Recordando a “Chaplin” en el filme “Tiempos Modernos” y respetando el período transcurrido por la humanidad, hoy en las fábricas de nuestro país se quiere imponer esa legendaria imagen en donde el actor enloquece en la producción de la mercancía frente a la máquina.
Termina aprisionado por ella.
Y cuando decimos “enloquece” nos referimos al estrés actual que provoca el ritmo de producción que pretende la clase dominante. ¿Cómo se expresa esa “locura” en cada trabajador o trabajadora? Entre otras cosas, cuando el aumento de ausencias en puestos de trabajo se va incrementando, los partes de enfermos y muchos de ellos por depresión se hacen realidad, a la hora de completar el plantel productivo se produce un caos permanente. “La camiseta puesta” como quiere la empresa se ha roto. “La empresa no es mi familia” se dice, no hace falta aclararlo.
El “Chaplin” de cada día en cada fábrica existe y eso es muy doloroso.
Nos cuentan que para el mundial algunas empresas “facilitarán” que el personal vea los partidos, pero con la condición de reponer los volúmenes de producción en corto plazo. “Vean todo lo que quieran” pero la productividad no se toca… ¡Si tienen que venir a reponer el volumen productivo a las tres de la mañana eso se hará! No hay conciliación entre capital y trabajo.
Las patronales y los sindicatos están leyendo el mal el humor reinante, pero su ceguera por producir, por las ganancias, los obliga a poner debajo de la alfombra el padecimiento, la bronca que se acumula, el atropello que se percibe.
¿Y cómo es esto que aún la cosa no explota ante tanta injusticia y atropello?
¿Somos un pueblo de “ovejas”?
Hay explosiones y explosiones, y en verdad no hay un pensamiento único sobre el tema.
No lo puede haber porque la vida se presenta mucho más rica que cualquier elucubración desclasada que se haga.
Pero hay “avisos”, hay síntomas que delatan que las cosas por abajo se van amasando y en ello el dolor, el sufrimiento, “la locura”, están haciendo “su” juego.
Eso es lo importante y en eso “leemos bajo el agua”. Lo que se ve viene es distinto a lo vivido en los últimos cuarenta años, no se reduce al sí explota o no explota, o si somos o no un pueblo manso. Hay agotamiento de lo vivido. Cansancio. La clase dominante lo percibe, la clase obrera también.
Hay incomodidad en la sociedad porque nos quieren acostumbrar a vivir mal, que lo que padecemos sea parte de una “realidad” permanente, que no solo no se pueda cambiar para mejor, sino que todo cambio sea para estar peor. Allí radica el gran fracaso del sistema capitalista para el “bien común”.
Su fracaso es el verdadero proyecto, lo institucional que impone la clase dominante.
Vino la democracia tras larga lucha popular, hubo alivio a ese dolor que provocó la dictadura, pero la clase dominante se sostuvo sobre todo porque penetró la idea de la conciliación de clases, y en ello trabajaron con sabiduría. La “democracia” sostenida bajo ese emblema perdura hasta nuestros días.
Pero el “Chaplin” que llevamos adentro existe a pesar de todos los pesares de la “conciliación de clases” que hoy domina el escenario caótico.
Desde las ideas nos han sacado ventaja, pero en la vida cotidiana el obrero intuye y en la mayoría de los casos lo asume en forma inconsciente que de hecho no hay conciliación de clases. La vida indigna que llevamos es muy fuerte.
No puede haber conciliación de clases porque los intereses entre la clase burguesa y los intereses de la clase obrera son antagónicos. A Chaplin se lo devoró la máquina.
El parasitismo de la clase que lo tiene todo y cada vez posee más lo hace a costillas de millones que “enloquecen” para producir riquezas.
Y cuando las cosas se presentan así, cuando ese odio de clase “chaplinesco” se comienza a codear con las y los revolucionarios, el futuro comienza a ganarle al pasado.
Nuestro partido siempre partió de la idea de que no hay conciliación de clases. Hoy sentimos que los oídos y los corazones de las avanzadas de la clase obrera son más receptivas a lo nuevo, a la idea de cambiar radicalmente las cosas.
Allí está lo que emerge y por esa veta vamos a fondo con el proyecto revolucionario.
Desde esta caracterización, el crecimiento de la huelga obrera, el paro, la propaganda revolucionaria, la organización por abajo, la democracia directa se alista en una resistencia cada vez más dinámica. Y en ello ponemos también la imagen de un “Chaplin” explotado y oprimido pero consciente de abordar este momento histórico con el proyecto revolucionario en la mano.