Una crisis política y económica cunde en todo el planeta. Pero hablemos un poco del vértigo de los acontecimientos cotidianos que ocurren en nuestro país, los que no hace falta enumerar ni detallar, son de conocimiento público.
Sin embargo, la conclusión a la que nos conduce ese análisis es elocuente: no hay acuerdo político, ni alternativas que funcionen para que la clase dominante encuentre alguna forma de controlar y encausar una situación de resistencia creciente que (de manera lenta pero sostenida) se expresa en varios conflictos y manifiestan una tendencia hacia un proceso de escalada en la lucha de clases.
Mientras la clase obrera y el pueblo padecen las consecuencias de una crisis de envergadura (las crisis periódicas de superproducción son inherentes al modo de producción capitalista, dado que devienen de la inevitable contradicción inherente al sistema, entre producción social y apropiación individual) los “gerentes políticos” de los monopolios se disputan los lugares de privilegio a como dé lugar (sea que defienden a sectores enfrentados por la concentración capitalista, sea que “se matan” por ocupar los cargos políticos para obtener esos privilegios).
Estas disputas entre facciones políticas de la burguesía se exhiben de manera grosera en todos los medios masivos de comunicación, oficialistas y opositores (financiados por cierto por grandes empresas y grupos económicos para desinformar y tapar lo realmente importante). Esto ocurre en franco contraste con el sufrimiento diario de millones de argentinas y argentinos sumergidos en la miseria, gracias a las políticas sistemáticas de ajuste que, gobierno tras gobierno, se vienen profundizando.
Pero en algo sí que están todas esas facciones de acuerdo: en la ideología de su clase.
Entonces, pasan cosas…
¿Qué vemos detrás de estas cosas, más allá de sus causas o motivaciones inmediatas? Existe la clara intención de desviar la atención, que pensemos en “otros temas”, de instalar una “agenda política” en la discusión social, en la familia, en los lugares de trabajo. ¿Quién quiso asesinar a la Vicepresidente? ¿Fue un “loquito”o lo mandaron? ¿Estaba arreglado? Hasta clases de manejo de armas se ven en los canales de noticias… Un espectáculo que confirma lo que decimos.
A propósito de esto, una pequeña reflexión: ¿Se decretó feriado o se llamó a movilizar cuando asesinaron a Mariano Ferreyra o a Darío Santillán y Maximiliano Kosteki? Respuesta: no. Eran luchadores populares, como tantas y tantos otros masacrados por las huestes de la burguesía, sean patotas sindicales de la burocracia, sean las fuerzas de seguridad o las Fuerzas Armadas.
Quieren dividir y confundir a la clase (nuestra clase) generando cortinas de humo para que nos posicionemos de uno u otro lado de “su grieta” (expresión creada por la propia burguesía), para que nos encolumnemos detrás de la defensa de sus instituciones.
En suma: utilizarán todos los medios a su alcance para intentar apaciguar la lucha de clases, contener la protesta social, no sea cosa que las luchas económicas por el salario y otras reivindicaciones se transformen de a poco en lucha política (Horror!!, Temor!!).
Ellos defienden sus intereses, nosotros debemos defender los nuestros.
Es tarea revolucionaria la de correr el velo y hacer soplar los vientos que despejen el humo de la burguesía y dejar a la vista las cosas como son: sólo les interesa sostener sus ganancias y seguir viviendo como parásitos, fruto de lo que nosotros producimos.
No hay ninguna posibilidad de modificar esta realidad dentro del marco de la institucionalidad burguesa. Es un desafío de las y los revolucionarios transformar el descontento y hastío de las masas populares y la clase obrera en lucha organizada hacia la conquista del poder y la construcción del socialismo.