La consigna “El único precio congelado es el salario” es algo más que un llamado a la lucha por la reivindicación salarial.
Hoy por hoy la clase dominante utiliza cualquier mecanismo a su alcance para desviar a la clase obrera y las y los asalariados del tema central que aqueja a la gran mayoría explotada y oprimida.
Pueden hablar, hacer y hasta animarse a criticar todo lo malo de sistema actual, pero hay dos cosas que en las cuales se afirman, y es su terreno actual:
1) Achatamiento del salario
2) Utilizar el engaño de lo que verdaderamente es la democracia representativa para “afianzar” sus planes.
Repetimos: ese es el terreno de ellos.
El proletariado y sus destacamentos revolucionarios deberemos insistir incansablemente actuando en el terreno que marca la independencia política. Y es allí en donde la consigna adquiere relevancia.
La lucha salarial se eleva al plano político -entre otras cosas- porque es el punto central en donde la clase dominante intenta y debe hacerse fuerte. Y el proletariado y asalariados golpeando esa “fortaleza” no solo erosiona la política de la burguesía, sino que va ganando experiencia en la acción directa con la movilización y el enfrentamiento frente a un enemigo de clase que muchas veces esconde su escoria bajo la alfombra.
En la calle, en ese ir y venir, en el estado actual de la lucha salarial, se van fogueando miles y miles de trabajadoras y trabajadores, adquieren de una u otra manera una conciencia de clase.
La mejor escuela es la lucha y esa es una realidad que va en ascenso.
Esta consigna es revolucionaria porque ataca la otra fortaleza de la burguesía.
Las y los revolucionarios ponemos en marcha el programa de la revolución socialista cuando con esa consigna ampliamos la misma al terreno práctico de las metodologías de democracia directa, trabajamos intensamente en la acumulación de fuerzas políticas cuando en los hechos nos aferramos al terreno de la revolución y explicamos los límites de la lucha salarial cuando ella está despegada de la lucha por el poder.
No importa si aún en ambas cuestiones las cosas se presenten embrionariamente, plagadas de dificultades. No puede ser de otra forma en la medida que no cambie sustanciosamente la actual correlación de fuerzas entre revolución y contrarevolución.
De este lado de la barricada contamos a favor que la gran mayoría de nuestra clase y de nuestro pueblo sabe lo que no quiere. Asqueado de todo lo que la institucionalidad ofrece.
Pero la vida nos ha enseñado que la política revolucionaria no puede ser escamoteada.
Se debe reafirmar la confianza en la clase y el pueblo, y explicar de todas las formas posibles que la consigna “el único precio congelado es el salario” va adquiriendo más sentido cuando se la asocia al reclamo de una vida digna.
Y en ello se lleva especial atención la lucha por la revolución socialista.
Una consigna que ataca el actual sistema de explotación y -en ese marco- los triunfos salariales para que adquieran un sentido revolucionario deben aferrarse al terreno de la revolución, de la independencia política, capaz de ir cambiando esa correlación de fuerzas antes expresada.
Las nuevas avanzadas tienen que conocer la consigna, emprender la lucha que debilitará al poder burgués y a la vez avanzar en las metodologías revolucionarias cuya insignia fundamental es la democracia directa.
Ese es nuestro terreno de cambio revolucionario que -con consignas como esta- alejará cualquier intento de la política de la burguesía por desviarnos de lo que a ellos más les duele.