El año comenzó con la movida de los obreros del Puerto de Rosario, mostrando en su lucha que le torcieron la mano a la empresa y al sindicato que actuó de botón, al lograr casi todas sus demandas salariales, el pago de parte de los días caídos y la reincorporación de 20 de los 25 cros. despedidos, aunque a estos últimos se les pagó la indemnización como si hubiesen sido echados sin causa.
Luego siguieron los obreros de bodegas y viñas de Mendoza, San Juan y Salta, por aumentos de salarios.
Decíamos que ese podía ser el preludio de un año agitado y de avance proletario tomando en cuenta que se trata de un año electoral en el que los partidos políticos del amplio arco burgués que incluye a gobierno, oposición y Estado, tienden a suavizar el antagonismo con la clase obrera, ya que requieren votos del pueblo al que se le aplica la política de ajuste y merma de sus ingresos.
Porque vale recalcar que cuando hablamos de salarios, hablamos de ingresos y no de la cifra que figura en el recibo de sueldo (cuando éste existe).
Hacemos esta aclaración porque ahora se suman a la lucha los obreros de Pampa Energía, pertenecientes al gremio de los químicos (SOEPU) de San Lorenzo, Santa Fe.
Cansados de los descuentos por el “impuesto a las ganancias”, en asamblea decidieron no hacer horas extras, cosa que la empresa necesita como el agua, ya que, durante este tiempo, no tomó personal extra y los niveles de producción le requerían mayor cantidad de tiempo de trabajo.
Mientras las bases planteaban que le empresa no podía escudarse en que “la ley los obliga” y que la decisión no depende más que del gobierno, los trabajadores se plantan porque saben que los descuentos por dicho concepto, la empresa los paga al Estado con varios meses de postergación, obteniendo así un beneficio financiero que termina abultando sus ganancias.
Pero esta no es sólo la realidad de los petroquímicos en la zona del cordón industrial sanlorencino, rosarino y zonas aledañas. También los obreros de Acindar vienen reclamando a la empresa por el mismo impuesto, reclamo que une a varias ramas de la producción y que involucra a varias industrias asentadas en el país, como, por ejemplo, aceiteros, automotrices, y otras.
A coro, aunque por ahora no resuene con fuerza como en la acústica de las catedrales, los obreros resisten unitariamente ante el robo de empresas y Estado, aunque el gremio SOEPU, en sintonía con la UOM, diga que “así como está planteado este impuesto, lejos de ser justo (¿?), proporcionado y equitativo, perjudica a los trabajadores, a la competitividad de la industria nacional, y alienta la evasión”. El cinismo no tiene límites
Estos indeseables vigilantes antiobreros, pretenden igualar el problema de los ingresos de los trabajadores con la supuesta competitividad de una inexistente industria nacional (Acindar y Pampa son grupos transnacionales que explotan no sólo a trabajadores argentinos sino a los de muchos países del mundo) y, de paso, intentan ser abanderados de la recaudación del Estado al servicio de… ¡estas y otras empresas monopolistas que se llevan los frutos de todo el trabajo de millones de argentinos proletarios a quienes exprimen sin piedad!
Tal como se está planteando la lucha de clases, es necesario ver con claridad (y esto es una responsabilidad indelegable de los revolucionarios) los puntos que unen a distintos sectores de trabajadores con el fin de romper la falsa barrera gremial que los divide y organizar acciones y agrupaciones que superen no sólo a los sindicatos en cada fábrica sino también los límites de estas empresas anudando la unidad obrera.
La lucha por aumentos de sueldos, en contra del impuesto al salario, por pago de días feriados y fines de semana como horas extras al 100%, mejoras en las condiciones de trabajo (aflojando los ritmos impuestos por la superexplotación), y otras reivindicaciones, son aspectos en común que hacen a los ingresos reales de todos los trabajadores, los une en un mismo clamor y anuncian un camino de unidad de clase.