«No hay sueldo que alcance”, se escucha decir cada día en los lugares de trabajo; porque los aumentos que en algún momento les arrancamos fueron dinamitados por la permanente estampida de precios e impuestos.
La plata que cobramos se nos desintegra entre las manos, cada vez hacemos menos con más, tenemos que trabajar más y más horas, y el derrotero por llegar a fin de mes es el tema en cada mesa familiar.
Sin embargo, éste, que es el principal tema de preocupación de millones de compatriotas, no es un problema que ocupe ni preocupe al gobierno de los monopolios; mejor dicho, es justamente el tema sobre el cual el gobierno y toda la burguesía prefiere no hablar, dejarlo “para más adelante”.
Te la decoran con números de su economía, que “estamos creciendo”, “que vienen las inversiones”, que “la caja del Estado está mejor”, pero de la brutal caída de nuestro poder adquisitivo, de las horas y condiciones de trabajo, mejor ni hablar, no agitemos el avispero que el horno no está para bollos.
Los economistas de la burguesía debaten sobre “la macro”, sobre si están bien hechas las cuentas, sobre las proyecciones a futuro y bla, bla, bla… Pero a los economistas del pueblo, a cada madre trabajadora, a cada ama de casa, las cuentas no le funcionan de la misma manera.
La realidad demuestra que los salarios de los que trabajamos se licúan rápidamente al ritmo de una inflación galopante y cada vez peor. Las “paritarias” terminan siendo un acuerdo entre las empresas y los sindicatos con el fin político de cerrar la discusión salarial durante un año entero o más, pero con el fin oculto de abrochar a las y los trabajadores dentro de los planes de las empresas.
Y eso es lo que materialmente golpea con las aspiraciones de vida digna del conjunto del pueblo.
Pero guarda, porque para desgracia de los monopolios la situación viene cambiando. Ya nadie se come el verso de que “el año que viene vemos”, porque la cosa AHORA no da para más.
En varios puntos del país vamos experimentando y ganando confianza en nuestras propias fuerzas en la lucha por los reclamos. De modo que ya nada está escrito de antemano y es la lucha de clases la que carcome la tranquilidad que los monopolios necesitan para aplicar sus planes de superexplotación.
El grado de bronca y deliberación que existe desde las bases trabajadoras condiciona las decisiones de la burguesía. Pero esto ya no es suficiente.
La creatividad en cada una de las fábricas y lugares de trabajo a la hora de movilizarnos y organizarnos es fundamental, el ejercicio de la autoconvocatoria y la democracia directa no debe tener límites.
Desde la masividad y con la lucha concreta como herramienta, tenemos que ir consolidando diferentes organizaciones que empiecen a tener más peso real, tanto en el pueblo como en el enfrentamiento a las decisiones de la burguesía.
Levantar la mirada y plantearnos como trabajadores y trabajadoras distintas instancias de unidad por abajo, en el propio establecimiento, con otras fábricas, con hospitales, escuelas, barrios, donde los problemas tienen la misma esencia y muchas veces son los mismos. Ese es un importante desafío en este momento.
Se abre una etapa en donde desde la resistencia que viene caminando, tenemos que experimentar y profundizar como pueblo nuevas formas de lucha y de organización, esas que generamos en cada lucha, que vamos encontrando en cada conflicto.
Es en la misma acción en que resolvemos los desafíos que nos plantea el problema de la unidad. El viento corre a nuestro favor como clase y como pueblo.
Ellos caminan embarrados, cortados por una profunda crisis política que carcome cualquier intento de centralización que tanto necesitan para producir. Nosotros decidamos ir por nuevas conquistas