Hay bronca en el laburo. El salario es malo, pero el cansancio de las horas extra es superior. Nos negamos a ir a trabajar el sábado. De arriba, nos aprietan y toman algunas represalias: crece el maltrato de los jefes, nos controlan más el tiempo para ir al baño. Es como una pelota de nieve hasta el punto que estalla por algo menor. Un jefe le gritó más de la cuenta a un compañero, el maltrato llegó a un límite, nos cansamos. Al fin, logramos hacer una asamblea y plantamos la medida. Que nos quiten al jefe ese, basta de aprietes. El sindicato no estaba de acuerdo, pero no le quedó otra. Con anunciar un quite de colaboración fue suficiente. Al jefe lo trasladan de sector. Eso sí, horas extra sábados y domingo no hacemos más ¿Qué tiene que ver el jefe con las horas extra? En apariencia, nada, pero la empresa sabe, y nosotros también, que por un tiempo no puede joder.
Este pequeño relato se repite en centenas de puestos de trabajo en todo el país. Nuestros personajes consiguieron su reclamo inmediato, pero ellos saben, y la empresa también, que es cuestión de tiempo para que baje la espuma, que se calmen los ánimos y volver a insistir con las horas extra o la productividad. Y ahí está el problema, el nudo que como clase debemos desatar ¿Cómo avanzar en organización? ¿Alcanza con plantarse cuando la cosa no da para más?
La historia universal nunca se detiene, y la historia de nuestra clase tampoco. Durante las décadas de 1980 y 1990 el proletariado sufrió un retroceso inédito a nivel mundial, debido a la derrota de procesos revolucionarios, la caída de la URSS, y la incorporación de China al mercado mundial con mano de obra barata y la revolución tecnológica. Fueron momentos muy difíciles que destruyeron la conciencia de clase adquirida hasta entonces.
Para mediados de 1990, en las empresas prácticamente no se luchaba. Era raro presenciar conflictos económicos, de los más elementales. Fueron necesarios muchos años para que la clase reconstruya una tradición mínima de organizarse para la lucha económica, y si bien todavía hoy cuesta, y no podemos decir que las prácticas asamblearias y las medidas de acción directa sean algo que ya está instalado, tampoco se puede negar que en los últimos años se han producido ciertos avances elementales en el plano de la conciencia. Ya nadie cree que “si a la empresa le va bien, a nosotros también”. Al contrario, se sabe por la experiencia recorrida que, si ellos quieren aumentar productividad, a nosotros y nosotras se nos viene más miseria y explotación: no hay derrame.
Y ahí es donde la lucha económica llega a un techo. Nos organizamos, como aquellos obreros y obreras del relato, ante un problema puntual. Pongamos por caso, para echar a un jefe y no hacer horas extra. Esa lucha, es una lucha espontánea, que se desarrolla producto de una experiencia adquirida en décadas y de una necesidad cada vez más apremiante de libertad, por los ritmos de vida que llevamos. La experiencia realizada sirve un montón, pero no alcanza si no avanzamos en organización porque tan pronto como “baja la espuma”, la empresa se reorganiza y vuelve a lanzar alguna iniciativa para disciplinarnos e imponer, en este caso, las horas extra.
Por eso no debemos dejar pasar que la lucha económica, que tanto nos costó desarrollar aunque sea de manera mínima durante los últimos 30 años, no deja de ser una lucha espontánea de las masas, y que por lo tanto, para este nuevo período de la resistencia obrera que empezamos a transitar, es necesario entender que sin organización política no solo es imposible avanzar hacia un proceso revolucionario, sino que también es imposible avanzar y consolidar la propia lucha económica; sin organizaciones políticas estables, no hay organización y planificación, y todo queda librado, en el mejor de los casos al sindicalismo, es decir, a la reacción natural y espontánea de la clase obrera frente al capital.
Hay un nivel de resistencia obrera que ya está instalado en muchos centros laborales, una pelea constante contra la patronal. Pero a pesar de ello cuesta avanzar en organización estable, y por lo tanto, cuesta avanzar en luchas de mayor envergadura: contra despidos, por sustanciales aumentos salariales, por el reconocimiento de la organización independiente y otras libertades políticas en general, etc. Por eso, sigue siendo una situación de resistencia, y de una resistencia con grados de organización todavía muy bajos, esa es la piedra angular de esta etapa, y lejos de constituir un problema sindical, constituye un problema político.
En otras palabras, el reclamo económico es espontáneo, el propio desarrollo de la lucha de clases y las miserables condiciones de vida empujan a la clase, cada vez más, a llevar a cabo esta lucha, que igualmente debemos alentar y organizar. Pero para que esa lucha pueda superar el marco económico, es necesario construir organizaciones políticas de la clase obrera.
La asamblea que nuclea, pongamos por caso, 100 compañeros y compañeras frente a un reclamo, es algo extraordinario, pero tan pronto como acaba esa lucha por el reclamo puntual, esa asamblea pierde razón de ser y, como clase, nos encontramos nuevamente desarmados.
Por eso, cada vez es más importante no solo los 100 compañeros y compañeras que constituyen una asamblea frente a un problema particular, sino más bien los cinco, diez o veinte compañeros y compañeras que deben organizarse políticamente para impulsar la lucha política.
Y cuando hablamos de lucha política, no nos referimos al abandono de las reivindicaciones puntuales de los trabajadores de la empresa, sino a incorporarle a esos mismos problemas el enfrentamiento clasista, el problema nacional e internacional de la lucha de clases, en definitiva, todas las aristas que hacen a la comprensión y aplicación del materialismo dialéctico parados desde lo particular a lo general.
En eso, como trabajadores contamos con tres niveles. El nivel más elemental es la asamblea, órgano de decisión de masas. Esa asamblea que aparece, hoy muchas veces, de manera concreta ante un reclamo particular. Luego, debemos fortalecer otro nivel que es la agrupación política en la empresa. Y decimos política, justamente porque el objetivo de las agrupaciones de la clase debe ser superar el simple problema electoral de “ganar la comisión interna” (lo que no implica abandonar dicha tarea) y relacionar abiertamente los problemas de organización política con las dificultades de la lucha económica.
¿Cuáles son los principales problemas de las y los trabajadores? ¿Cómo proponemos organizarnos para conquistar tales reivindicaciones? ¿Bajo qué formas concretas debemos organizar la democracia obrera para ello? ¿Qué medidas de acción directa hay que llevar a cabo? ¿Cómo se relaciona esto con los problemas generales de la lucha de clases? ¿Es nuestra lucha una lucha aislada?
Son preguntas básicas, elementales, pero sin ese núcleo fundamental, es imposible que la asamblea de un salto en calidad hacia la organización estable, porque la asamblea es solo una de las instancias de organización obrera que necesita la clase. Acaso la más importante, pero no la única.
Luego, para desarrollar estas tareas, para planificar en función del horizonte de la lucha de clases, para dar la lucha política e ideológica dentro y fuera de las agrupaciones, es necesario el Partido: la organización profesional que propone soluciones e iniciativas para el desarrollo de las distintas herramientas de organización de la clase.
Cada una de estas cuestiones puede, desde ya, desarrollarse mucho más. Es cierto que hoy ya existen experiencias embrionarias de lo que planteamos y además que contamos con la experiencia histórica de nuestra clase, somos conscientes de ello. Tanto como que muchas complejidades atraviesan el trabajo revolucionario en estos tiempos. Pero sin la construcción sólida de organizaciones políticas de la clase (agrupaciones y partido) no se desarrollará ni la conciencia de clase ni la capacidad efectiva de lucha de la clase obrera.
Así como nos desvela el cómo organizar el enfrentamiento para echar a tal o cual jefe, para abandonar las horas extra, para luchar contra los ajustes de productividad, para conquistar mejores salarios, etc., etc., a las y los obreros conscientes nos tiene que desvelar la organización política de la clase, empezando por la construcción de partido.