Desde el pasado jueves hasta el día de hoy, la burguesía ha inundado todos los medios de difusión masiva con el tema del atentado a la vicepresidenta. Y eso lo han hecho, y lo continúan haciendo, oficialismo y oposición utilizando todos los canales a su alcance.
La diferencia entre ambos es sólo la utilización política electoral que se hace de la cuestión, porque ambos están enfrentados en procura de los cargos de privilegio que les permita administrar el Estado, pero acuerdan en las medidas de fondo en contra del pueblo.
Mientras el oficialismo intenta avanzar con leyes y medidas que perpetúen el poder de la burguesía y su gobierno peronista, la “oposición”, desconfiada, pretende lo primero, pero apuntando a un futuro cambio de gobierno en las próximas elecciones.
De esto último surgen las divisiones y diferencias a las que ellos le llaman grieta y que se transforman en antagónicas, no permitiéndoles la necesaria concordia que les facilite la gobernabilidad de las amplias mayorías populares.
Es por esa razón que ante cada paso que da el oficialismo achatando el salario, menoscabando los ingresos populares (aumento de tarifas, servicios varios, freno al salario mínimo vital y móvil y a las jubilaciones y pensiones, reducción de los gastos sociales del Estado, etc.), la oposición cuestiona los mismos.
Hábilmente se montan en la “denuncia” del incremento de la pobreza, la inflación que devora los ingresos populares, la desocupación, etc. Pero no mencionan, ni siquiera insinúan, el tema salarial o de aumento de ingresos a los sectores populares carentes de capital. Además, como propuesta de solución empujan una política de shock que acelere y profundice más los ajustes y que se flexibilice más la legislación laboral. Esto en razón de que pretenden ganar las elecciones el próximo año y no quisieran ellos tener que tomar las medidas que significarían un mayor costo político.
A unos y otros los divide la gobernabilidad, pero los une el odio y la embestida en contra del proletariado y las masas populares.
En ese marco, el peronismo, con Cristina a la cabeza y Alberto Fernández de perrito faldero, además de implementar el ajuste que se está aplicando desde el ministerio de Massa, quiere aprovechar la situación para meter en el Congreso la ley que reprime el “discurso del odio”.
Más allá de que el proyecto siga o no su curso legislativo, es claro que dicho instrumento está pensado para atemperar la lucha de clases mediante la represión a toda propuesta que acompañe la rebeldía de la clase obrera y sectores populares que apunte directamente contra las políticas y personajes del gobierno e instituciones estatales.
Tachar de “discurso del odio”, por ejemplo, la organización de la lucha de clases contra el poder burgués, sería una herramienta muy útil para perseguir a los destacamentos de avanzada y, en general, a las masas obreras y populares que se dispongan, en forma independiente, a dar batalla franca por la conquista de sus reivindicaciones.
Este proyecto de ley se sumaría a otros instrumentos represivos en contra de las luchas obreras y populares que la burguesía utiliza como escudos para sostener la explotación del trabajo asalariado y la continuidad del sistema capitalista que le permite incrementar sus negocios a costa del sacrificio del pueblo.
Por todo lo dicho, mientras la burguesía en su show circense utiliza la cada vez más deshilachada red del ocultamiento y la instrumentación de proyectos de leyes represivas; el proletariado y los sectores populares deberemos avanzar en la profundización y generalización de las luchas por el aumento ya de nuestros salarios que deben, al menos, en un primer escalón, llegar a igualar la canasta familiar que establece el Art. 14 bis de la Constitución Nacional y que la burguesía se pasa por donde no le da la luz, cuyo monto hoy alcanza a $ 180.000,00.
Debemos persistir, sin desviarnos, en esa aspiración que redundará además en un beneficio en las condiciones de vida por las cuales también debemos luchar.
Precisamente, el creciente y cada vez más insoportable malestar social, las movilizaciones y medidas de fuerza en resistencia a la aplicación del ajuste que, aunque en forma aún aisladas y parciales, han desarrollado en lo que va del presente año obreros de distintas ramas y empleados estatales (públicos, docentes, de la salud), son las que provocan incertidumbre, discusiones, enfrentamientos y escisiones en las fuerzas políticas de la burguesía, las cuales alcanzan episodios que la trastornan profundizando la crisis política que les entorpece su gobernabilidad.
Sus engaños tienen cada vez patas más cortas. Una prueba más de ello es el tan cacareado acto y movilización de la CGT que no prosperó ya que no existe espacio ni ambiente político para realizarlo por miedo a que el mismo pudiera excitar a las masas de trabajadores a plantear sus reivindicaciones esenciales.
Cuanto más se debiliten, cuanto mayores sean sus contradicciones, mejores serán nuestras condiciones para enfrentarlos, encontrar caminos de unidad desde las bases en sus luchas, desarrollar nuestras herramientas políticas de masas junto al Partido revolucionario, más propicio será el escenario para ocasionar retrocesos obligados en sus pretensiones y organizar la lucha de clases hacia la lucha por el poder y el socialismo.