La pobreza, el abandono y la desigualdad son violencia

Las ideas de la clase dominante son las ideas dominantes en cada época; o, dicho en otros términos, la clase que ejerce el poder material dominante en la sociedad es, al mismo tiempo, su poder espiritual dominante. La clase que tiene a su disposición los medios para la producción material dispone con ello, al mismo tiempo, de los medios para la producción espiritual(Karl Marx).


Así es cómo la burguesía monopolista que detenta el poder, imprime culturalmente en las masas el individualismo, provocando en la sociedad violencia y narcisismo, apuntando contra los sectores marginados y vulnerables violencia expresa y directa: femicidios, asesinatos, inseguridad, abusos y maltrato. Así se expresa y así se reproduce.

Tiempos muy difíciles está pasando nuestro pueblo. La burguesía implementa un fenomenal ajuste que –entre otras cosas, vía inflación y suba del dólar- trae aparejados aumentos y más aumentos en la mayoría de las cosas básicas que consumimos.

Las movilizaciones por los planes sociales (llevadas a la derrota por el clientelismo político que va por las migajas del Estado, perpetuando la confianza en las instituciones burguesas); los hechos trágicos de violencia e inseguridad que vive la población  (fruto de la profunda desintegración social que ha traído la crisis capitalista) ponen al borde del precipicio a aquellos sectores de la sociedad que por la pobreza, la marginalidad y la desocupación, no pueden afrontar la vida diaria y miran con lejanía la posibilidad de acceder a sus más básicas necesidades elementales, cómo la salud, la comida y la educación.

Hay sectores que son particularmente golpeados por la crisis, la juventud, niños y niñas, la población jubilada, se encuentran a merced de una institucionalidad que ataca las condiciones de vida de todos para sostener las ganancias de unos pocos.

Recientemente han cortado la cadena de pagos desde la Superintendencia de Salud vía Obras Sociales y Clínicas a los profesionales que atienden a miles y miles de pibes con discapacidad, dejándolos prácticamente a la deriva. Cuando los familiares y niños se movilizaron al Obelisco para hacer visible el reclamo fueron increpados por fuerzas de seguridad con garrotes y armas de fuego en mano…

¿Cómo puede ser posible que el capitalismo no resuelva los problemas? Justamente, porque vivimos en un sistema en el que un pequeño grupo de personas dueños de los medios de producción se apropia de la riqueza que producimos millones colectivamente, arrojando a cada vez más personas a la pobreza y la incertidumbre.

El 60% de la juventud en Argentina se encuentra sumida en la pobreza, es decir, en la falta de educación, oportunidades, salud (física y mental), alimentación sana, acceso a servicios de calidad, y un sinfín de etcéteras que imponen una vida de penurias y sin salidas.

Los más débiles quedan a merced de la lacra que genera la concentración del poder y se traslada al conjunto de las relaciones sociales que se dan en la comunidad.

Las relaciones de producción capitalistas, basadas en la explotación, impactan en las relaciones interpersonales en todos los niveles y escalas, aumentando exponencialmente la violencia en nuestra sociedad. El “sálvese quien pueda” empuja a la desintegración social y a la alienación de la clase trabajadora.

Podrá pensarse que todo está perdido, pero esto no es así.

Existen ecos de resistencia a todo esto en diferentes formas y sectores de trabajadores y trabajadoras, aunque cueste consolidar un horizonte que confronte a fondo con la podredumbre que nos impone el sistema capitalista.

En las expresiones de acción y unidad de la clase obrera se encuentra el futuro y la llave para salir de éste problema.

¿Por qué luchamos? Luchamos para que la conquista de mejores condiciones laborales y derechos políticos ataquen directamente al corazón de la podredumbre. Mejores ingresos y oportunidades para el pueblo implican comunidades más sanas, con menos estrés, con mejor acceso a salud y educación, con menores niveles de violencia, desigualdad y alienación.

Tal vez la lucha hoy parece pequeña, en un lugar que parece aislado. Pero cada pequeño enfrentamiento a los planes del capital es un avance en la construcción de una alternativa que logre la conquista de una vida digna. Además de ir poniendo estacas y en relieve la importancia de la unidad, la fraternidad, la colectividad y el valor de cada individuo que ya no quiere más el oprobio.

Hacia allí aportamos decididamente las y los revolucionarios. Esta construcción empieza en cada charla con nuestros compañeros y compañeras de trabajo, y en cada conquista arrebatada a los parásitos que gobiernan un Estado en manos de los monopolios.

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