En primer lugar, el Comité Central del PRT ratifica lo que ya hemos afirmado en el artículo “Sobre el atentado fallido a Cristina Kirchner” publicado el día viernes 2 de septiembre en nuestra página web, a pocas horas de los sucesos.
Allí señalábamos que estos hechos debían enmarcarse en la profunda y aguda crisis política que atraviesa a la burguesía monopolista en la Argentina; que las disputas intestinas en el seno de la clase dominante mostraban que las contradicciones llegan al grado de provocar el hecho mencionado; y que las mismas seguirán su curso en el marco de la descomposición política de las fuerzas del sistema.
Por otro lado, advertíamos que toda la espuma generada a partir de los discursos sobre la “unidad nacional» y la «defensa de la democracia» no iban a poder tapar una realidad marcada por la grave crisis económica y social que ataca las condiciones de vida de millones de familias proletarias en un escenario en el que la resistencia de amplios sectores viene creciendo.
La iniciativa política de la burguesía, impulsada por los sectores más rancios y concentrados del capital, abrazado inclusive por la izquierda hegemónica en general, ha centrado su ofensiva en un contrabando de conceptos que las y los revolucionarios debemos desnudar de lleno: el problema de la democracia, la violencia, el odio y la solidaridad.
LA DEMOCRACIA
La democracia aparece como una conquista que supo arrancar el pueblo trabajador al derribar la última dictadura militar, en un proceso que tuvo como punta de lanza la resistencia obrera que se mantuvo primero de manera clandestina, saboteando la producción desde 1976.
Esa resistencia obrera poco a poco fue mutando en abierta movilización de masas, en un proceso que culmina el 30 de marzo de 1982, tras lo cual la dictadura militar lanza la Guerra de Malvinas en un último intento desesperado por contener el avance de masas.
Luego de la apertura democrática, el movimiento obrero que continuó movilizado, junto con el movimiento estudiantil, terminó de barrer con los resabios de la dictadura instalados en instituciones estatales públicas, como escuelas, universidades, sindicatos, etc.
Pero la lucha contra la dictadura no fue por la instauración de una democracia burguesa liberal, sino en contra de las medidas de ajuste económico que ejerció la dictadura, y por la conquista de libertades políticas generales en todos los ámbitos de la sociedad: recuperar la libertad de expresión política dentro de las fábricas, aulas y espacios sociales en general. La condena a la dictadura, el “Nunca más”, fueron en ese mismo sentido.
La burguesía, durante los años del kirchnerismo pretendió apropiarse de esas consignas y convertir la lucha por las libertades políticas, en “defensa de la democracia burguesa”; es decir, de esta democracia de cartón, de esta democracia de los ricos, de esta democracia donde el pueblo trabajador solo puede depositar un votito en una urna una vez cada 4 años para elegir el rostro carismático que habrá de administrar los recursos del Estado para generarle superganancias a una u otra facción del gran capital.
Mientras tanto en las empresas -tanto las patronales como los sindicatos tal cual los conocemos hoy- persiguen a cuanto trabajador o trabajadora intenta organizarse para luchar por una vida digna, aunque esto implique un aumento salarial, la lucha contra el maltrato laboral, o un par de guantes de seguridad.
Las libertades políticas por las cuales luchamos las y los revolucionarios son las libertades para poder organizarnos en la lucha contra el capital, en el camino de la construcción de nuestra propia democracia, de una democracia obrera.
Muchos de los sectores de masas que se movilizaron bajo la bandera de la “defensa a la democracia” lo hicieron bajo el influjo de esa lucha por la defensa de las libertades políticas conquistadas.
Esto tiene dos caras: por un lado, condiciona a la burguesía, al limitarle la capacidad represiva. Se trata de masas enteras que se movilizan como se movilizarían frente al asesinato de luchadores obreros. Es que a la burguesía en Argentina le sale muy caro reprimir, en relación al costo político que arrastra la represión. Pero, por otro lado, esas masas movilizadas lo hicieron bajo el influjo de la democracia burguesa. Ahí la burguesía ha metido la cola, y las y los revolucionarios debemos luchar denodadamente para explicar que ésta no es la democracia obrera que necesitamos, la democracia de nuestra clase, sino la democracia burguesa que funciona como el principal elemento de dominación sobre el proletariado.
Desde el campo de la revolución hay que dejarlo bien en claro: no defendemos la democracia burguesa, ni su parlamento, ni sus instituciones, incluida la justicia. Como lo hemos señalado en una campaña que de propaganda que realizamos hace algunos años atrás: “Esta democracia es la dictadura de los monopolios”.
El progresismo y la izquierda reformista llaman a defender las instituciones del sistema capitalista, nos engatusan para que nos pongamos, literalmente “la camiseta de la empresa”. Las libertades políticas por las que luchamos son la libertad para organizarnos en cada puesto de trabajo, en cada empresa, sin ninguna tutela de la burguesía, quien sea la enarbole.
LA SOLIDARIDAD
Desde agrupaciones, sindicatos y una amplia gama de partidos de izquierda se plantea la solidaridad con CFK frente al atentado. Se trata de un contrabando ideológico que debemos combatir con todo, porque la clase obrera y el proletariado no tenemos ningún tipo de solidaridad con nuestra clase enemiga, con la burguesía.
Las y los revolucionarios no nos posicionamos a favor o en contra ni de una ni de otra facción de la oligarquía financiera, por ninguna facción burguesa.
No lo hacemos con la guerra imperialista en Ucrania, ni tampoco lo hacemos con las internas burguesas en nuestro país.
La única solidaridad para nosotros es la solidaridad de clase. Es decir: el apoyo incondicional para con nuestros hermanos y hermanas proletarias en su lucha contra la burguesía, solidaridad con los oprimidos del pueblo, solidaridad por los golpes diarios que tenemos que afrontar día a día productos de la vida que nos toca vivir en este sistema.
Nuestra solidaridad también se expresa en el internacionalismo proletario.
La izquierda parlamentaria y reformista, al plantear la solidaridad, enmascara las diferencias de clase que nos atan con CFK: se paran así, objetivamente, desde el punto de vista de la burguesía, no de la clase obrera. Al contrario, el campo revolucionario debe tener una posición de clase consecuente: ningún apoyo a los representantes del gran capital.
LA VIOLENCIA
Pretenden instalar un discurso “anti violencia” que solo beneficia a la violencia capitalista. Por un lado, violento es el sistema al instalar y reproducir el régimen de explotación del trabajo asalariado; violento es el sistema al condenarnos a 12 y hasta 14 horas de trabajo, con horas extras obligatorias y salarios o jubilaciones por debajo de la línea de pobreza; violento es el sistema al descartar 1/3 de los alimentos que se producen en el mundo mientras la pobreza y la malnutrición crecen al ritmo de los agro tóxicos y las quemas de humedales; violento es el sistema cuando nos condena a enfermedades “profesionales”; violento es el sistema cuando se salen a justificar y encubrir impunemente los asesinatos de hijos e hijas de nuestro pueblo; violento es el sistema con sus fuerzas represivas, que administran el negocio de la droga asesinando miles de jóvenes trabajadores o reprimiendo conflictos sociales para defender los intereses del gran capital; violento es el sistema cuando a través de los sindicatos y las patronales se persigue a las y los obreros que intentan organizarse para luchar por una vida digna.
Violento es el sistema, incluida su democracia burguesa que bajo el discurso de “no a la violencia” lo único que hace la burguesía es encubrir y justificar su violencia. Bajo ese discurso saldrán ahora a justificar la represión al pueblo trabajador, pues “hay que defender esta “democracia”. Quieren imponer un discurso “contra la violencia” para justificar la represión a la protesta social que inevitablemente tenderá a radicalizarse frente a las pauperizadas condiciones de vida que nos han impuesto.
Rechazamos y combatimos la violencia ejercida en todos los planos por el poder burgués, pero reivindicamos la legítima violencia de los pueblos para ejercer la autodefensa ante los ataques perpetrados por la burguesía, sus fuerzas represivas o sus lacayos.
Reivindicamos la legítima violencia de los pueblos para liberarse del yugo explotador de este sistema para avanzar en la construcción de una nueva sociedad.
EL ODIO
El discurso contra el odio es una extensión de lo anterior. Odio al pueblo trabajador es lo que tiene la burguesía, de eso nunca hablan.
Cuando los medios de comunicación salen a hablar “en contra del odio” en realidad pretenden censurar el odio de clase de su clase enemiga, la clase obrera.
El odio de clase existe en el mundo porque este sistema concentra en el 1% de la población una riqueza superior al 50% más pobre; el odio de clase es natural cuando un obrero construye edificios lujosos o autos magníficos que jamás en la vida podrá adquirir con su salario, a pesar de que son creados gracias a su trabajo. La burguesía quiere censurar el odio de clase proveniente de la clase obrera, que es generado por su propia naturaleza explotadora. El odio es un producto del capitalismo, por lo tanto, sin su abolición, resultará imposible desterrarlo.
A la vez, el odio de clase que expresamos va de la mano de un profundo amor revolucionario por nuestra clase y nuestro pueblo. El odio de clase y el amor revolucionario van de la mano, son dos motores que nos permiten afrontar todos los problemas de la vida y llevar adelante la lucha inclaudicable contra este sistema social inhumano, perverso y en descomposición.
¿CÓMO IMPACTA EL ATENTADO A LA VICEPRESIDENTA EN EL MOVIMIENTO DE MASAS?
Por un lado, la burguesía aprovecha los acontecimientos para profundizar la división en el campo del pueblo trabajador. En los centros laborales donde existen amplios sectores afines al kirchnerismo, que están concentrados principalmente en trabajadores estatales de las grandes ciudades –producto de toda una política de cooptación que la burguesía se ha dado en este sector de trabajadores en particular- buscarán agudizar “la grieta”.
Esto sin dudas tendrá implicancias negativas para el movimiento de masas, puesto que funcionará como freno para la inevitable explosión de reclamos acumulados.
En el campo de la izquierda hegemónica y reformista, su papel como furgón de cola de la burguesía ha quedado más expuesto que nunca, aspecto que profundiza la crisis en este tipo de aparatos.
En el campo de la clase obrera, lo que ya se vive es mucha indiferencia y descreimiento. Más allá de todo, cada vez se le cree menos a la burguesía –tanto al gobierno como en la oposición-.
La preocupación central es otra: son los salarios que no alcanzan, los agobiantes ritmos de trabajo y el empeoramiento de las condiciones de vida.
Por eso, en el fondo, el problema del atentado a Cristina Fernández no ha logrado conmover a lo más amplio del campo del pueblo trabajador.
El doble ajuste (el que viene de arrastre y el que ha ejecutado el gobierno de la propia vicepresidenta desde la asunción de Massa) no sólo no ha terminado: la mayor parte de las medidas económicas adoptadas todavía no han impactado en los bolsillos, en las boletas, en el traspaso de costos energéticos a precios en góndola, etc.
Si bien el atentado y su utilización política enturbian la lucha de clases, no lo hace con la polución necesaria como para tapar el descontento que se vive en cada mesa obrera al final de cada jornada.
Es tarea del campo revolucionario dar una lucha implacable contra esta ofensiva política e ideológica de la burguesía, y continuar organizando la justa y necesaria rebelión obrera desde cada puesto de trabajo.
4 de Septiembre de 2022