Esta semana en nuestro canal de YouTube publicamos una nueva columna de la serie Hablemos Claro (https://youtu.be/JPG0p7b-aRs).
En ella –y a propósito de toda la fanfarria que ya ha comenzado en un nuevo año electoral- se explica la clara diferencia que hay entre los programas políticos reformistas y los programas revolucionarios.
A partir de allí, varios comentarios o inquietudes surgen desde quienes siguen y comparten nuestros materiales. Una de ellas tiene que ver con el tema de las clases sociales, aspecto crucial si lo hay y sobre el que varias veces nos hemos referido. Pero bien vale la pena volver sobre algunas definiciones principales ya que si se parte de un análisis incorrecto seguramente se concluirá en políticas que nada tienen que ver con los intereses obreros.
En el capitalismo, la división de las clases está identificada por las relaciones de producción. Es decir: por la forma en que la sociedad produce mercancías.
En el seno de las relaciones de producción, cada individuo ocupa un lugar determinado por la división social del trabajo. Y en el mismo desarrollo de la producción de mercancías, se encuentran identificadas dos clases sociales fundamentales para la reproducción del sistema capitalista: la clase obrera (que es la que produce las riquezas con sus propias manos) y la burguesía (la cual se apropia de lo producido).
La clase obrera se ve obligada a venderle su fuerza de trabajo a la burguesía, ya que no tiene otro medio de subsistencia, mientras que la burguesía es la poseedora de todos los medios de producción, y por lo tanto de todo lo producido.
Es por eso que, desde el nacimiento del capitalismo, al igual que las diferentes sociedades donde existieron oprimidos y opresores, el antagonismo de clases es inherente al mismo sistema de producción.
Por lo tanto, la lucha de clases entre quienes defienden sus riquezas y quienes luchan por una vida digna existió y seguirá existiendo como consecuencia natural del capitalismo.
Las luchas y los enfrentamientos que se llevan adelante tienen “metido adentro” la contradicción antagónica entre la burguesía y el proletariado.
En la etapa actual que definimos como capitalismo monopolista de Estado (última fase de desarrollo del sistema capitalista) la oligarquía financiera ha cooptado los Estados en el mundo poniendo en funcionamiento todas sus instituciones a su estricto servicio. Donde son directamente los monopolios quienes toman las decisiones políticas y económicas que encaminan el destino de nuestro país, colocando e interviniendo inclusive, en cargos fundamentales como funcionarios de Estado, a gerentes y empleados de altos rangos de las empresas monopólicas. Quienes gobiernen en este Estado serán quienes administren mejor los intereses de la oligarquía financiera.
Y no le hacen asco a nada: sus gobiernos pueden tener tintes de cualquier color u olor, con caretas de izquierda, de derecha o de centro, según más le convenga.
Por eso no puede sorprendernos que ciertos políticos o intelectuales burgueses levanten en sus discursos posiciones “izquierdistas” con el objetivo de pretender desvirtuar el antagonismo de las clases y oscurecer cualquier posibilidad de cambio real, de lucha por el poder. No sorprende tampoco las falaces discusiones políticas que sostienen que en esta democracia burguesa existen los representantes de “la derecha” (que serían los malos) y los representantes de “la izquierda” (que serían los buenos).
Con esto se busca esconder la razón fundamental de la lucha de clases, que es entre la burguesía y el proletariado. Porque cuando la clase obrera se erige como dirigente de todo el pueblo oprimido, encolumnando en sus filas a los diferentes sectores, es allí mismo donde aparece el poder real capaz de llevar adelante un proceso revolucionario que sea capaz de arrebatarle el poder y, por lo tanto, expropiarles sus medios de producción. Para que la clase obrera y el pueblo tome de una vez por todas los destinos de nuestro país.
Izquierda, derecha o centro, no son más que definiciones que intentan entorpecer la avanzada de la lucha de clases.
Los partidos políticos de la burguesía y la izquierda hegemónica (con la mirada puesta en el parlamentarismo burgués) utilizan estas terminologías con el objetivo de dividir a la clase obrera y al pueblo. Le tienen terror a la lucha de clases.
Desde nuestro Partido sostenemos que cuando la clase obrera da pasos en los diferentes niveles de movilización, enfrentamiento y organización desde las bases, avanzando en la unidad, se desatan nuevos y poderos vientos que siguen ahondando la crisis política de la burguesía, abonando la posibilidad material de que avance un proyecto revolucionario en la Argentina, y la toma del poder con la clase obrera como vanguardia.