La clase obrera atraviesa hoy una etapa de donde va saliendo al encuentro y búsqueda en la construcción de organizaciones independientes que quiebren con el tapón histórico de los sindicalismos empresariales, tengan el color que tengan.
Una burocracia que en la esencia de su práctica va más allá de los aparatos mafiosos, con un estilo de “militancia” en donde hasta utiliza los más variados discursos “clasistas” pero que siempre le da la espalda al protagonismo de las masas, donde éstas no existen y no cuentan. No tienen voz, aunque después les reclamen a gritos sus votos.
Nos encontramos en un momento donde comienza a comprenderse que para que el árbol sea robusto y fuerte, que tolere todos los vientos y tormentas, debe tener un enraizamiento en la organización y protagonismo que llegue a los más profundo de las masas trabajadoras, donde la masividad se exprese esencialmente en organización para decidir y ejecutar.
Hoy es esto lo que la lucha de clases dispone, imponiendo condiciones y moviendo a cada vez más trabajadoras y trabajadores al ejercicio de la democracia directa.
El desafío de toda esta acumulación de experiencia es el afianzamiento de las asambleas en todos los niveles, tanto por sector como las generales.
Ellas deben ser el organismo principal de la organización en las bases, en la que se materializa la decisión y la acción del conjunto de las y los trabajadores.
El carácter democrático y de base de esa nueva organización es resultado de un proceso histórico que se impone por su propio peso. Una historia que va desde los cada vez mayores niveles de socialización de la producción como base material donde tal práctica social genera esa conciencia, hasta la búsqueda y lucha por las conquistas políticas, donde el hartazgo se expresa contra los aparatos del caudillismo que suelen ser rebalsados.
Hay una demanda genuina de las bases trabajadoras, aunque aún no se exprese con todo su potencial. Por eso no nos cansaremos de decir que necesitamos impulsar un movimiento sindical revolucionario cuya esencia sea -en primer lugar- poner al sindicalismo a disposición de la lucha obrera, basado fundamentalmente en tres puntos:
- Las metodologías: donde el ejercicio de la discusión para la toma de decisiones y la acción sea a través de las asambleas, en todos los niveles, haciendo eje en que la autoridad máxima es la participación de la mayoría de trabajadores y trabajadoras, tanto del sector como del establecimiento de que se trate, donde toda la organización sindical, sea delegados y/o comisiones internas estén subordinados a la autoridad de la asamblea.
- La masividad y la unidad: las asambleas funcionando con las mayorías, incluso contemplando en situaciones decisivas la participación de las familias. Es imperioso quebrar las divisiones que pone la burguesía en relación a los trabajadores efectivos, contratados, de otros gremios dentro de un mismo trabajo, etc. Hay que salir al encuentro con otras empresas y establecimientos en la zona, sin distinción del sector o rama industrial que sea.
- Avanzar en la constitución de un proyecto político donde las y los trabajadores antepongan en un plano nacional los planteos políticos que lleven a las soluciones y salidas de los males que nos aquejan. Es decir, los planteamientos esencialmente emancipadores de todo el pueblo argentino.
Este 1° de Mayo seguiremos trabajando por la rebelión de las bases. Seguiremos construyendo con entusiasmo y optimismo esa alternativa revolucionaria porque nuestra clase obrera ha comenzado a transitar una etapa que en el futuro será valorada como excepcional por su complejidad y por las características de su nacimiento. Convencidos que, como nos imaginamos la sociedad futura, así debemos hoy materializar la organización para la lucha.