Hoy se cumplen 21 años de las jornadas de diciembre del 2001.
Al igual que en aquel momento, por estos días el pueblo trabajador salió a tomar las calles. Y si bien los motivos son diferentes, muy diferentes a pesar de la aguda la crisis económica y social que capea de fondo, hay un elemento común que no podemos dejar pasar: la crisis política abierta en el poder.
La burguesía siempre intenta aprovechar las expresiones populares para hacer negocios, y del negocio, apuntalar su dominación. En el fútbol esto no es ninguna novedad, mucho menos para acontecimientos como la copa del mundo. Pero este mundial de Qatar presentó varias aristas que entorpecieron, muy seriamente, las maniobras de distracción de la burguesía para volverla en su contra.
En la previa nomás, la denuncia por las condiciones laborales de las obreras y obreros destinados a la construcción de infraestructura en Qatar, con situaciones de trabajo prácticamente esclavo y un verdadero genocidio laboral de por medio, que se cobró más de 6.500 vidas obreras para cubrir el negocio del capital, sumado a las denuncias de corrupción y chantaje dentro de la FIFA que llevaron a la realización del torneo en el país de los jeques; de arranque nomás el mundial fue distinto, porque colocó sobre la mesa el problema de la clase obrera. Y si bien siempre hubo muertos en las obras mundialistas, nadie puede negar que el tema quedó verdaderamente en agenda.
La denuncia se internacionalizó, la causa de esos obreros y obreras se instaló. Eso, no ha sucedido con igual intensidad en otras ocasiones.
Ya con el devenir del campeonato la politización marcó la cancha.
Las denuncias sobre condiciones sociales, de libertades políticas y sobre la situación de las y los trabajadores de distintos países se puso en vilo: la situación de Marruecos, con sus hinchadas sumamente politizadas cantando contra la represión; sus expresiones en los festejos -reprimidos- en países europeos como Francia, marcaron la existencia oprimida de esa gris y oculta masa laboral.
La solidaridad con Palestina y las denuncias al régimen iraní corren en el mismo sentido: un mundial sumamente politizado, dónde ninguna de las facciones del gran capital quedó exenta de denuncias.
La simpatía internacional cosechada por el seleccionado argentino también es heredera de ese mundial politizado, gastar palabras sobre ello ya sería insistir sobre lo obvio.
Hay que destacar que también en el seleccionado nacional esas expresiones permearon en declaraciones de varios futbolistas anhelando un triunfo para llevarle alegría a un pueblo que la está pasando tan mal económica y socialmente.
Pero cuidado con quiénes pretendan buscar causas individuales en fenómenos que son sociales e internacionales. La raíz de esta «politización mundialista» hay que buscarla en lo que está pasando en lo profundo de la clase obrera internacional.
El caso argentino es muy claro. Ni gobierno ni oposición consiguen capitalizar en política la verdadera explosión de alegría social. Al oficialismo se le escapa la tortuga del oportunismo, cuando se encuentra con un seleccionado que se niega -o al menos no ha dado respuesta oficial al momento de publicarse esta nota- a ir a la Casa Rosada a sacarse la foto con Alberto Fernández. A la oposición lo mismo le pasó, cuando el seleccionado advirtió que no quería que Mauricio Macri se presentará en el campo de juego al momento de los festejos por el triunfo.
Por si fuera poco, la burguesía no se puede poner de acuerdo ni siquiera en los asuetos y feriados ¡Son incapaces hasta de hacer demagogia frente a un pueblo rebosante de alegría!
El domingo algunos portales informativos anunciaban que el asueto a la administración pública para el día lunes «ya era un hecho». A las pocas horas tienen que salir a desmentir sus propias fakenews y bajar la noticia. Lo mismo pasó con el feriado decretado para hoy martes: mientras los medios de comunicación anunciaban el feriado, en la Rosada todavía no había decisión tomada. Si hasta Pagina12 público un «borrador» de Decreto que circuló por todos lados como si se tratase de la resolución oficial. Un desgobierno total en el cual los grandes medios «jugaron en equipo» (Clarín, La Nación, Pagina12 y sus repetidoras televisivas y radiales cómo C5N, A24 y TN).
Claro, la burguesía quiere seguir produciendo, seguir facturando a full. Piensan «que el mundial entretenga, que me ayude a descomprimir crisis social, pero que tampoco me afecte los ritmos de producción viejo».
Y así fue como las empresas convocaron al personal a trabajar y se toparon con tasas de ausentismo gigantescas. Y dónde no fue el ausentismo, fueron las paradas de producción para hacer festejos, caravanas dentro de fábrica, cruzarse de una sección a otra, abrazarse e intercambiar comentarios entre compañeros y compañeras. La producción el día lunes fue imposible. En ese acto de alegría, también hubo una rebeldía intrínseca, porque está atravesado por el fenómeno de la «gran resignación» (o «The great resignation» que es cómo bautizaron en EEUU al fenómeno global de trabajo a desgano, ausentismo y renuncias masivas).
La fiesta mundialista no logró aplacar una resistencia obrera que viene en un lento pero sostenido ascenso. La misma semana de la final de la copa del mundo hubo huelgas en el sector neumatiquero, que empiezan a reventar por el aire el pacto social que firmó el SUTNA con las empresas Fate-Bridgestone-Pirelli. En Acindar de Villa Constitución los obreros se plantaron en asamblea, lanzaron el quite de horas extras para forzar un cambio en la paritaria nacional de la UOM y el gremio tuvo que tirarlo para atrás, quedando totalmente expuesto. Paro de estibadores portuarios en Rosario. Conflictos aquí y allá en grandes sectores productivos que van más allá del desgano laboral, y vuelven a presentar batallas abiertas.
En síntesis, el mundial le trajo una alegría enorme y anhelada a nuestro pueblo.
La conflictividad laboral se ha sostenido, y en términos internacionales el mundial funcionó como caja de resonancia para la lucha de algunos pueblos.
Como contraparte, la burguesía en Argentina en lugar de aprovechar políticamente la situación, se ha mostrado completamente incapaz de capitalizar nada.
Al contrario, no pueden gestionar ni el festejo oficial.
A fin de cuentas, hasta el triunfo mundialista le profundiza la crisis política a la burguesía, tal es el grado de debilidad que tienen en lo político.
Pero ojo, esa crisis puede mantenerse en el tiempo, inclusive empeorar, pero no habrá cambio de situación si no fortalecemos la organización obrera desde las bases, así como su partido revolucionario.