«Diógenes y el linyera»

Varias generaciones disfrutaron de esta tira dibujada por Tabaré, Más de 4 décadas casi ininterrumpidas fueron parte de alguna charla en el sector de trabajo, compartiendo un café o simplemente un comentario familiar.

Pero detrás de «Diógenes y el linyera» que conocemos los argentinos hay otra historia que data del siglo V (aC).

En este caso Diógenes era el linyera, un vagabundo que caminaba las calles de ciudades griegas reuniendo a la gente y expresando pensamientos extremádamente «cínicos». Era un filósofo de la escuela de Sócrates, de una corriente filosófica llamada Cínica, aunque en aquel entonces la palabra cínica tenía otra acepción, más cerca de impúdico, desvergonzado, procaz. Reclamaban la independencia de pensamiento de todo lo instituido.

El Diógenes del pasado acomodó su vida en las calles, ese era su lugar.

Estamos hablando de los dos Diógenes. Donde el primero era el linyera y un filósofo vagabundo; y del otro Diógenes, el perro del linyera, el que conocimos más de cerca.

Han pasado muchísimos años y lo que pretendía ser una escuela (el «cinismo», palabra que deriva de kines y significa perro) perduró solo algunos siglos. En nuestro caso las tiras de Diógenes y el linyera nos advierten de algo muy distinto al «cinismo» que entendemos hoy.

La burguesía (es decir la clase dominante) intenta llevarnos a un «Diógenes y el linyera» hoy. Lo que podría sintetizarse en una vida de «perros» en donde la calle (en el más amplio sentido de la palabra) sea el hogar de las mayorías desposeídas.

En el siglo V a.C. el «cínico» venía a romper los primeros moldes del poder esclavista. La voz de Diógenes, sus pensamientos, pero por sobre todas las cosas su práctica de vida lo llevaba a un rechazo de la opulencia al ver a niños a su alrededor que comían con la mano y con escases extrema de alimentos. Su vida transcurrió en la pobreza.

El actual sistema capitalista nos retrotrae a épocas del «esclavismo» humano moderno. La pobreza y miserabilidad «hacen gala», copan el escenario más ruin de la sociedad humana y el «cinismo» de la burguesía -como lo entendemos hoy- nos habla de «la inteligencia artificial» (IA) y a la vez esconde bajo la alfombra los «Diogenes y linyeras» de la «modernidad».

Escuchar al arco político con los Larreta, los Kirchner, los Macri, las Bulrich, los Milei y una colección de arribistas para sostener las políticas monopólicas en marcha, es escuchar a los «esclavistas» ante el despertar de esclavos y filósofos que ya entendían de pobreza muchos siglos atrás.

Pero la historia de la humanidad ha padecido simbronazos, revoluciones sociales que han elevado a la sociedad humana a peldaños superiores. Y esos Diógenes y linyeras -ya no importa el orden-, con su fuerza de trabajo, con esa fuerza de «perro» fueron moldeando el devenir. Sus acciones ejemplares se sucedieron con pensamientos de cambio y en ello se fueron incubando nuevas clases sociales que ya no aceptaban una «vida de perros»… Sino -por el contrario- empezaron a pensar y a accionar como el Diógenes de hoy, nuevos proletarios que no quieren ya esa vida, el vagabundeo o la miseria estructural. Un Diógenes pensante, perro como la tira, pero un linyera proletario, muy lejos de lumpen proletario que se nos presenta.

Son épocas de desenlaces inéditos, los hechos se suceden en el planeta con cierta vertiginosidad, los pueblos ya no quieren más de lo mismo, detestan su futuro de «linyera» que como única opción nos da el sistema capitalista.

Ya no se trata de limitar el concepto al linyera de décadas atrás y que hoy pululan en las calles. Se trata del carácter de clase que hoy tiene “el nuevo linyera» que -para sostener su hogar- tiene que trabajar en dos o tres lugares, no pudiendo compartir una vida digna con la familia, amigos y compañeros de trabajo.

Los proletarios agobiados por la pobreza han comenzado a subir la cuesta de la lucha, contra el cansancio que nos propone un sistema capitalista que ha fracasado en sus propuestas de elevar la calidad de las sociedades humanas.

Los «Diógenes y Linyeras» ya no se detendrán con las falsas ilusiones que justifican la irracionalidad capitalista. Son en todo caso los obreros, los proletarios, que han comenzado a decidir sobre su futuro y la capacidad con pensamiento propio, de clase, para desatar las fuerzas contenidas por la actual clase dominante.

 

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