régimen (los políticos de turno) argumentan un sinfín de explicaciones referidas al fenómeno de la inflación en los alimentos: la guerra entre Rusia y Ucrania, las idas y vueltas en el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional, la “avaricia” de los empresarios del sector (este último argumento también mueve a risa, ya que se trata justamente de uno de los sectores más beneficiados por las políticas de la burguesía bajo formas de subsidios).
La realidad es que la inflación licúa las deudas en pesos del Tesoro Nacional, y permite continuar con la rueda especulativa de las letras y otros instrumentos financieros.
Además, mantiene a raya los salarios, que se ven comprimidos, debido a la reducción del poder de compra, y resulta claro que la relación entre pagar sueldos de papel pintado y verse reducido el poder adquisitivo del salario, es beneficiosa para los capitalistas.
Resumiendo, la inflación se transforma entonces en un instrumento más para sostener la explotación y la opresión sobre la clase obrera y el conjunto del pueblo.
No esperemos nada de los sindicatos cómplices, de las paritarias, de los anunciados aumentos, de la revisión del salario mínimo: cantos de sirena que no atraen a nadie.
Hay que elevar los niveles de la lucha y la organización, bien desde abajo y desde cada sector de trabajo, para pelear por los intereses de nuestra clase.
Mientras el Presidente declara su “guerra contra la inflación”, nosotros estamos en guerra contra la burguesía explotadora, que consume nuestras vidas, y estará siempre dispuesta a que los trabajadores se alimenten con lo mínimo necesario para la subsistencia, ya que su objetivo de rapiña es siempre el de reducir los costos.
Y los que sobran, sobran, así es la lógica de este sistema atroz que ya no puede sostenerse, porque hace tiempo que está en contradicción con los intereses de la enorme mayoría de los habitantes del planeta, sosteniendo de manera irracional, la apropiación individual cada vez más concentrada, frente a una socialización de la producción cada vez más desarrollada.