La lucha extensa y victoriosa de los portuarios rosarinos que llegó a golpear a importantes sectores de la burguesía monopolista, a la cual obligó a retroceder cediendo a las reivindicaciones planteadas por los obreros, pagando el costo de 5 obreros despedidos; la autoconvocatoria de los viñateros y trabajadores de bodegas mendocinos y salteños a movilizarse para fin de esta semana en lucha por salarios; las denuncias de los choferes de las líneas 553,540 del conurbano bonaerense sobre las condiciones lamentables de los colectivos y la connivencia entre el municipio y la empresa, son temas que no pasan inadvertidos para la clase dominante que no puede salir airosa de la crisis en la que está sumido el capitalismo, a pesar de que está volcando los efectos de la misma sobre los hombros de los trabajadores y el pueblo.
El costo político que paga la clase parasitaria a cambio de los aprietes económicos que realiza, aunque no en la profundidad deseada, es producto de la creciente resistencia activa que sectores del proletariado muestran -en un enero que, tradicionalmente, transcurre apacible- que la clase productora está dispuesta a incrementar su fuerza y dar batalla superando las trabas sindicales o en contra de dichos aparatos, en su mayoría, propatronales.
En respuesta, los sectores políticos que la representan, responden con lucha ideológica operando con distintas fórmulas ante el evento de la CELAC (Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños).
Macristas y compañía, conjuntamente con liberales “liberales puros” (puro verso) ejercitan el anticomunismo más vergonzante señalando con el dedo, principalmente, a los gobiernos de Cuba, Venezuela, Brasil y Argentina. Por su parte, el gobierno, sectores progresistas y de izquierda subordinada al poder, pretenden engañar al proletariado con la cantinela de la “Patria Grande Latinoamericana” que, supuestamente, desde ciertos gobiernos capitalistas se enfrentan (¿?) al imperialismo.
Mientras unos repudian la injerencia del Estado en las cuestiones económicas y defienden el libre mercado, disfrutan de los millonarios subsidios en dólares que éste les otorga y presionan para obtener más subsidios para solventar los efectos de la sequía, y sus efectos en la producción, que se abate en importantes zonas del país.
Los populistas, progresistas y trasnochados de izquierda, por su parte, abogan por la comunidad de negocios entre Brasil y Argentina, invitando a asociarse a otros países de la región (bajo la fórmula de revivir el MERCOSUR o una versión “mejorada”), como propuesta de salida a la crisis.
Esto último, acompañado de la iniciativa de crear una moneda común para las transacciones comerciales por fuera del circuito del dólar.
¿Una moneda para comerciar sin dólares? Pero, ¿dónde queda el discurso sostenido por décadas que es imposible importar y exportar sin dólares? ¿No es éste acaso uno de los argumentos esgrimidos por la burguesía para denostar el proyecto socialista al que acusan de idealista e impracticable? Sus mentiras y engaños se hacen añicos frente a la realidad.
Es tal el acorralamiento político de la burguesía que los pasos que intenta dar para adelante, la hace retroceder poniéndola en evidencia ante el más mínimo análisis que se pueda practicar sobre esas medidas. Es ya una obviedad que sus márgenes de ganancias se sostienen o se incrementan sólo con el tributo político que da como ofrenda a la incredulidad creciente de las masas.
Claro es que lo que proponen Lula y los Fernández no es más que un cartel monopolista para obtener mayores tasas de ganancia y competir en mejores condiciones en el concierto del capitalismo mundial. Su Patria Grande se reduce a la súper explotación regional y unificada al proletariado y los pueblos de la región. Pero si hasta ahora se fracasó en su intento de durabilidad, no se visualiza en el horizonte un destino diferente, pues la lucha de clases se ha intensificado.
La lucha y resistencia de los pueblos que ejercitan contra la disminución pareja del salario y condiciones de vida que requiere esa cartelización se intensifica. A lo que contribuye también al desarrollo desigual del capitalismo que, en la realidad de Latinoamérica es aún más notoria que en otras regiones del mundo.
Ni unos ni otros sectores políticos de la burguesía podrán avanzar en sus propósitos sin el incremento de la resistencia que viene operándose en nuestro país y en zonas de la región. Y más dificultoso se les hará en nuestro país, medio de un año electoral, período en que las masas, con su intuición y experiencia acumulada, advierten, ayudadas por la agitación y propaganda revolucionarias que se desarrolla en centros puntuales del proletariado y el pueblo, que es el momento en que deben profundizarse y generalizarse sus luchas por los derechos políticos y sociales, sus reivindicaciones económicas y el avance en sus condiciones de vida.