Hasta hace muy poquitos meses la empresa automotriz multinacional Stellantis (que reúne a marcas como Fiat, Alfa Romeo, Lancia, Maserati y Abarth de FCA Italy; Jeep, Chrysler, Dodge y RAM de FCA US; Peugeot, Citroën, DS, Opel y Vauxhall del Grupo PSA) “renunciaba a una estrategia”: deslocalizaba sus plantas en China para presentar batalla en “terreno propio”. En tanto la industria automotriz alemana –contradictoriamente- reafirmaba su intención de continuar presente en el país asiático, no abandonando un terreno ganado en fabricación de coches de combustión para comenzar a hacer pie en el coche eléctrico. Como vemos el capitalismo navega con brújulas deterioradas.
Cosas del “mercado”
Actualmente ambas expresiones del capital financiero reafirman su posición “asociándose” a empresas líderes en el mundo de origen chino, en donde a la fusión del capital se le suma tecnología de última generación que ya se aplica masivamente en el mercado chino provocando más contradicciones interburguesas.
La radicación de gigantescos parques industriales en México, a pocos km. de los EEUU (y para abastecer a ese mercado) no le va en zaga en la industria automotriz. Lizhong, un fabricante chino de llantas para automóviles, está construyendo la primera fábrica de la compañía fuera de Asia, en un parque industrial de Nuevo León. Los principales clientes de Lizhong, incluidos Ford y General Motors, presionaron a la empresa para que abriera una fábrica en América del Norte, según Wang Bing, su gerente general para México.
Es toda una carrera que conlleva en su nacimiento la crisis de superproducción, en donde todavía la masividad de la “nueva industria automotriz” se encuentra en estado embrionario. Centenares de navegaciones en diversos puertos del mundo no reciben orden de desembarco de autopartes debido al abarrotamiento de stock en las plantas automotrices.
Aparece el demonio “proletario”
Debajo de esta fenomenal y caduca estructura capitalista es en donde se mezclan guerras comerciales y de las otras, en donde la crisis climática hace estragos y el hambre recorre todos los continentes.
Debajo de ese mundillo que hace oídos sordos a la lucha de clases se mueven las y los obreros, con una dinámica muy distinta a todo lo vivido en las últimas décadas.
El lunes de esta semana, la clase obrera de la industria automotriz norteamericana (concentrada en GM, Ford y Stellantis) votó con un 97% de adhesión una huelga general si para el 14 de setiembre las empresas rechazaban las exigencias de las bases obreras. Las mismas que vienen desde el sentimiento más profundo de esas plantas.
Esta huelga ya anunciada ha repercutido hoy en el gobierno de Biden, en medio del intento de localizar la industria manufacturera con salarios chinos.
En EEUU la ola de huelgas masivas en diferentes sectores de la sociedad sigue creciendo y las mismas se desarrollan con el apoyo de la población. Bajo esta fuerte realidad ya hay Estados en donde el gobierno les suministra a los huelguistas un “salario” mensual para amortiguar la crisis que provoca en otros sectores. Hablamos por ejemplo de California y Nueva York, en donde existen presiones para que ese “salario” no recaiga en las espaldas de otros trabajadores con nuevas imposiciones de impuestos.
El proletariado chino tampoco navega en aguas tranquilas. En el primer semestre del año la ola huelguística se ha intensificado, contabilizándose 741 huelgas de todo orden, cuando la deslocalización de empresas de gran porte va en busca de salarios más bajos, como los del sudeste asiático. Un caso testigo es Vietnam, o capitales que van por África (como es el caso de Etiopía) que se ha propuesto para ser parte del BRICS.
Todo esto es lucha de clases, mencionando además la oleada de huelgas obreras en varios países capitalistas como España, Italia, Inglaterra, y otros que recorren los continentes con fuerte presencia proletaria.
Claro que el mundo está cambiando. Claro que encontramos contradicciones inéditas cotidianamente, impensadas, como las que comentamos en el inicio de esta nota. Pero lo inusitado y lo nuevo de este período histórico es cómo la batalla que había ganado la burguesía a lo largo de muchos años sobre la conciliación de clases ha entrado en un “cono de sombra” para millones de proletarios. Allí radica lo nuevo. Y cuando las clases se enfrentan sin velos que maquillen la explotación y la opresión tenemos todo el derecho a pensar que la humanidad cuenta con una nueva oportunidad para salir de la “prehistoria” bajo el yugo del sistema capitalista.