Miles de personas, familias enteras, acampando en la Avenida 9 de julio reclamando por planes de infra subsistencia y posibilidades de trabajo.
Independientemente del oportunismo de izquierda que se monta sobre la miseria que desparrama el sistema capitalista en nuestro país, como parte de lo que hace en todo el mundo, sólo para acompañar el reclamo o, lo que es peor, hacer del reclamo un negocio político electoral con el fin de ganar más bancas en el Congreso y disponer de mayor cantidad de fondos para el mismo fin, la miseria se hace presente en forma masiva y nadie la puede ocultar.
A estas organizaciones apologistas de la democracia burguesa no les interesa para nada cortar de raíz el problema haciendo un camino revolucionario hacia el socialismo. Por el contrario, con su accionar prolongan la situación miserable de esta masa empobrecida. La revolución puede esperar infinitamente en función de conseguir cargos y funciones en las instituciones estatales del poder burgués.
Simultáneamente aparecen las discusiones en los medios dominados por la ideología burguesa sobre “la metodología de la protesta que perjudica el libre transitar”, “el irrespeto a la Constitución”, “el perjuicio a los trabajadores y ciudadanos que no pueden llegar a desarrollar sus actividades laborales, sociales, etc.”, “la falta de acción policial que dé fin a la protesta”, “las críticas a los planes que engrosan el déficit fiscal”, y otras quejas por el estilo.
Se “olvidan” que la Constitución que esgrimen como bandera establece el derecho de cada habitante de tener un trabajo que le permita vivir dignamente, derecho a la salud, a la vivienda, a la educación, etc. Omiten decir que hay una masa enorme de subsidios a las empresas que son los verdaderos agujeros por donde se van los recursos que el Estado recauda; que los préstamos de organismos internacionales son herramientas de exacción de los valores que se producen en el país, a favor del capital financiero transnacional; que el sueldo mínimo vital y móvil hoy se ubica en $ 33.000 y que el 95% de los jubilados vive en la miseria; que el promedio de los salarios de las y los trabajadores registrados no llega a cubrir el monto de la canasta familiar; que no existe perspectiva de desarrollo para ningún ser humano que pertenezca al proletariado o sector popular porque el tiempo de actividad diaria se consume tratando de procurar el alimento cotidiano tal como le ocurría en épocas de las cavernas…
Todo este conjunto de factores “olvidados” no están presentes en dichos medios, pero tampoco en las instituciones del Estado, los partidos políticos del sistema, ni en las mentes de los dueños de los monopolios y del capital financiero que rigen la economía del país, ni en los popes sindicales que sostienen la explotación de esos burgueses sirviéndoles como policía y bomberos en cada fábrica o empresa existente.
No hay perspectiva de solución al problema de la pobreza en este sistema capitalista. No se trata del cambio de gobierno porque si no cambia la clase en el poder, la administración del Estado (el gobierno de turno), no llevará a cabo una política diferente. Las discusiones entre gobierno y oposición no tratan sobre la solución de estos problemas que padecemos la clase obrera y sectores populares, sino que, por el contrario, discuten el cómo sostienen sus ganancias con semejante presión de las masas hambrientas de todo tipo de necesidad y, fundamentalmente, con la creciente actividad resistente de la clase obrera que no está dispuesta a permitir mayores avances en el empeoramiento de sus condiciones de vida.
A la clase dominante le preocupa su crisis política y discute las metodologías para que nos les explote en las manos la situación social.
La pregunta se repite una y otra vez: ¿Cuál es la salida para acabar con esta situación? La llave de esta respuesta la tiene la clase que produce todo cuanto existe y, en consecuencia, es la clase que rige también la producción del ser humano mismo: el proletariado.
Pero para ello necesita desarrollar un partido político que lo represente, con el que se sienta identificado, un partido que le permita ejecutar un plan nacional con el objetivo claro de apropiarse de toda la riqueza existente en el país porque dicha riqueza la ha creado con su trabajo, aunque la burguesía se la ha apropiado. Y con esa riqueza también apropiarse socialmente de todo el territorio nacional y sus riquezas potenciales que le pertenecen al proletariado y al pueblo hoy oprimido por la burguesía parásita.
El problema central que tiene nuestro pueblo es esa carencia porque sólo la clase obrera organizada con un objetivo claro de toma del poder, puede resolver el problema no sólo propio sino de todos los sectores populares que hoy penan en la pobreza o en la miseria.
Por esa razón es que la propuesta revolucionaria negada por el populismo, el reformismo y todo el oportunismo de izquierda que se empeñan en prolongar el sostenimiento del sistema capitalista, es la única vía de solución de estos grandes problemas.
Avanzar en las políticas contra el ajuste, luchar por mejores condiciones de vida, organizar en esa lucha a cada vez más amplias masas, unir al proletariado y con él a los sectores populares oprimidos, nos permitirá ir acumulando las fuerzas sociales necesarias para derrotar a la burguesía en el poder e ir construyendo, además del partido del proletariado, una organización masiva que albergue a toda esa masa popular que necesita, como el agua, una vida digna de ser vivida.