El gobierno y su partido peronista, la oposición de Juntos por el Cambio, Milei, y otros aspirantes a cargos del Estado, circulan por cuanto medio masivo de difusión tienen a su alcance (que son los más importantes en relación a la llegada que tienen), discutiendo, analizando y especulando sobre temas tales como las elecciones de 2023, los cargos en el Consejo de la magistratura, el juicio por corrupción a Cristina Fernández de Kirchner, los aumentos a los combustibles, el ingreso de dólares al Banco Central, subsidios al transporte, dólar específico para distintas ramas de producción y comercialización.
Todos problemas que incumben a la burguesía que se frota las manos tratando de optimizar sus ganancias, obtener más prebendas del Estado, equilibrar inútilmente el funcionamiento del sistema capitalista, dirimir sus disputas jurídicas entre facciones, posicionarse en los más altos cargos para el año que viene, etc.
Mientras tanto, la situación de las mayorías laboriosas nadie las trata. Aumentos de salarios, jubilaciones y pensiones que permitan vivir dignamente, mejoras en el servicio de salud y educación, seguridad social para vivir sin miedo de vida y exclusión social, servicios de electricidad, gas y agua al alcance de todos, medios de transportes que permitan ser usados en forma cómoda y a un valor accesible, redes cloacales, viviendas, etc.
Para todo esto, aquellos que discuten lo que el pueblo no requiere, es decir, la burguesía, nos piden paciencia porque la crisis, la guerra en Ucrania, la inflación y, ahora nuevamente el Covid, “no pueden resolverse en forma inmediata”. Sin embargo, para lo que les interesa hay prioridades y tratan de resolver en forma urgente.
Esta situación descrita viene repitiéndose desde hace décadas. Es obvio que nadie de la burguesía, se llame como se llame, haga el discurso que hiciere, va a resolver los problemas que tenemos los trabajadores y el pueblo laborioso.
Aunque esté abocada al tratamiento de sus problemas y desconozca los que acucian a los trabajadores y mayorías populares, la burguesía encuentra grandes dificultades para avanzar como quisiera en el sostenimiento y aumento de sus ganancias, porque ello depende fundamentalmente de lograr una intensificación de la explotación del trabajo en la producción. Y allí choca con la clase obrera que no está dispuesta a entregarse fácilmente. Resiste junto a otros trabajadores y sectores populares provocando más discusiones y logrando vacilaciones respecto de las medidas que los capitalistas intentan aplicar ajustando el cinturón de las capas populares.
Esto confirma que nuestros problemas tenemos que resolverlos nosotros mismos. Cada vez se hace más claro que nuestro destino no es otro. Y todos los problemas que tenemos son de orden económicos, sociales y políticos. En consecuencia, es necesario avanzar en la construcción de herramientas políticas capaces de expresar una unidad de clase local y nacional de los oprimidos y explotados por la burguesía, que nos sirva para dar pelea, disputar y vencerla.
El proletariado, hacedor de toda la producción y la distribución de los bienes existentes, requiere desarrollar puntos de unión de clase a través de sus luchas y el ejercicio de la democracia obrera, discutiendo, resolviendo y ejecutando en forma colectiva su propio camino. Debe vencer la diferenciación por rama de producción, categorías, calificaciones de planta, contratados y tercerizados que fomenta el sindicalismo, pues todo esto los divide.
Siendo esto un problema político es necesario desarrollar el partido revolucionario del proletariado que se constituya en vanguardia de la clase obrera, planifique y lleve el plan nacional de acción y orientación política, conjuntamente con las ideas revolucionarias, a las asambleas en cada fábrica, barrio popular y centro de estudio (escuelas, institutos y universidades).
También es necesario impulsar y desarrollar organizaciones políticas de masas que con democracia directa y total independencia del Estado y de todo partido político burgués tome en sus manos los problemas que se deben resolver y con la fuerza de la acción obliguen a la burguesía y su gobierno de turno a retroceder.
En ese camino se irá generando la unidad y la fuerza material necesaria para poder avanzar en la emancipación del poder burgués que no nos permite vivir dignamente y nos hunde cada vez más.
A quienes dicen que esto es difícil les contestamos que es más difícil (o mejor dicho imposible) que la burguesía resuelva por propia iniciativa alguno de los crecientes problemas que hacen oprobiosa nuestras vidas. Tampoco van a resolverlo los partidos políticos de izquierda que someten todos los reclamos y aspiraciones populares a la discusión y decisión del parlamento burgués, hundiendo los mismos en la más terrible traición.
Por último, quienes nos proponen (principalmente peronistas y populistas varios) ganar puestos en las instancias gubernamentales y estatales para desde allí, supuestamente, realizar los cambios, también son traidores, porque para llegar hasta dichos cargos debieron venderse a los mejores postores de la clase burguesa a quienes, una vez encumbrado en el sillón obtenido, le deben retribuir favores para el sostenimiento y prolongación del sistema de explotación. Estos aspirantes a cargos del Estado son o terminan siendo parte de la burguesía.
Lo dicho está totalmente confirmado por la experiencia y las múltiples desilusiones provocadas por la acción de todos y cada uno de quienes prometieron soluciones y terminaron resolviendo su lugar en la clase que nos explota. Quien sintetizó claramente el engaño fue el peronista Menem quien luego de prometer el salariazo y la revolución productiva, una vez en ejercicio de la presidencia dijo: “si les decía lo que iba a hacer nadie me hubiera votado”, conducta de engaño que han tenido todos los gobernantes dictatoriales o “democráticos” que hemos sufrido.