Los trágicos episodios de violencia armada que ha vivido el pueblo estadounidense en los últimos tiempos, trajo a la escena local el debate sobre la legalidad de la tenencia de armas.
Abriendo una grieta más, los medios masivos de (des)información, que en el discurso predican “la unidad” y en la práctica polarizan todos los temas que pueden, convocaron en «apasionados» debates sobre la cuestión a personajes que, con distintos peinados, representan los mismos intereses.
Así, como si esto también se tratara de una contienda futbolera, todo panelista mediopelo, político burgués, influencer y pseudo periodista con un poco de audiencia, comenzó a opinar y presentar datos estadísticos para respaldar el «a favor» o «en contra» de la tenencia de armas.
Después, también como siempre, empezaron a encasillarse los polos de opinión: si estás a favor, sos facho; si estas en contra, sos zurdo (o progre, que es casi lo mismo). Pero resulta que esto no es un Huracán-San Lorenzo (digamos, por no caer siempre en el mismo clásico futbolero para el ejemplo dicotómico).
No, acá no se trata de una cuestión moral, estadística o especulativa, acá se trata de pensar quienes y para qué necesitaríamos armas.
«Según los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC, por sus siglas en inglés) de EE.UU., un total de 45.222 personas murieron por lesiones relacionadas con armas de fuego durante 2020”, el último año del que se dispone de datos completos.
Y aunque los tiroteos masivos y los asesinatos con armas de fuego generalmente atraen más la atención de los medios, “el 54% del total de fallecimientos fueron suicidios, unas 24.500 muertes.»
Como podemos ver en este ejemplo, la mayor cantidad de muertes por armas de fuego son suicidios (lo cuál debería ser materia de estudio sociológico) pero de lo que el estudio no habla, es que el segundo mayor porcentaje corresponde a «Homicidios: Intervenciones Legales», es decir, fuerzas represivas (policía, ejército, etc,) amparados por la Ley, haciendo uso y abuso de su poder con la anuencia total de la «Justicia» y el Gobierno. Fenómeno que acá conocemos como «Gatillo fácil».
También tenemos los casos donde paramilitares y fuerzas de choque funcionales a los intereses de la burguesía amedrentan, reprimen y masacran a los trabajadores y los pueblos en muchos lugares diversos del mundo y a lo largo de toda la historia de la Humanidad.
En Latinoamérica y más precisamente en nuestro país, tenemos incontables ejemplos de situaciones de este tipo: masacres en poblaciones originarias, ataques contra manifestaciones estudiantiles u obreras, represión a marchas, huelgas y cortes de ruta.
Y cuando la coyuntura política no permite que la violencia armada la ejerzan las fuerzas de «seguridad», siempre tienen sindicalistas/barrabravas serviles que, con total impunidad y enfierrados hasta los dientes están prestos a cumplir la tarea.
En definitiva, parece que los únicos condenados por portar armas somos los trabajadores y el pueblo cuando queremos defender nuestros derechos o enfrentar violencia y represión.
Por eso nada importa el debate en cuestión, tampoco si se legisla a favor o en contra de la portación, porque no determina nada una Ley que puede resolver el problema individual de llevar un arma, pero no va a torcer la voluntad del proletariado y el pueblo cuando encuentren en el camino de la autodefensa y la violencia armada como una herramienta más para su liberación.