Hemos afirmado en incontables oportunidades que el cinismo y la hipocresía de los gobiernos de turno (en este caso, peronista), no tienen límite. Esta es la actitud de la clase burguesa en general y, en particular, en versión aumentada y mejorada, de la burguesía monopolista.
En un acto en la empresa automotriz Nissan Renault, el presidente dijo que está preocupado por la dificultad de la importación necesaria para la producción industrial (abarca también al agro) y que también le preocupa el salario de los trabajadores. En esto último radica el cinismo.
Desde que asumió el gobierno de los Fernández, se preocuparon fundamentalmente por la aplicación de techos para las paritarias y el sostenimiento de la estructura sindical pro empresaria en todos los ámbitos y ramas de la industria, el comercio, las entidades financieras, agropecuarias y ámbitos de trabajo estatal, así como el sostenimiento de la legislación pro monopolista que perjudica a los trabajadores y los obliga a sostener el peso del pago infinito de la deuda pública que han contraído los monopolios y el Estado a su servicio. El sindicalismo empresario, les sirve para engañar, frenar, desviar y llevar a punto muerto las luchas. La institucionalidad del sistema y las leyes vigentes las sostienen y perfeccionan para el mismo fin y para mantener la dominación de clase.
Porque los intereses de clase de la burguesía son opuestos a los intereses de clase del proletariado y sectores oprimidos del pueblo. Si ellos sostienen o incrementan sus ganancias, nosotros tenemos salarios sin aumentos en el primer caso y menores salarios en el segundo ya que ganancias y salarios salen de la misma matriz: el valor del trabajo del obrero que se incorpora a cada producto. Por tal razón, la lucha por el salario va en contra de las ganancias y la ambición sobre las ganancias van contra el salario. En consecuencia, no hay convivencia armoniosa entre ambos sectores.
El peronismo, se empeña en engañar diciendo que es posible la conciliación de clases, y la izquierda del sistema parlamentario burgués sostiene que hay que hacer “luchas” para que los sindicatos empresarios o el parlamento burgués se pongan al frente de los reclamos de trabajadores y sectores populares. Ambas propuestas son utópicas e irrealizables y llevan a un callejón sin salida a cada una de las aspiraciones de la clase obrera y el pueblo.
El único camino que tienen la clase obrera y los sectores populares, tal como se viene desarrollando desde hace tiempo, con creciente intensidad y generalización, en medio de una situación de resistencia como la que estamos viviendo, es el de la lucha surgida desde las bases, con independencia de todo sindicato empresarial y de cualquier partido político entregador, con la metodología que tiene a las asambleas como única autoridad política que decide a través de la democracia directa o proletaria.
Entonces, ¿es imposible la negociación con la burguesía tanto en el ámbito de cualquier fábrica como en el ámbito local o nacional? Ante esa pregunta que se hacen algunos compañeros de base, respondemos lo siguiente: la propuesta y la metodología arriba descrita implica que lo central es la lucha, porque los monopolios, las instituciones burguesas con sus funcionarios y sus gobiernos de turno no entienden otro idioma. La lucha de clases en donde cada una (la clase obrera y sectores populares por un lado y la burguesía y sus gobiernos de tunos por el otro) defiende sus intereses opuestos, se resuelve por la fuerza. Pero cuando se llega a un punto en el que es necesaria la negociación, ésta se lleva a cabo.
Ahora, para negociar con la burguesía y que la asamblea decida, necesitamos voceros y no representantes que decidan por ellos mismos. En la mesa de negociación, el vocero designado por la asamblea plantea las demandas del pueblo movilizado, escucha los planteos de la patronal, el gobierno o la institución de que se trata y lleva a la asamblea la misma para que ésta, por mayoría, tome la decisión a seguir. Tal como se viene haciendo en varias luchas y como lo han hecho, por ejemplo, los trabajadores de SAMEEP en el Chaco, logrando que el gobierno firme un acta comprometiéndose a cumplir con la mayoría de las reivindicaciones que se planteaban.
Sólo un partido de la clase obrera, es decir, identificado con los intereses inmediatos y los de la definitiva liberación del yugo de la explotación, puede ponerse al frente de la planificación nacional para organizar esa lucha de clases, ganar y ejercer la dirección política de ésta y constituirse en vanguardia revolucionaria para llevar a buen puerto las aspiraciones no sólo del proletariado sino también de los demás sectores oprimidos.
El PRT es hoy el único partido identificado con esa propuesta y toda la metodología descrita, por lo tanto, es necesario robustecerlo, desplegarlo en mayor cantidad de fábricas, parques industriales y ciudades para avanzar en las conquistas que se van desarrollando cada vez con más fuerza en esta situación de resistencia de los trabajadores que caracteriza a nuestro país.
Este es un tema que interesa a toda la clase obrera y no sólo a quienes actualmente militamos en el PRT. Con su Partido revolucionario la clase obrera no sólo avanzará más firmemente en sus luchas, sino que, además, irá impulsando, organizando y fortaleciendo la herramienta política de masas necesaria para liberarse definitivamente de este sistema que la condena, junto a los sectores oprimidos del pueblo, a una vida cada vez más indigna.