Cuando hablamos de una conducta política independiente de la clase obrera no sólo hacemos referencia a las distintas tácticas que se vienen desplegando, sino también a la “vida política cotidiana”.
Y es aquí en donde las y los revolucionarios a veces nos empantanamos y subestimamos que esa independencia política en la vida cotidiana nos permite insertar no sólo la importancia de la lucha económica sino también la lucha política-ideológica que requiere la actual lucha de clases.
En los centros de trabajo fundamentalmente los industriales las y los obreros están debatiendo cuestiones salariales, aprietes por mayor productividad, condiciones de trabajo, etc. Es en esos debates e iniciativas de lucha -que van a ir creciendo- donde debe aparece el factor revolucionario.
La obrera y el obrero revolucionario debaten en su sector esos fenómenos, lugar que debe actuar como tribuno político, tomar la iniciativa para generar que esa reivindicación llegue a buen puerto con prácticas democráticas. Es en ese contexto en donde aparecen las fundamentaciones necesarias que acumulen en independencia política y organizativa.
Hay infinitas oportunidades para dar contenido revolucionario a la lucha.
También se arriba a una iniciativa movilizadora cuando en el sector de trabajo se analiza el papel de la empresa y la burocracia empresarial. Pero a su vez se practica y se explica lo que es la democracia proletaria o directa y las formas que va adquiriendo en organización.
La clase dominante intenta manipular a la clase obrera para que si se debate o se ejercita la movilización la misma se desvíe para los intereses de la empresa o de la propia burocracia. Es allí en donde la lucha ideológica en la clase se hace importante ya que la misma se da en el terreno de lo cotidiano, de lo que se siente en el sector.
La burguesía se nos va a venir con todo con el proceso electoral. Y el gobierno y todo el arco oportunista del “reinado” democrático burgués intentará sacar a la clase de los ejes fundamentales de lucha.
Nos dirán: “No le hagamos el juego a la derecha” como ayer dijo el presidente; o “el populismo nos mata” como dice la “oposición”. Son “grietas”, es verdad, pero en la profunda base la clase obrera debemos debatir lo que hay que debatir.
Entrarle al debate del acto electoral, desenmascararlo, pero a sabiendas que la clase en su andar independiente debe movilizarse por sus propios intereses concretos, que en definitiva son los de todo el pueblo. Es toda una batalla ideológica que hay que dar en el seno de la clase. Abundar en ello, elevar el grado de conciencia en todo terreno.
En ese marco, en las referencias políticas independientes de la clase que se están creando en ciertas empresas (o donde el proletariado está resistiendo) aún existe un peso muy fuerte de la ideología burguesa que impone en los hechos ir por detrás de las “salidas” propuestas por el poder burgués.
Aparecen los “paraguas”, los “aliviadores” del poder burgués. Lo viejo del sistema.
Pero algo está cambiando en este devenir de la lucha de clases.
La resistencia crece como puede, pero crece. La clase está yendo por aumentos salariales, se resiste a una mayor exigencia de productividad y en los sectores de trabajo, bien abajo, el descontento va creciendo. La juventud obrera tiene pocas pulgas y utiliza un lenguaje más directo.
Es en este contexto que -en donde haya sectores en una empresa que ya hacen punta- aparece la exigenciaque ese sector asuma las responsabilidades de la clase en forma independiente de la empresa o del sindicato que se trate. Y en ello el ejercicio de la democracia directa es imprescindible. La organización independiente en varios planos es imprescindible.
A partir de esa premisa hay que erosionar a la empresa y al sindicato empresarial.
Asumir la necesidad de una organización de masas que juegue ese papel e interprete en lo cotidiano la acumulación política hacia la lucha por el poder.
Nada aparecerá de la nada. Las y los revolucionarios no tenemos un programa “espontaneísta”. Por el contrario, fija un camino el cual hay que transitarlo cotidianamente. Y en ello, la independencia política de la clase obrera potencia la creatividad en el actual proceso.
Y en ese pensamiento vemos que la organización independiente en todos los planos aún es el eslabón más débil. En ello, la labor revolucionaria en la vida cotidiana es fundamental.
Reproducimos para la reflexión un extracto del Programa de nuestro Partido, publicado en el 17º Congreso (2019)
“Nuestro país tiene las riquezas naturales y la capacidad laboral y científico técnica para resolver todos los problemas que nos aquejan, solo nos resta, como clase obrera y pueblo, hacernos protagonistas de nuestro propio destino, creando un sistema social de vida que sustituya este Estado viejo y retrógrado y expulse del poder a la clase dominante que lo sostiene.
Tanto la revolución como la construcción del Estado Socialista es una tarea que protagonizan el proletariado industrial y el pueblo trabajador como los verdaderos hacedores de la historia.
En este sentido, las organizaciones de masas para la revolución, así como la construcción del nuevo Estado, debe ser obra de las trabajadoras y los trabajadores, y desde ningún punto de vista una construcción monopolizada por un aparato partidario.
Tal práctica lleva indefectiblemente a la burocratización del Estado y su enajenación con respecto al conjunto del pueblo.
Entendemos que el partido revolucionario es indispensable para la concreción de dicha tarea mediante la orientación, caracterización, intervención y dirección política de la lucha de clases, desarrollando y difundiendo la ciencia del proletariado (el marxismo-leninismo).
La administración del Estado revolucionario en sí debe ser obra del pueblo movilizado y en práctica asamblearia, es decir, en ejercicio permanente de la democracia directa”.