Se extiende la cortina de humo que cierne sobre el momento político actual, utilizando como ariete el fallido atentado contra la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner. Rápidamente se vuelca toda la atención sobre el arma disparada, la bala que nunca salió y el personaje involucrado en esa cuestión. No entraremos en detalles sobre esto, aburren de repetidos en todos los medios de comunicación de la burguesía.
Pero sí es necesario ir planteando algunas cuestiones en el debate para entender una situación política tan delicada. Nos basamos en nuestra posición de clase que publicamos ayer.
La gran mayoría del arco político, los popes del intelectualismo “progre” y los representantes del reformismo (inclusive la izquierda hegemónica) repudian los hechos como un “delito golpista contra la democracia”.
¿De qué democracia están hablando? La democracia de los ricos. La democracia de la gran burguesía concentrada que desde los resortes del Estado impulsa las políticas de ajuste que necesitan sus negocios, que todos los días aplastan más el salario y las condiciones de vida del pueblo trabajador.
¿De qué legalidad? ¿De qué justicia, la burguesa? La misma que está sustentada en el robo del trabajo asalariado, que criminaliza un hecho simple con férrea mano dura, pero cierra los ojos cuando son los patrones quiénes meten mano en los bolsillos de las y los trabajadores. Dónde es crimen aquello que atenta contra los intereses de la burguesía, pero no la miseria del pueblo.
Ejemplos de cómo la “legalidad” y la “justicia” fallan siempre en contra de la clase obrera y el pueblo existen por miles. Por mencionar uno entre tantos: la ley General de Ambiente prevé situaciones que puedan poner en peligro la naturaleza pero como esto no es negocio para la burguesía nadie la hace cumplir.
Es delito digno de escándalo lo ocurrido contra la vicepresidenta pero que las políticas que implementa su gobierno atenten contra los más básicos derechos “asegurados” en la Constitución Nacional no es considerado un crimen.
Nunca para la burguesía y sus voceros es repudiable la pobreza, el hambre, la desocupación, la violencia, la desintegración social, la contaminación o la falta de futuro para la juventud.
Y utilizarán todo a su alcance para seguir reinando y generar falsas divisiones entre las y los trabajadores.
Frente a ello no debemos mirar hacia arriba sino mirar hacia los costados. Ver cómo nuestros compañeros y compañeras día a día luchan en sus puestos de trabajo recibiendo salarios miserables mientras quiénes detentan el poder despilfarran millones en lujos estériles.