El término “pobreza”, en el lenguaje de la burguesía, es tratado sólo como una mera estadística.
Como ya afirmamos otras veces, superar un umbral predeterminado por una cifra equis (que la propia clase dominante decide), implica que la medición de la pobreza se realiza sobre los aspectos cuantitativos, relegando los cualitativos.
Nos referimos a que si el límite para ser pobre está fijado hoy en 170.000 pesos, aproximadamente, tener ingresos por 180.000 no constituye más que una diferencia numérica que, a la hora del acceso a los bienes y servicios básicos que una familia necesita, sigue resultando insuficiente. Y, además, se soslaya en qué condiciones materiales de vida se desenvuelven las familias trabajadoras que, además de trabajar y no poder garantizar el sustento, no pueden siquiera pensar en otra actividad más que la del trabajo agotador y agobiante a las que se encuentran sometidas.
Al respecto, el último informe de UNICEF Argentina revela que 2 de cada 3 niñas y niños en Argentina están en la pobreza y privados de derechos básicos aun cuando ambos progenitores trabajan.
Al haberse realizado tal informe sobre la base de la Encuesta Permanente de Hogares del INDEC (que es el que fija los “montos de la pobreza” señalados más arriba), el mismo adolece de de esas limitaciones, ya que afirma que esas cifran refleja a los hogares donde padre y madre tienen trabajos precarios (o en negro, como se los conoce popularmente) y que allí donde se consiguen trabajos “en blanco”, el porcentaje sería de 1 niño o niña cada tres.
Entonces es legítimo preguntarse: ¿los millones de trabajadoras y trabajadores que están en blanco pero que no llegan a las cifras que marca el INDEC como límite de la pobreza, escapan a esas condiciones? ¿Si una familia, aun cuando ambos progenitores trabajen en blanco y tengan obra social, logran arañar los 200.000 pesos, tienen acceso a los bienes y servicios indispensables para la vida?
La respuesta es claramente negativa.
Sin embargo, la aparición de estos informes confirma de alguna manera la realidad laboral, social y económica de millones de familias trabajadoras. De cómo se desenvuelve la vida de la clase obrera y otros sectores asalariados en esta etapa del capitalismo.
En efecto, el informe lleva a conclusiones sobre el fracaso del capitalismo, aunque no lo diga y no es que se le exija que lo haga.
La tendencia que marca el estudio, más que una tendencia, es el rumbo que la clase dominante ha determinado para amortiguar la crisis del capitalismo. Como lo afirmamos en el artículo publicado el 14 de febrero pasado ( https://prtarg.com.ar/2023/02/14/politica-de-ajuste-o-politica-de-disminucion-de-ingresos-y-derechos/), la única política de la burguesía monopolista es la disminución de los ingresos y los derechos básicos de la clase productora.
De allí que los trabajos sean cada vez más precarios; que los que no lo son no alcancen tampoco a cubrir las necesidades básicas; a que las mismas no puedan ser cubiertas aun cuando trabajen madre, padre y hasta hijos o hijas en edad de hacerlo.
La proletarización de miles de millones de seres humanos a quienes no les alcanzan sus ingresos para sostener con una mínima dignidad sus vidas, es el modo que ha adoptado la oligarquía financiera, aquí y en el mundo, para sobrellevar la crisis de súper producción capitalista y la irrefrenable tendencia decreciente de la tasa de ganancia.
De allí también se concluye que ya no hay teoría del derrame que valga. El destino que avizora la clase dominante es que trabajemos cada vez más para vivir cada vez peor, mientras su clase goza de los beneficios de tales políticas.
Así se explica que el ritmo de la lucha de clases mundial se venga acentuando hacia un alza en la que la clase obrera y el proletariado en general resisten estos embates que ya no sólo apuntan a lo que se denomina “el reparto de la riqueza”, sino a las condiciones de vida y subsistencias mismas.
El enfrentamiento que se avizora debe encontrar a las y los comunistas en la primera línea de fuego para aportar a que el mismo se dé en el plano de la lucha política, porque de ello se trata: las luchas por mejores condiciones de trabajo y de vida no se limitan a ganar un poco más para seguir con las carencias; deben apuntar a quebrar esta política adoptada por la clase burguesa en su conjunto en un camino de acumulación de fuerzas y organización de las mismas que apunten a la lucha por el poder.
Realizar esas tareas políticas, ideológicas y orgánicas es absolutamente indispensable para que la clase obrera adopte el desafío de ponerse a la vanguardia de tal enfrentamiento, construya su partido y lleve adelante su propio programa y sus propias políticas, logrando una sólida unidad de clase y ampliando dicha unidad al resto de los sectores explotados y oprimidos.