El reanimamiento de la lucha de la clase obrera está marcando un nuevo piso en el enfrentamiento clasista.
En la etapa de resistencia que se atraviesa, los conflictos por demandas salariales y mejores condiciones de trabajo comienzan a mostrar la confirmación de una tendencia: desde las entrañas de esas luchas surgen avanzadas obreras que promueven e impulsan organizaciones de base que tienen, como denominador común, la búsqueda de la independencia política de clase.
La experiencia es variada y no tiene una fórmula única, tanto en cómo se expresan y cómo se construyen. Se manifiestan en un proceso dialéctico en donde lo viejo convive con lo nuevo (teniendo el primer factor todavía supremacía), pero en donde lo nuevo cobra vigor y, como decíamos, ratifica una tendencia a multiplicarse.
En este proceso se combinan factores objetivos y subjetivos.
Entre los objetivos, sin ánimo de realizar un señalamiento absoluto de los mismos, podemos contar la caracterización que hacen las bases obreras, en consonancia con su propia experiencia, de la función que cumplen las estructuras sindicales al servicio de los intereses patronales. Otro factor determinante es la vertiginosa caída del poder de compra de los salarios, en medio de una voraz inflación que pulveriza los ingresos de las familias trabajadoras. Y otro factor muy importante que comienza a tallar es la creciente influencia que van adquiriendo las experiencias de organización independiente a la hora de los reclamos y, muy importante, de las conquistas.
Esto pone blanco sobre negro el papel de los aparatos sindicales y el de las organizaciones que respetan y llevan adelante las decisiones de las bases a través de la práctica de la democracia obrera.
Entre las cuestiones subjetivas hay una que en esta etapa se destaca que es la creciente disposición al enfrentamiento de importantes sectores de las bases trabajadoras.
El nivel de combatividad y decisión también van expresando un crecimiento sostenido, con alzas y bajas, pero con una tendencia en ascenso que ratifica la voluntad de nuestra clase por retomar sus mejores tradiciones de lucha, sobre todo luego de décadas de haber estado sometida a la prédica ideológica y al ataque político de la burguesía monopolista.
Esta cuestión también resulta de suma importancia dado que es la expresión de una tendencia que, en lo esencial, está buscando romper la muralla de contención ideológica y política que el enemigo de clase construyó en las últimas décadas, con la convicción de que sus planes de dominación requieren, fundamentalmente, de una clase obrera sumida en los laberintos de su institucionalidad para no ver cuestionada dicha dominación.
Este sucinto panorama que aquí presentamos es lo que se está manifestando en el escenario de la lucha de clases en nuestro país, tomando como principal referencia la acción de la clase obrera y otros sectores asalariados, no porque el resto de los sectores oprimidos no cuenten en la contienda, sino para analizar la situación desde la realidad de la lucha de las dos clases principales.
Porque a partir de allí, de la acción política que cada una de ellas esté en condiciones de desplegar, se determina el concurso del resto de los sectores de clase que actúan en la sociedad.
Entonces de lo que se trata es cómo las y los revolucionarios contribuimos a que la lucha de la clase de vanguardia avance hacia otros niveles de enfrentamiento político para que así esté en condiciones de disputar a la burguesía la adhesión de las demás clases oprimidas.
Ese es el principal factor que aun resalta la debilidad de la clase obrera en la lucha que debe desplegar, ya no sólo contra un patrón determinado sino contra toda la clase dominante.
En primer lugar, es necesario ratificar que atravesamos una etapa de resistencia por lo cual las manifestaciones de estos avances en la conciencia y la organización de clase no son “explosivos”; se van manifestando en una suma de hechos cuantitativos que van acumulando hacia nuevos saltos cualitativos.
Esto es muy importante tenerlo presente para valorar cada paso en ese sentido que dé la clase, por pequeño que parezca. De lo contrario, se estaría realizando una lectura equivocada del proceso cayendo en una sobrevaloración, y también, una subvaloración de los mismos.
Se avanza en esta etapa de resistencia con una clase obrera cada vez más combativa y dispuesta al enfrentamiento, pero que aun no está en condiciones de levantar un programa político que comience a conseguir la adhesión del resto de los sectores populares que son aliados indispensables en su lucha por el poder.
Y aquí debemos referirnos al papel de nuestro partido y otros destacamentos que entendemos que allí se expresan las principales necesidades de la lucha revolucionaria.
El trabajo sistemático y planificado hacia la clase obrera, aun con los déficits que se deben seguir superando, está siendo también un factor que influye en cada vez mayor medida en la consciencia y en la actitud de las bases trabajadoras.
De allí que las labores revolucionarias no pueden contentarse con los incipientes avances sino, por el contrario, nos deben marcar que la responsabilidad es aún mayor que antes.
Que la clase obrera tenga una expresión política en el escenario de la lucha de clases nacional, con un proyecto propio que apunte a disputar el poder a la burguesía monopolista, no será un acto espontáneo ni que se dará por el mero avance de la lucha reivindicativa.
Entonces es indispensable que las ideas y las tácticas revolucionarias sean llevadas a la clase de vanguardia con la convicción que nos provee la ideología marxista leninista, sabiendo que, sin esa labor estratégica, que corresponde al partido y a los destacamentos revolucionarios, los pasos hacia la lucha por el poder no podrán ser dados.
Es momento de intensificar el debate político e ideológico, las acciones de lucha, las metodologías de la democracia obrera, la explicación de a qué enemigo enfrentamos y cómo hacemos para avanzar en ese enfrentamiento, presentar una batalla abierta contra el populismo y el reformismo que aun pesan en el seno del proletariado.
Y, tan importante como lo señalado, debatir y convencer a las vanguardias obreras de lo indispensable que es que las mismas construyan su partido político, la herramienta que les permita elevar su conciencia revolucionaria y, como correlato, su proyecto clasista a todo el pueblo.
Afirmarnos en esa conducta no es una actitud ni sectaria ni demagógica; es la obligación de las y los revolucionarios de aportar a la lucha de la clase obrera las herramientas políticas, ideológicas y orgánicas que la misma no puede llevar delante de forma espontánea.
En momentos de alza de la lucha es cuando más importancia cobran estas tareas indelegables, revolucionarias y consecuentes con la lucha por el poder y el socialismo, para que esa lucha sea efectivamente llevada a cabo con la participación activa de miles de obreros y obreras que tomen en sus manos la lucha por su emancipación y la de todo el pueblo oprimido.