Pareció un paso de comedia ensayado y aprendido con precisión.
Se produjo en la reunión del “Council of Américas”, donde se reúnen los representantes más concentrados del capital de origen norteamericano.
Primero fue el jefe de gobierno de CABA, Horacio Rodríguez Larreta, el que mencionó la necesidad de una coalición amplia de gobierno para 2023. Enseguida tomó el guante el embajador norteamericano en Argentina, Marc Stanley, quien afirmó: “No esperen las elecciones, hagan una coalición ya”. Para terminar, el ministro Sergio Massa tomando las palabras del embajador, ofreció servir la mesa para sentarse a poner en práctica dicha demanda.
Un día antes, en una cena reservada, el ministro del Interior Wado de Pedro había ofrecido un discurso en la misma línea de pensamiento, mostrando que el sector kirchnerista al que pertenece avala y es parte de la iniciativa.
Queda claro que facciones políticas del oficialismo y la oposición, representando intereses de facciones del capital monopolista, abogan por un acuerdo político que sea el garante de la profundización del ajuste en marcha.
En el medio (y, sobre todo) los jugosos negocios en juego como el del litio, los hidrocarburos, la agroindustria, atravesados por la feroz competencia intermonopolista a escala global que se está desarrollando en la profunda crisis capitalista, y en la que nuestro país, con sus recursos humanos y materiales, es un bocado más que apetecible.
El peronismo (reiteramos, con todas sus facciones) se calza el traje de “partido del orden burgués” para ofrecerse de garante y ejecutor de esas iniciativas. Estas incluyen el ajuste en marcha y el que vendrá, con las consecuencias que el mismo descargará sobre las espaladas ya altamente castigadas de la clase obrera y el pueblo.
En medio de la crisis política de la clase dominante, los monopolios y sus voceros políticos y económicos trazan su hoja de ruta para. En lo inmediato intentar dirimir “civilizadamente” lo que, por definición, es una competencia en la que existe todo tipo de artimañas, menos la de un pacto entre caballeros.
Ante estas definiciones cada vez más claras que el campo enemigo deja entrever, es necesario que el campo de la clase obrera y el pueblo delineemos nuestra propia hoja de ruta para preparar los enfrentamientos que se están desarrollando y los que vendrán.
Las medidas que la burguesía y sus gobiernos están tomando y tomarán ampliarán el marco de la resistencia en marcha.
El deterioro de las condiciones de vida y de trabajo no cesará de aumentar; ese es el camino que tiene el enemigo para poder transitar con sus planes.
El aumento de la resistencia entonces debe centrar sus cañones, como un aspecto fundamental, en promover y materializar las organizaciones independientes de la clase obrera y demás sectores explotados y oprimidos.
Decimos aspecto fundamental porque en la experiencia concreta lo más notorio es la expresión permanente de la mencionada resistencia (que se manifiesta no sólo en “grandes luchas”, sino también en pequeñas escaramuzas cotidianas que reflejan el hartazgo y la bronca acumulada), pero que a la hora de un enfrentamiento más abierto encuentra el límite de no contar todavía con las referidas organizaciones, las que impulsen y promuevan la participación efectiva de las bases obreras, ejercitando métodos de democracia directa y haciendo realidad, a través de ese ejercicio, que las trabajadoras y trabajadores se involucren activamente en los debates y las decisiones sobre las medidas a llevar a cabo.
Las masas obreras saben que no deben delegar su poder pero, al mismo tiempo, no encuentran el camino alternativo para llevar adelante sus reclamos.
Ante esta situación el papel del partido y de las vanguardias obreras genuinas es el de asumir la responsabilidad efectiva para crear las bases materiales que permitan la superación de ese déficit.
¿Cómo? Promoviendo el debate político sobre cuáles son los planes del enemigo; desarrollando una propaganda que tome posiciones concretas en cada lugar de trabajo que den respuestas efectivas desde una posición clasista ante la catarata de posiciones que abundan en seguir planteando metodologías que esa masa rechaza; impulsando iniciativas de acción, de lo pequeño a lo grande, en la que se expresen no sólo las reivindicaciones puntuales de cada sector sino también la necesidad de forjar y encontrar caminos de unidad desde las bases con otros sectores afectados; desplegando una amplia agitación enfocada sobre los problemas de la inflación, la baja salarial, el ataque a las condiciones de trabajo y de vida, la lucha por los derechos políticos y todo reclamo concreto que sea necesario abordar.
Se trata de preparar las fuerzas para nuevos enfrentamientos, para que los mismos adquieran otra envergadura desde el aspecto político y orgánico, que permitan desatar las fuerzas latentes en las bases hacia una lucha en la que se vaya delineando ese nuevo camino necesario a transitar.
Para ello es indispensable mostrar y ejercitar una conducta ofensiva, aun en la etapa de resistencia que se atraviesa, aun cuando dichas posiciones sean minoritarias, con la convicción de que eso es lo que se necesita realizar en un momento tan complejo de la lucha de clases para destrabar una situación.
La convicción de que eso es lo que están esperando las masas obreras y trabajadoras y que corresponde al partido y a las vanguardias asumir las tareas indelegables y prioritarias para esta etapa.