Combatir la inflación, equilibrar las cuentas fiscales, achicar el Estado, eliminar subsidios, frenar el aumento relativo del dólar, compensar la balanza comercial, emparejar las tarifas con los costos de producción, pagar la deuda externa y los bonos emitidos por el Estado, favorecer el ingreso de capitales, etc.
Todos estos temas que discuten empresarios, políticos de todos los colores que abundan en el sistema electoral, y funcionarios estatales, no tienen nada que ver con los problemas centrales que viven nuestra clase obrera y sectores populares que viven de su propio trabajo.
¡Alto ahí…! Nos dirá algún economista de derecha o de izquierda. Si no se combate la inflación, los salarios pierden poder adquisitivo; si no se equilibran las cuentas fiscales, se gasta más de lo que se produce; si no se frena el aumento relativo del dólar, el mercado interno se perjudica; si no se compensa la balanza comercial, quedamos rengos con el resto del mundo; si no se emparejan las tarifas con los costos de producción, se favorece el desabastecimiento de energía; si no se paga la deuda externa y los bonos emitidos por el Estado, se pierde credibilidad en el mundo de las finanzas y Argentina queda aislada del mundo sin créditos; si no se favorece el ingreso de capitales, no hay inversión y no se generan puestos de trabajo; y así podríamos seguir dando ejemplos de las “variables” que preocupan a todos los hombres y mujeres que se precian de entender las cuestiones de Estado.
En suma, de lo que se trata es que el sistema funcione.
Ahora, hay dos cosas de las que nadie de ellos habla ni se anima a mencionar siquiera…
Las ganancias de los monopolios, por un lado, el salario de las y los obreros y trabajadores en general y del ingreso de las y los jubilados, pensionados y de cientos de miles de trabajadores independientes que laboran bajo el título de monotributistas, por otro.
Porque, en realidad, a lo que se apunta cuando hablan de “combatir” estos desacoples (muchos de los cuales son contradictorios entre sí, lo cual implica que “arreglar” unos, descuajeringa más a otros), es a tomar decisiones que “resuelvan” estas variables sin tocar las ganancias de los monopolios que manejan la economía del país. Eso es lo que se les exige a los gobiernos de turno y es lo que discuten oficialismo y oposición.
Porque cuando se habla de combatir la inflación, se apunta a estancar los salarios; equilibrar las cuentas fiscales es reducir los gastos sociales (educación, viviendas populares, salud, y otros); achicar el Estado es reducir puestos de trabajo y salarios estatales; eliminar subsidios es eliminar tarifas sociales, ingresos a la masa de pobres y desocupados; frenar el aumento relativo del dólar es llevar los precios de todas las mercancías al valor dólar; compensar la balanza comercial es importar lo que se necesita para producir aquí y para el mercado exterior y vender en éste lo que en el mercado interno se comercializa con menores márgenes de ganancia; emparejar las tarifas con los costos de producción es aumentar el precio del consumo individual y bajar el precio del consumo para la producción; pagar la deuda y los bonos emitidos por el Estado es reducir los ingresos de la población laboriosa para satisfacer las ganancias de los capitales que poseen esos títulos; favorecer el ingreso de capitales es otorgar facilidades y subsidios del Estado para que esos capitales obtengan ganancias que los incentive a producir aquí, lo cual implica gastos estatales y menores salarios; y también aquí podríamos seguir enumerando las “soluciones” que proponen estos personajes.
A lo sumo, algún remordimiento real o simulado hace mencionar, a alguien de éstos, que los salarios deberían estar un poco mejor. Claro que el reclamo se hace con toda timidez para no despertar a las fieras que le saltarían a la yugular.
Todas soluciones que se discuten son para el beneficio de la clase burguesa que nos somete en contra de nuestros intereses en donde se va nuestra vida.
El sistema capitalista con su democracia de pacotilla no sólo no puede resolver los múltiples problemas que ha generado con las contradicciones y antagonismos que provoca por su propio funcionamiento, sino que, lo que es peor, la única forma de intentar de resolver algunas de esas variables es a costa del salario de las y los obreros, trabajadores y de los ingresos de los sectores populares que viven de su trabajo.
La única opción que tenemos, en consecuencia, es luchar por nuestras condiciones de vida, unificar fuerzas de clase y sectores, y agruparlas en una organización nacional que incluya un fuerte partido de la clase obrera que se ponga al frente de la misma (por ser la clase que produce todo lo existente y única capacitada de manejar la llave que puede cortar el paso de las ganancias de esa burguesía monopolista) y albergue también a amplios sectores populares que, de otra forma, están condenados al hambre y la exclusión.
La revolución socialista no es un sueño ideal sino una necesidad.