Por estos días se ha exacerbado y no sin razones la idea de extensión de la guerra entre Ucrania y Rusia. Y esto se está llevando puesto a diferentes Estados en forma indirecta desde el planteo netamente militar, pero totalmente involucrados en la defensa de los distintos intereses monopólicos que están en juego.
Pero es un momento también para reflexionar sobre la principal causante de la continuidad de crisis que se suceden unas tras otras en el sistema capitalista, y que desde el 2008 mantienen en vilo a 8 mil millones de seres humanos.
Nuestro partido definió que la crisis capitalista tiene su principal fundamento en la crisis de superproducción. Es decir, que la misma se produjo en función de las ganancias de los respectivos monopolios globalizados y no en función de las necesidades de los pueblos.
En ese marco aparece siempre el apremio de resolver la crisis quemando fuerzas productivas y -tanto el período de pandemia como el actual proceso de guerras abiertas en diferentes puntos del planeta- esto pasa a ser una herramienta fundamental.
Guerras que son producto de la anarquía de la producción capitalista y cuyo peso recae sobre los explotados y oprimidos del mundo.
La crisis de superproducción exige a la clase dominante en sus distintas “versiones” a posicionarse en un nuevo escalón de centralización de la producción y de centralización de capitales.
Hay necesidad del capital de fortalecerse con cada vez más firmeza y las guerras interimperialistas ya están dejando bajas. Y a la vez, dando pasos hacia una nueva concentración económica y centralización de capitales requerida a épocas como las actuales.
Esas guerras -producto de la crisis de superproducción- requieren que determinados monopolios puedan asentarse en los diferentes puntos del planeta para lograr mayor productividad y menor costo salarial. El objetivo es detener la tendencia decreciente de la tasa de ganancia. Y es allí en donde hoy se están dirimiendo ganadores y perdedores.
La disputa entre monopolios es a sangre y fuego. Y eso se traduce en guerras injustas.
Para la burguesía monopolista no está claro el presente y mucho menos el futuro inmediato.
Pero es en esa confusión estructural en donde pretenden poner a la clase obrera y al proletariado como furgón de cola de uno u otro contendiente.
Esta injerencia ideológica la han batallado con éxito varias décadas y no hubo excepciones para ejecutarlas. Sea con llamados a la democracia burguesa y su profundización, sea con los palos para la dominación violenta.
Pero hoy la crisis de superproducción ha llevado a la burguesía a mostrarse como lo que es. Y la destrucción de fierezas productivas humanas producidas por las guerras es y será -en lo inmediato- un camino que intentarán seguir.
El sistema capitalista no volverá la historia para atrás. La globalización seguramente adoptará nuevas formas, pero su tendencia a la centralización y concentración no se detendrá. Los productos terminados tienen componentes de cientos de países y de lo que se trata es que esas producciones contengan mayor productividad y bajos salarios.
Es en esas condiciones objetivas que -por ejemplo- el continente africano y la India se irán transformando en la fábrica del mundo para abastecer mercados que requieren de salarios de 1 dólar. Y a la vez puedan ralentizar la caída de la cuota de ganancia de los monopolios.
Cientos de guerras injustas se suceden en el planeta y otras están en preparación. Pero su denominador común es consolidar y posicionarse a través de estas guerras en el control de los Estados para posibilitar su dominación y garantizar la producción globalizada.
Es en estos marcos que la clase obrera no puede ni debe tomar partido por algunos de sus verdugos. Por el contrario, es una etapa histórica en donde hay que azuzar la lucha de clases.
Que la clase obrera se oponga decididamente a cualquier intento de conciliación de clases.
Que la crisis política de la burguesía monopolista se profundice en el marco de las exigencias de cambios revolucionarios que requiere este momento histórico.
Bajo estas premisas la existencia del concepto de guerra de clases existe, y su carácter adquiere el concepto de guerra justa.
Es aquí en donde se requiere “leer bajo el agua” para sostener las tácticas de la clase obrera con puño firme.
La clase obrera industrial y el proletariado vienen avanzando en las luchas por conquistas económicas y políticas. En las últimas semanas se han extendido por todos los continentes y en ello la producción mundial de mercancías ha recibido golpes que están afectando las ganancias de los grandes contendientes del poder burgués. Los productos no llegan en tiempo y forma a los puertos y aeropuertos nacionales e internacionales y se degrada el concepto del “justo a tiempo”.
La crisis de superproducción, la destrucción de fuerzas productivas conlleva guerras interimperialistas y a la vez profundiza la guerra de clases.
La clase obrera viene poniendo el acento en sus reclamos -cosa que rebrota luego de varias décadas de confusión- y en ello se hace imprescindible avanzar a paso firme en la lucha ideológica en la propia clase para elevar el grado de conciencia de su capacidad para las grandes transformaciones que requiere la sociedad humana.