Por estos días se han desatado varios conflictos a lo largo y lo ancho de nuestro país.
Huelga en inspectores de tránsito en Salta, trabajadores de la salud en la provincia del Chaco, huelga en hospitales públicos en Córdoba, ADES Coca Cola de Pilar y de Córdoba, huelga de trabajadores municipales de Ramallo y de General Villegas, huelga de docentes de la provincia de Santa Cruz, huelga de municipales en Villa Allende Córdoba, huelga de docentes en Neuquén, huelga de obreros de la construcción en una obra barrial de San Pedro, huelga de docentes de la Universidad Nacional del Nordeste, Chaco, huelga docente en CABA, Firestone, Mondelez…
Estamos hablando de decenas de conflictos que se acumulan por semana y en ello son miles y miles de trabajadores y trabajadoras que van acumulando experiencia y fuerzas en una ola de protestas que sigue su marcha ascendente.
Es un fenómeno que existe más allá de los enjuagues políticos que se puedan realizar por arriba. El peso de los de abajo es una molestia y desacomoda a la clase dominante.
Pero en este contexto de resistencia, en donde se están generando avanzadas que van rompiendo con lo establecido durante décadas, entendemos que, en forma simultánea a la lucha y a la movilización, nuestro Partido y esas avanzadas que aún experimentan su paso cualitativo superior a organizarse en un destacamento político revolucionario tienen que asumir tareas irreemplazables para la hora actual.
Nosotros los llamamos tribunos políticos a esos compañeros y compañeras que desde su lugar de trabajo y en las condiciones que sean elevan la conciencia de clase en cada embestida o en cada manifestación de bronca o rebeldía.
Ese tribuno político tiene que convencer, persuadir, explicar las causas del por qué el proletariado está en las condiciones que está y que al camino de la resistencia hay que sumarle la organización independiente en varios planos.
Pero el tribuno político no es tal si no va acompañado en cada momento por un grado de organización práctica que avale el posicionamiento político revolucionario.
En eso, las avanzadas de trabajadores y trabajadoras deben jugar un papel irreemplazable. No es tarea de un solo individuo explicar las causas del dolor reinante, de marcar al sistema capitalista como un freno al desarrollo de cada uno de nosotros como clase trabajadora. Es una tarea de los miembros del partido, del tribuno político y de aquellos compañeros y compañeras que deben asumir un compromiso militante para que las ideas revolucionarias fluyan como el agua.
El ganar conciencia de clase requiere de un trabajo constante. De adoptar ciertas metodologías, hábitos, pero por sobre todas las cosas no subestimar al compañero y a la compañera que le pone el lomo al trabajo, que sufre la explotación y la opresión. Ese odio de clase no es de subestimar, aunque muchas veces las cosas no se expresen como quisiéramos que se expresen. Es allí en donde los tribunos políticos bien pegados al sector de trabajo no pueden mezquinar la lucha ideológica y política.
Las avanzadas sin partido no pueden eludir este desafío. La vida actual, la resistencia que crece implica que los compromisos con una estrategia de poder deben atarse de lo débil a lo fuerte, concepto este que intenta romper con la desconfianza que la clase dominante ha metido en el proletariado por varias décadas.
La desconfianza debe ser combatida con el ejemplo del tribuno político, con la política que se ha llevado adelante. Pero así y todo ello no es suficiente. También es responsabilidad de las avanzadas a comprometerse en un proyecto político en algún nivel de organización para poder ir desatando fuerzas en la lucha por una nueva sociedad.
En esas avanzadas también existe el potencial de proletarios como tribunos políticos y ese es el paso necesario para lo que se está viniendo, para ese sentir el cambio que está recorriendo una parte importante de la sociedad.
Si el causante de tanto dolor es el sistema capitalista y en ello la burguesía monopolista ostenta todo su poder para sostener lo perimido y putrefacto, la experiencia de miles y miles que están “poniéndole el pecho a las balas” todos los días en paros, huelgas, movilizaciones, tienen que conocer las ideas de cambio, de cómo su “rutina” de lucha puede conmover los cimientos del poder.
En varias fábricas monopolistas de gran porte las dirigencias empresariales y sindicales intentan imponer el “apriete”, amenazar con viejos métodos para amedrentar a la resistencia. Lo hacen como pueden y recurren a los palos, al despido, a la “crisis”, o a la mentira de amenazar con cerrar las puertas de sus empresas.
Los sindicatos empresariales bajan esas posturas amenazantes. Es allí es donde los tribunos políticos tienen que desenmascarar cada una de estas amenazas y el por qué la resistencia a cada medida de presión en sí mismo ya es un logro.
Para amenazar hay que tener con qué. La burguesía utilizó a discreción el engaño durante décadas. Esa pólvora aún no está mojada y no se puede subestimar. Pero el poder de fuego del engaño ya no es el mismo y la resistencia fluye como puede, pero fluye. Y eso no es poca cosa.