Desde finales del año 2020 nuestro partido caracterizó que, en el marco de la etapa de la resistencia, la clase obrera industrial asomaba como el sector más dinámico del proceso de la lucha de clases, a diferencia de otras épocas donde ese papel lo cumplían sectores laborales más ligados a los servicios, sobre todo los estatales.
Esa afirmación fue refrendada con una enorme cantidad de ejemplos de luchas llevadas adelante el año mencionado y, también, durante 2021 y lo que va de 2022, las que fueron difundidas en nuestros medios de propaganda.
Sin embargo, las llamadas fuerzas de izquierda (en particular, la izquierda parlamentaria y los grupos que “críticamente” la acompañan) durante todos estos años “ningunearon” las luchas obreras, las pusieron en un plano absolutamente secundario; incluso con una caracterización en la que afirmaban que otros sectores sociales cumplían ese papel de dinamismo principal.
Por estos días, y ante la importantísima lucha llevada adelante por los obreros y obreras del neumático (la cual acaba de finalizar y que será analizada en una nota específica), quienes hasta ayer subestimaban el papel de la clase de vanguardia de pronto descubren que la misma sigue existiendo y se suben a la ola de la lucha proletaria.
Enhorabuena que así sea; es de esperar que no se repitan las caracterizaciones tan lábiles y fluctuantes a las que están acostumbradas dichas fuerzas, movidas sólo por la apetencia electoral que determina las políticas de las mismas y que carecen en absoluto de una estrategia de lucha por el poder.
No apuntamos a que esta reflexión sea una “pase de facturas” a las fuerzas del reformismo, sino que lo que queremos destacar es la importancia de saber analizar el proceso de luchas desde el papel que cumplen las clases, sobre todo la clase de vanguardia.
No es lo mismo concluir ahora que el proletariado industrial se ha despertado que ver los últimos enfrentamientos como un proceso de acumulación de luchas y experiencias en el que se está llevando a cabo un proceso de recomposición de la clase obrera (en el marco de un proceso similar que se está dando a nivel internacional), sobre todo en el aspecto en el que se empieza a recuperar una conducta clasista de la masa y sobre la que los revolucionarios con una estrategia de poder clara debemos intervenir, para que dicha conducta esté acompañada por las ideas y propuestas marxistas leninistas que promuevan una consciencia de clase revolucionaria.
No se trata solamente de evaluar cuantitativamente la etapa sino también tener como objetivo fundamental percibir los cambios cualitativos del proceso.
Seguimos atravesando una época de resistencia, dominada particularmente por los reclamos económicos de las bases obreras.
Sin embargo, en un camino que ya lleva los años que lleva de experiencia concreta, la necesidad y la posibilidad de elevar tal lucha económica al plano de la lucha política crece en proporción directa al ritmo que va imprimiendo un movimiento obrero que comienza a demostrar avances y que auguran que el proceso tomará una tendencia hacia el alza, hacia seguir avanzando y derribando los muros que la ideología dominante levantó en el seno de la clase de vanguardia.
Para ello es indispensable que las fuerzas de la revolución cumplamos el papel al que estamos llamadas, el que tiene como una de sus prioridades la tarea de dotar al proletariado industrial de las herramientas políticas e ideológicas que permitan la irrupción política de la clase en el plano nacional.
En ese camino se hace necesario profundizar la permanente lucha ideológica contra las políticas y concepciones del reformismo y el populismo, las que subestiman a las masas y las consideran furgón de cola de los aparatos sindicales y/o políticos en lugar de promover la más amplia participación de las masas obreras en las tareas esenciales de la lucha revolucionaria.