Oxímoron es un vocablo griego que significa una combinación de dos palabras cuyos significados son contrarios opuestos. Por ejemplo: noche blanca, silencio atronador o (para inventar una nueva categoría): día de la lealtad peronista.
A propósito, el 17 de octubre pasado el gobernador Capitanich presentó su plataforma política o lo que él llama un “plan de políticas públicas” para el periodo 2023-2027.
El plan quinquenal tiene un desarrollo oratorio característico del gobernador. En el anuncio lo más significativo, en términos reales de ganancias, es que tiene previsto realizar una inversión de 5.500 millones de dólares en 5 años, es decir 1.100 millones de dólares por año.
Si dividimos ese monto por el millón cien mil habitantes que, estimativamente, somos en el Chaco, daría una cifra de 1.000 dólares anuales por habitantes; si lo dividimos por 12 meses nos daría 83,333 dólares por habitante, lo que resulta al cambio actual una “inversión” de 24.000 pesos mensuales por habitante de la provincia.
Aquí podríamos inventar otro oxímoron: paupérrima inversión.
Analicemos cómo argumenta la supuesta inversión que, traducida al dialecto regional debería definirse como transferencia de fondos a los sectores mas concentrados del capital.
Lo que él denomina política pública apunta al desarrollo económico de la franja de la población que históricamente se apropió de las ganancias. Desde sus inicios como político siempre sus discursos se basaron en tres términos claves: crecimiento, inclusión y sostenibilidad.
Crecimiento, sólo para el mal llamado sector la producción, es decir, los dueños del capital; inclusión sería que la clase que aporta su fuerza de trabajo para generar las riquezas consuma lo que le alcance con los indignos ingresos que recibe; sostenibilidad ambiental sería la destrucción “más lenta” de los recursos naturales.
El relato continúa con tres ejes: Producción y empleo, inclusión y equidad social y gestión pública de calidad.
Cuando habla de producción y empleo implica diversificar la industria, el comercio y el consuno de la agroalimentación y, muy de última, para los románticos peronistas, dedica unas palabras acerca del empleo, el trabajo y la economía popular.
El segundo eje es inclusión y equidad social, donde se proponen obras de infraestructura (atentos con el nombre del eje), inversión en infraestructura en agua potable, servicio cloacal, servicio energético, servicio vial y portuario, es decir lo ya conocido que es que la inversión en infraestructura sólo intenta mejorar las condiciones de producción y explotación de los grandes capitales para acrecentar aun más sus ganancias.
Hasta aquí no se nota la inclusión social de las franjas más pobres; sin embargo, agrega “vamos a invertir en vivienda” (ganancia para los empresarios de la construcción) y “acceso al suelo y al hábitat” (ganancia para los usureros inmobiliarios).
La pregunta es ¿de qué inclusión social habla?
Aquí debemos decirlo con todas las letras: para Capitanich, el único crecimiento que importa es el de sus patrones.
El tercer eje nos remite a la gestión pública de calidad, una “gran” elaboración del ingeniero Codutti (un secretario muy preparado para darle letra y un manto de credibilidad al negocio de la política burguesa) y vender la exigencia de transparencia en las oficinas del Estado. Traducido: Buscar chivos expiatorios y continuar con la entrega de los recursos naturales y la fuerza de trabajo del pueblo chaqueño.
En concreto, Capitanich siempre tuvo la idea clara: crecimiento es expandir la capacidad productiva y tener un ejército de fuerza de trabajo con salarios de miseria y producción es aumentar los márgenes de ganancias para unos pocos.
A la clase obrera y el pueblo nos queda seguir organizando nuestras fuerzas desde nuestros intereses para enfrentar las políticas del gobernador y su clase, en el camino de construir un proyecto revolucionario que luche por el poder para disponer de los recursos humanos y naturales en función del interés de las mayorías, poniendo al ser humano y a la naturaleza como prioridad absoluta.