Se conoció hoy el cierre de la renegociación con el FMI.
En primer lugar, hay que decir que la misma se confirma luego de las últimas medidas tomadas por el ministro-candidato, Sergio Massa, las que otorgaron nuevos beneficios al capital concentrado, ejecutando una “devaluación controlada” al otorgar un dólar diferencial a las exportaciones agroindustriales, reducción de las importaciones y metas fiscales que garantizan la continuidad del impresionante ajuste que se viene aplicando en los gastos estatales, principalmente en las jubilaciones, pensiones y programas sociales.
Es que los efectos de las medidas son una nueva vuelta de tuerca en la concentración y centralización de capitales, ya que lo que se le otorga a los monopolios es solventado, como siempre, con el producto de la riqueza que genera la clase obrera y el proletariado en general. De allí que todos estos enjuagues (que se hacen pasar como acuerdos) apuntan al objetivo no de garantizar el pago de la deuda con el FMI sino la transferencia permanente del capital socialmente generado a las manos de la oligarquía financiera, en el marco de la crisis capitalista mundial.
Al mismo tiempo, la llamada devaluación controlada sólo opera para los sectores burgueses que imponen sus condiciones en el marco de la lucha intermonopolista, incluso, en detrimento de otras facciones de la burguesía. Pero ese mal llamado control es inexistente; el dólar ha seguido su escala alcista, llegando a 550 pesos cuando hace dos semanas se cotizaba a 480. Esto implica un nuevo impulso al aumento generalizado de los precios (la inflación) que seguirá esquilmando los bolsillos de las familias proletarias.
En esa carrera lo único que queda retrasado es el precio de la fuerza de trabajo, es decir los salarios. Todas las paritarias acordadas hasta aquí ya son inservibles. La espiral de la inflación seguirá su curso alcista, sin lugar a dudas.
Esto hace prever que la lucha de clases estará lejos de calmarse. Es previsible una nueva oleada de luchas por reclamos salariales.
Sea ese u otros los motivos que impulsen la lucha de la clase obrera y el resto de la masa proletaria, es necesario profundizar en la creciente ruptura que se viene manifestando con las cúpulas sindicales. Que el camino del enfrentamiento siga un curso por el que se gane cada vez mayor independencia respecto de toda la institucionalidad burguesa, maquinaria sólo destinada a garantizar la efectividad de la política de la burguesía monopolista a la hora de recortar salarios y avanzar en los grados de explotación de la fuerza de trabajo.
De allí que el cierre de las tratativas con el FMI, así como todas las medidas pro monopolistas que aplica este gobierno (y que seguirá aplicando el gobierno que lo suceda), deben ser parte de la denuncia política a realizar para que la lucha por las demandas inmediatas de las masas trabajadoras avancen en conciencia política, en visualizar hacia qué enfrentamiento deben dirigirse las fuerzas que se vayan acumulando y organizando en el curso de la lucha de clases.
De lo contrario, de no haber un enfrentamiento en el plano político, el movimiento estará condenado a correr irremediablemente detrás de las demandas económicas con el resultado ya conocido.
Como ya lo hemos afirmado, no enfrentamos sólo la política del patrón que nos explota cotidianamente sino la de toda la clase burguesa. A partir de ese entendimiento fundamental es que será posible avanzar hacia otros planos de la lucha en el que las fuerzas de la clase revolucionarias estén en mejores condiciones de proponer una salida revolucionaria que incluya a todo el pueblo explotado y oprimido.