Hay sólo dos políticas que se enfrentan en el terreno de la lucha de clases concreta.
La de los candidatos del “Partido Único del Ajuste” y la del pueblo trabajador.
Las tres candidaturas con chances de ganar se reparten la partitura para tocar la misma música. La pieza musical bien podría llamarse Ajuste en tres movimientos: A Massa le toca la parte del ajuste descomunal que viene llevando a cabo desde que asumió; Bullrich toca la canción del orden con la variación “haremos lo mismo pero más rápido”; y Milei es el músico que, en apariencia, desafina y ejecuta notas disonantes prometiendo descabelladas medidas que ni sus propios compañeros de ruta sostienen.
Que más allá de los candidatos la política a ejecutar, gane quien gane, sea la misma, indica el nivel de falacia al que ha llegado la democracia burguesa. Una democracia que invita a “elegir”, nunca mejor aplicado, quién será el próximo verdugo.
Este escenario de crisis política de la clase dominante no se resolverá con el resultado electoral definido. La voracidad de la burguesía monopolista por atenuar la crisis capitalista se verá multiplicada a la luz de esos resultados, en la creencia que los mismos serán una muestra de consenso para la aplicación de sus medidas. Si bien hay sectores burgueses que advierten sobre la posibilidad política para llevar a cabo mayores ajustes, lo que predomina en el mundo de los de arriba es su carácter retrógrado y clasista a la hora de defender sus intereses.
Por eso también decimos que este problema no se resolverá en las urnas. Ni para la burguesía y, mucho menos, para el pueblo proletario.
La otra política que debemos seguir impulsando es la del enfrentamiento abierto contra la clase enemiga. Desarrollando herramientas propias que permitan la ejecución de las medidas que más convengan al pueblo trabajador, ejerciendo la democracia directa que rompa con las estructuras establecidas que frenan la lucha y la organización.
El camino para construir nuestra propia salida, para hacer retroceder a la burguesía y sus gobiernos, es organizar la rebelión desde donde le duele al enemigo: en la producción. Cada lugar de trabajo es la trinchera que debemos elegir para frenarlos. Luchando por salarios igual a la canasta familiar, rechazando el aumento de los ritmos de trabajo, luchando contra la represión política tanto en nuestros lugares de trabajo como en la calle. En esas tareas no hay partido político ni organización sindical que pueda ni deba reemplazar el ejercicio protagónico de las bases trabajadoras. No podemos dejar nuestras vidas en sus manos a riesgo de seguir perdiendo conquistas y demandas que, sistemáticamente, han sido y serán traicionadas.
Debemos dar la lucha política en el terreno que más conviene al proletariado y ese terreno hoy no son las urnas. En la medida que avancemos en el camino de enfrentamiento planteado y consolidemos los grados de organización de las bases, estaremos en inmejorables condiciones para desarrollar otra política, antagónica en todos los planos con la política que ofrece la burguesía, sus partidos, sus sindicatos y todas las instituciones a su servicio.
El camino a recorrer debe seguir siendo el de romper con esa política, conscientes que no hay ningún representante de la clase enemiga (haya estado en el gobierno o no) que tenga intenciones de sacarnos de la profunda crisis qua nos afecta y de la que ellos son responsables.