Esta semana, en el Hospital Pena de la Ciudad de Buenos Aires, con claros síntomas de desnutrición grave falleció una nena de 11 años, Maylén.
Los docentes la venían acompañando como podían, haciendo desesperados pedidos de ayuda y asistencia especial. Lo hacían desde la Escuela N°11 «República de Haití»en Barracas, lindera a la Villa 21-24.
Una nena que se alimentaba prácticamente sólo con lo que le brindaba la escuela.
Ocurrió en la ciudad con mayores recursos económicos de la Argentina.
Una nena que –como tantos otros pibes y pibas muy pobres de nuestro país- sufría una serie de vulnerabilidades que debían haber sido abordadas de otra manera.
Esto no ocurrió. El Estado burgués está preocupado por “otras cosas”, no por la vida de las y los más vulnerables, está claro.
Dolor, impotencia, bronca y odio de clase. Eso es lo único que podemos sentir frente a semejante brutalidad. Más allá que unos u otros podamos alimentarnos de alguna manera (cada vez peor, seguramente) sentimos esta injusticia en nuestra propia piel.
No es el único caso, seguramente, ni el primero, ni será el último. Lo sabemos. Pera hiela la sangre ver la indiferencia de tanto político y funcionario frente a los hechos, con esas caras gélidas de “esto a mí no me toca”.
La situación de Maylén ya había sido detectada en la escuela por el equipo de orientación escolar apenas ingresara en 2017. Ellos venían pidiendo la intervención de otras áreas del Estado.
En 2018 y 2019 le presentaron al Ministerio un certificado médico en donde se solicitaba para Maylén un refuerzo hipercalórico (una vianda especial que compensara lo que ella no podía comer en su casa). Aunque esto era insuficiente, era algo más de lo que recibían el resto de los pibes en general. (La calidad de las viandas y la tercerización que hace rato ya implementa el GCBA en los comedores de las escuelas es un tema aparte que merece ser desarrollado en otra nota).
“Dicho refuerzo, que era insuficiente, le fue quitado el año pasado, a partir de la presentación de un certificado médico que indicaba que la niña supuestamente estaba bien de peso.» Denuncian los docentes de la Escuela en un Comunicado que distribuyeron en estos días.
En 2020, plena pandemia, el equipo de la escuela da intervención a la Defensoría de la zona, sin conocerse a ciencia cierta qué curso le dieron a ese reclamo.
Hoy, una vez ocurrido lo peor, los distintos organismos públicos se tiran la pelota unos a otros tratando de lavar sus responsabilidades. Una verdadera vergüenza.
Incluso llegando a plantear que “había que ver si lo que pasó es efectivamente por desnutrición o por otra cosa”. Como si se desconociera que, en una enorme cantidad de hogares pobres y marginados, las vulnerabilidades de pibes y pibas no terminan con la falta de alimentación, sino que van desde abandonos y maltratos hasta violencias de todo tipo. Familias disgregadas, desempleo, adicciones, delincuencia y otros males, atraviesan de punta a punta realidades sociales como estas, en donde es muy fácil mirar para otro lado si en lo que se está pensando es en los votos.
Pero el viernes pasado, cuando Maylén llegó a la escuela se descompensó de hambre.
El personal docente llama al SAME (vale aclarar que el teléfono de la escuela no funciona hace meses). Nunca llegó la ambulancia. Se la terminaron llevando al Hospital los familiares. Pasó por la guardia, en donde los médicos no pudieron hacer demasiado. Su vida terminó allí.
Así de terrible es esta historia, esta realidad. Terrible injusticia ¿quién puede decir otra cosa?
La sensación de todos aquellos que intervinieron y estuvieron cerca de esta situación desde la escuela es que no hay esfuerzo que alcance, porque cuando miran para arriba es como si todo quedara en la nada.
No hay un plan de fondo que aborde estas problemáticas. Ni lo va a haber mientras las riendas del Estado estén en manos de aquellos que responden a los negocios de unos pocos monopolios y no a las tremendas necesidades que padece nuestro pueblo.
No es que no lo ven, o que no saben que esto pasa. No es un Estado “ausente”.
Al contrario: lo vieron y lo sabían. No hicieron lo que había que hacer, esa es su “presencia”.
Así de inhumano es el capitalismo. Aunque te cueste creerlo.