Es necesario ser reiterativos respecto de la aguda y profunda crisis capitalista que azota al mundo en general y, en particular, a nuestro país.
En el plano internacional las últimas semanas han sido elocuentes en ejemplos de lo que decimos, tanto en lo que se refiere a las manifestaciones de la situación por arriba, como por abajo.
Sin entrar en detalles técnicos, pero se debe mencionar la escalada inflacionaria en el mundo, particularmente en EEUU y Europa, fenómeno que no se veía desde hace cuatro décadas, y que afecta sobre todo el precio de los alimentos y la energía. Las subas de los tipos de interés, tanto de la Reserva Federal de EEUU como del Banco Central Europeo, ponen de relieve cómo las distintas facciones del capital compiten por atraer liquidez efectiva a sus arcas con el fin de reunir un stock de capitales para posicionarse en mejores condiciones ante la feroz competencia inter imperialista.
Otra manifestación de este proceso es la declaración de un “corralito” (término que en Argentina es bien conocido) por las autoridades monetarias de China, medida que se intenta garantizar hasta con el ejército en las calles para sofocar los reclamos de los ahorristas estafados. O las previsiones de falta de gas en Europa producto del enfrentamiento bélico en Ucrania. A punto tal que en países como Alemania se apagan los semáforos y se corta el gas por las noches y se distribuyen recomendaciones para el ahorro de energía. Hay que sumar las renuncias de los primeros ministros Boris Johnson en Gran Bretaña y de Mario Draghi en Italia.
Todo lo que describimos refleja una crisis política en esos países pero que se extiende a otros como reguero de pólvora.
En el plano de la lucha de clases, las manifestaciones de protesta no cesan.
Las huelgas del ferrocarril en Inglaterra o la de los puertos en Alemania han sido de una contundencia también inédita en las últimas décadas. Ni que hablar de los hechos de masas en Sri Lanka, donde el pueblo derrocó al gobierno, un país que es un enclave estratégico en medio del Océano Índico, por donde pasa el 70% del petróleo mundial, con puertos de suma importancia, algunos de ellos controlados directamente por China.
Todo este descalabro a nivel mundial tiene consecuencias directas sobre la grave situación en nuestro país.
La repetida situación de escasez de divisas no puede desligarse de la necesidad de las facciones capital por hacerse de las mismas, como mencionábamos más arriba, lo que trae mayor inestabilidad económica.
Al mismo tiempo, las advertencias sobre la devaluación ya las sufre el pueblo trabajador, aunque la misma no se haya “oficializado”; con un dólar a más de 340 pesos la disparada de los precios (cuando hay precios) no espera y se siente en lo cotidiano con una dureza extrema.
Los ingresos de trabajadores y pueblo en general se licuan al ritmo de la escalada del dólar provocando que los salarios en Argentina sean hoy los más bajos de la región, comparados con esa moneda.
Al mismo tiempo en las principales ramas productivas los planes de producción y la incorporación de nuevas tecnologías no cesan. Por el contrario, se apunta a aumentar los ritmos productivos con medidas de mayor flexibilización laboral lo que demuestra que, aun en medio de semejante crisis, facciones del capital marchan viento en popa con sus planes de negocios.
Tanto el gobierno como la oposición muestran una desorientación palpable que se expresa en un vacío político por arriba que las masas intuyen y que genera una incertidumbre generalizada.
El “qué va a pasar” o el “hacia dónde vamos” son los interrogantes que se imponen.
Ante ello algunas facciones políticas del oficialismo (caso Grabois, la CTA y la CGT) salen ahora a vociferar contra el ajuste, agitando hasta explosiones sociales, con el único fin de que la protesta no se desvíe de los caminos institucionales del sistema.
Paralelamente a ello las demostraciones de resistencia siguen en aumento.
En Peñaflor de Mendoza y en Arcor-Bagley de Córdoba las obreras y obreros rechazaron la imposición de cambios en el régimen de trabajo; los mineros de Cerro Moro en Puerto Deseado, Santa Cruz, vienen llevando adelante medidas desde hace más de una semana demostrando ejemplar combatividad; se multiplican las acciones de lucha de sectores de la salud, de la educación y estatales en distintas provincias del país.
La situación se encuentra planteada entre una burguesía que sigue acometiendo con el ajuste, aun cuando políticamente no lo pueda llevar a los extremos que necesitaría para “encauzar” la economía; una crisis política por arriba que no deja de profundizarse y que ya se expresa en una sensación de vacío político; una resistencia por abajo que no se detiene, particularmente en la clase obrera industrial, pero también en otros sectores del trabajo que suman acciones en ese sentido; los efectos de la crisis que se sienten con una gravedad cada vez mayor en los bolsillos de asalariados, activos y jubilados, y en los demás sectores del trabajo informal, cuentapropistas, los que subsisten con la ayuda social, el comercio.
Ante esta situación nuestro Partido afirma que nada podemos esperar de los de arriba que no sea arrancado con la lucha y la organización por abajo.
Los de arriba nos condenan al sin destino, los de abajo tenemos la lucha.
Una lucha en la que, a pesar de la debilidad de fuerzas orgánicas, la clase obrera debe ponerse al frente.
Allí donde sea posible debemos orientar a unir los reclamos inmediatos del proletariado con los reclamos de todo el pueblo trabajador, impulsando desde abajo la unidad política que vaya cimentando el avance de la organización autoconvocada, ejerciendo metodologías de democracia directa, poniendo como centro la movilización contra el ajuste.
Donde ello no sea posible, impulsar desde cada puesto de trabajo las demandas inmediatas, tomando iniciativas de lucha y reclamo efectivas, junto con el debate a fondo de la situación política en la que nos encontramos, que aporten a seguir acumulando fuerzas para prepararlas para enfrentamientos más grandes.
Realizar mítines y/o charlas con los sectores de vanguardia en la que se exprese el debate político con las mismas, el papel que deben jugar ante esta situación y promover que asuman un rol activo allí donde trabajen, vivan o estudien.
Desplegar una agitación y propaganda masiva que lleve respuesta a las masas trabajadoras en momentos en los que es imprescindible ofrecer una respuesta que explique la situación y dé orientaciones sobre el qué hacer.
Así como toda iniciativa que surja en cada lugar para organizar nuestras fuerzas, la de las y los explotados y oprimidos, como única vía para alentar una resistencia organizada desde abajo, con la concepción de que allí radica el poder efectivo de la clase obrera y el pueblo.
Ante el agravamiento de la situación debemos disponer todas las fuerzas posibles en función de alimentar, hacer crecer y consolidar la organización y la lucha que apunten contra el ajuste en marcha, que se va a profundizar, y al que podremos frenar en la medida que las respuestas estén a tono con las demandas más sentidas de la clase obrera y el pueblo trabajador. Para, desde allí, impulsar un poderoso movimiento de luchas clasistas que avancen en la construcción de nuestro PRT y de las herramientas de masas necesarias en cada lugar y para cada situación concreta.