Faltan poco más de 60 días para la realización de las PASO, elección en la que se dirimen las candidaturas para los comicios a presidente de octubre.
Las internas de los partidos y de las coaliciones o frentes que se proponen competir son un desbarajuste fenomenal. Las representaciones políticas de la burguesía no escatiman esfuerzos a la hora de mostrar las miserias más bajas, sus “propuestas” (que son más de lo mismo); en definitiva, una pelea a cielo abierto por ganarse el favor no del electorado sino de sus mandantes, la burguesía monopolista.
Mientras tanto, las condiciones de vida de las masas proletarias se agravan cotidianamente en un tobogán que pareciera no llegar nunca al suelo. Día tras día se profundiza el deterioro y la falta de perspectivas de millones de familias trabajadoras.
En este escenario no es extraño que alguno de los pocos analistas lúcidos que quedan en los medios del sistema adviertan sobre el divorcio entre los de arriba y los de abajo. Ellos acuden a las encuestas para fundamentar tales advertencias, pero sólo basta con dialogar con mujeres y hombres de cualquier sector social que padecen esta realidad acuciante para darse cuenta de la separación cada vez más grande entre los intereses de las amplias mayorías y los de las fuerzas políticas del sistema.
Podemos aseverar que, como nunca antes en una elección presidencial, en la medida que se acerca la fecha de los comicios el rechazo y la apatía crecen sensiblemente. Independientemente de quién gane o quién pierda, la sensación generalizada es que nada va a cambiar luego de las elecciones. O, peor aun, que lo que vendrá puede ser más malo que lo que está.
Así es entonces que se delimitan dos campos en pugna que se van definiendo claramente. El de todos los partidos del sistema (incluida la izquierda reformista), que se postulan para alimentar la farsa de la democracia burguesa, y el amplio espectro del pueblo trabajador que no deposita expectativa alguna en dicha farsa.
Objetivamente, así está planteado el enfrentamiento clasista en esta coyuntura electoral. Esto lo reafirma el alza constante en la lucha de distintos sectores del proletariado que salen decididamente a pelar sus demandas económicas y políticas, incluso rompiendo con la institucionalidad del sistema, en una nueva espiral de enfrentamiento que no enfría ninguna promesa de campaña que siquiera sea tomada en cuenta.
La perspectiva es que esta separación se siga ahondando, en la medida que la lucha también va haciendo su parte. Por un lado, condicionando cualquier política que se proponga seguir quitando derechos y conquistas como condición para atenuar la crisis capitalista. Por el otro, enseñando a amplias capas proletarias el valor y la solidez que puede alcanzar la contienda en la medida que tomamos en nuestras manos la decisión de las medidas a llevar a cabo y las metodologías que garanticen su cumplimiento.
La experiencia de democracia directa que se viene desarrollando en las luchas actuales, con la particularidad que ello se extiende en la clase obrera industrial, hace avizorar que el horizonte del enfrentamiento se irá ensanchando. La paz social que necesita la clase dominante aparece amenazada cada vez más ante la creciente rebeldía del pueblo trabajador.
Es de suma importancia anclar el análisis de la coyuntura teniendo en cuenta esta situación de la lucha de clases. Ello implica que las fuerzas revolucionarias debemos profundizar las tareas que ayuden a profundizar y a generalizar esta tendencia que va marcando la contienda, en pos de hacer consciente que el camino que se emprende en la lucha cotidiana es el que se debe organizar para que el mismo sea el camino a recorrer en la lucha política contra la burguesía en su conjunto.
El poder de la movilización y el enfrentamiento abierto contra las políticas de los de arriba podrá ser fortalecido si se despliega en las masas trabajadoras la agitación y la propaganda de las ideas revolucionarias que apunten a acelerar la ruptura del movimiento de luchas con la institucionalidad del sistema, camino que se viene transitando, con la perspectiva de construir organizaciones estables que vayan materializando ese poder de hecho que se manifiesta en cada lucha.