Las ausencias a los puestos de trabajo se siguen sucediendo. El inicio de año y el cansancio no afloja, altas temperaturas y condiciones de trabajo que en muchos casos se hacen insoportables.
Salarios de pobreza endémica y la vuelta a casa con penurias sociales cada vez más recurrentes.
Para el explotado y el oprimido fracasó el sistema capitalista. Todas sus formas de dominación incomodan a las mayorías trabajadoras.
Es en estas circunstancias es donde crece la pregunta de ¿qué hacer? frente a tanta injusticia.
Aunque parezca una obviedad el mejor “consejo” es luchar, sabiendo que es el único lenguaje que entiende la clase dominante.
Pero solamente así no salimos del problema.
La lucha de hoy es resistencia y la misma crece de mil formas y maneras. Pero dentro de los grandes establecimientos -fundamentalmente industriales- los interrogantes del ¿qué hacer? parecerían requerir otras respuestas a las ya aplicadas en la propia legitimidad y experiencia de la lucha de la clase obrera que ha llegado hasta aquí y que no es poca.
Las mayores dificultades aparecen cuando nos enfrentamos a la debilidad existente en el plano de la independencia política de la clase obrera en cada lucha concreta.
A saber: en un sector se resiste a tal medida de la patronal y algunas veces se gana y otras se pierde. Pero los obreros del sector (en cualquiera de las dos variantes) deberán asimilar que acumular fuerzas para cambiar la correlación entre las clases enfrentadas requiere de un sistemático trabajo de organización independiente en distintos planos, capaz de revertir los mayores obstáculos que se nos vendrán.
Pero cuando hablamos de independencia y de sus diferentes grados de organización con esas características no estamos hablando de fórmulas o recetas que “nunca encajan” con la experiencia vivida por la clase y que tanto dañan. Estamos hablando de una independencia de clase que anuncia que no hay conciliación de clases entre capital y trabajo. Y sobre la base de ese principio se abrirán múltiples formas y metodologías de organización.
A partir de ello las y los revolucionarios contamos con un programa que va definiendo a grandes rasgos las tareas de todo el desarrollo de la lucha entre las clases.
Volviendo a la experiencia del sector que ha luchado, la tarea de las y los revolucionarios es elevar el grado de conciencia en el sector centrando en que la lucha es de la clase y que esa base de pensamiento se debe transmitir al unísono en organización independiente.
Cuando hablamos de organización independiente y la pegamos a la ideología en un sentido eminentemente práctico estamos preocupados y ocupados por construir el Partido de la clase obrera. Ya que es el Partido de la clase quien ha podido elaborar un programa que en el plano político se propone la lucha por el poder y que -llevado a lo cotidiano- implica crecer en fuerzas de Partido para que toda táctica que se adopte ante la lucha económica y política se haga en función del poder.
Esa construcción del Partido que sigue siendo muy compleja y llena de dificultades es inseparable de la construcción de otras organizaciones políticas de la clase en diferentes niveles que se trate.
Si “mi sector pudo conquistar el reclamo” inmediatamente hay que generar organización que resuma esa lucha para dar un nuevo salto. Y es el Partido de la clase quien debe elevar ese grado de conciencia antes mencionado que permita generar más organización para otros sectores de la planta.
Esas organizaciones de base y amplias son las encargadas de transmitir la experiencia de lucha y organización del sector que ha triunfado. Hay que romper el aislamiento y multiplicar la metodología adoptada y propuesta por el Partido que radica esencialmente en la democracia directa, llevada a cabo creadoramente.
Estas organizaciones que se van desarrollando son de la clase y es tarea del Partido concientizarlas como tales. No hay recetas ni esquemas ya que lo que debe primar es la independencia de clase y en ello la organización Partido y las organizaciones de masas se complementan unas con otras.
Las dificultades que tenemos las y los revolucionarios en asimilar este grado de materialización del proyecto revolucionario con organización política y llevarlo al terreno eminentemente práctico.
En la clase hay un sector de avanzada que no solo está resistiendo, sino que además está en búsqueda de algo nuevo. Y es allí en donde la confianza en la clase se debe materializar en acción práctica utilizando un lenguaje directo para saber el porqué de la lucha emprendida y sus objetivos estratégicos.
Es un camino complejo. En ese terreno las fuerzas políticas de la burguesía juegan con el reformismo y el populismo, ambas corrientes son las portadoras de la conciliación de clases y a la hora de la confrontación real introducen las ideas de dominación basadas en este momento histórico en la democracia burguesa o representativa. Ese terreno –aunque cascoteado por la experiencia de nuestro pueblo- sigue siendo aún “una piedra en el zapato” para la clase obrera.
La lucha en el sector que ha sido triunfante se tiene que hacer fuerte también en la lucha ideológica en la propia clase, en el propio sector y hacer valer la otra democracia, la obrera, la democracia directa, para que pueda tomar fuerza desde la propia raíz de la sociedad.
Es tarea del Partido Revolucionario desplegar esa conciencia revolucionaria y es tarea de las y los obreros conscientes dar el paso en organizarse en el Partido para ayudar a masificar la idea de cambio revolucionario que requiere a gritos nuestra propia experiencia.