Lenin sostenía, con notable claridad, que la república democrática, la democracia representativa, es la mejor envoltura política del capitalismo.
Ayer, 22 de abril, se cumplieron 152 años del nacimiento del principal dirigente de la Revolución Rusa, y la vigencia de su pensamiento salta a la vista cuando analizamos la situación política, tanto en el plano nacional como en el internacional.
En la Argentina de hoy, resulta evidente que los ideales democráticos, son sólo eso: ideales, engaños, mentiras, manipulación mediática.
La mayoría de la población vive por debajo de la línea de pobreza (esta es la realidad, basta para comprobarlo con recorrer un poco el conurbano o los barrios pobres de las grandes ciudades del interior del país), la crisis alimentaria es grave, tener una casa propia es parte del mundo de la fantasía, y alquilar es casi prohibitivo.
Entonces, ¿esta democracia representativa no funciona?
En realidad, funciona muy bien para garantizar los negocios de diferentes facciones de la clase dominante, la clase de los capitalistas: subsidios a las grandes empresas, exenciones impositivas, pago de la deuda externa, millones de pesos destinados a financiar a los sindicatos, blanqueo de capitales, contratos secretos con mineras y petroleras, manipulación de la justicia para favorecer y/o ocultar negocios turbios, y la lista se haría demasiado larga.
Esta democracia representativa es vendida a través de los medios de desinformación de la burguesía (que es la dueña de esos medios de difusión masiva) como «el mejor de los sistemas posibles», y parece que entran en colapso si osamos cuestionarla, como si decir algo en contra del régimen establecido fuera una suerte de sacrilegio, un llamado al fascismo, a la dictadura, al autoritarismo.
Nadie puede poner en discusión el hecho de que la conquista de las libertades políticas ha sido un paso esencial, un avance fundamental, que la clase obrera y diferentes sectores populares han logrado al echar a la última dictadura militar. Porque no fueron los políticos los «héroes» del retorno de la democracia.
Pero ¿es esta la democracia que necesitamos?
Si producimos toda la riqueza, pero ganamos salarios de miseria, mientras los grandes grupos económicos, apañados por sus títeres y cómplices en el gobierno y en los sindicatos, se llenan sus bolsillos y concentran cada vez más capital, ¿de qué democracia estamos hablando?
Porque si somos «libres» para ir a votar, pero vivimos bajo un régimen de esclavitud asalariada, y padecemos la explotación y la opresión, esta democracia no sirve.
El sistema no da para más. Entonces, resulta claro que no es este «el mejor sistema posible». No es cierto que con la democracia (representativa) se come, se cura y se educa. Nada más lejos de la realidad en la Argentina de hoy.
Por lo tanto, es imperioso construir una alternativa de poder.
Organizaciones de base, independientes, en cada fábrica o lugar de trabajo, del que se trate. Correr el velo de la falsa información, de la manipulación, que nos quiere hacer creer (para adormecer, para desorganizar) que sólo se trata de elegir mejores representantes, de reformar, de esforzarse y hacer méritos, para que las cosas cambien.
Y las cosas no van a cambiar si nosotros, quienes somos la inmensa mayoría de la población, la clase obrera y el pueblo, no unimos nuestras luchas y transformamos la bronca individual, aislada, en iniciativa colectiva.
El socialismo es posible. La democracia directa es el camino. Seamos parte, la lucha es ahora.