En este contexto de lucha de clases, las y los revolucionarios insistimos en que la clase dominante tiene un punto débil que es su crisis política estructural y que para llevar adelante sus planes de gobierno están muy lejos de lograr una centralización política que los lleve por un “buen” camino. Nuestro partido viene fundamentando estas apreciaciones.
Pero queremos hoy abordar un tema: la organización política en diferentes planos partiendo que este es un punto débil que abarca a todo el movimiento del proceso revolucionario.
En principio debemos partir de la premisa que la clase dominante machaca sobre la conciencia de las masas con su democracia burguesa basada en el Artículo 22 de la Constitución Nacional: “El pueblo no delibera ni gobierna, sino por medio de sus representantes y autoridades creadas por la Constitución”.
Esta concepción de democracia lo dice todo. El pueblo no delibera ni gobierna sino a través…
La “dueña” de esa Constitución es la clase dominante (la burguesía) y como poseedora de ella lleva el artículo 22 hasta sus últimas consecuencias. Todo su aparato ideológico cimentó esta idea desde hace muchísimas décadas y, generación tras generación, hemos asimilado este concepto como algo instituido y absoluto: “democrático”.
La democracia burguesa ha impregnado la idea de que el pueblo no delibera ni gobierna. Es verdad que la rodean frases con ciertos “amortiguadores” pero esa esencia la llevan en cada acto contra el pueblo, tanto en lo político como en lo sindical, sus principales baluartes ejecutivos.
Al concebir la Democracia Proletaria como antagónica a la Democracia Burguesa, estamos combatiendo el nudo central y el punto fuerte de la ideología burguesa, que con su democracia de clase explota y oprime a las grandes mayorías con la ley en la mano. ¡El pueblo debe deliberar y debe gobernar en forma directa!, sin representantes inamovibles que perduran en sus mandatos durante años. La democracia directa revoca el mandato por simple mayoría entre otras características.
Hoy en día nuestro pueblo cuenta con experiencias de Democracia Directa. Hay un camino recorrido de autoconvocatoria, de asambleas que vienen de muy abajo, y esa práctica sigue abonando experiencia y se sigue desplegando.
Sin embargo, al no aparecer en escena con la fuerza que merece el proyecto político revolucionario, mucha de esa experiencia se ha escurrido de entre las manos. La acumulación de fuerzas que permita un cambio revolucionario para construir un Estado Proletario se vio entorpecida por la debilidad que aún tiene el proyecto revolucionario.
Para encarar ese recorrido hacia la lucha por el poder se requiere fortalecer los caminos de unidad en la clase obrera y entre la clase obrera y el pueblo oprimido.
En ese sentido, nuestro partido viene impulsando en cada definición política la importancia de rescatar permanentemente la experiencia autoconvocada con sus puntos fuertes y crítico en sus puntos débiles.
La autoconvocatoria hay que aferrarla al terreno en donde se trabaja, se estudia, se vive. Se trata de salirse de la idea de la democracia burguesa que propone o deliberar ni gobernar sino a través de los representantes para ir haciendo en los hechos y en lo consciente, en cada embestida, que debemos intensificar la Democracia Proletaria, Directa, que va dando poder a lo más profundo de la sociedad.
La clase obrera industrial está mostrando algunos destellos de esta práctica y ello es muy alentador, ya que es la clase que debe encarar el proyecto político y jugar el papel fundamental en la unidad del pueblo con proyecto propio.
Pero a la Democracia Directa hay que alimentarla de organización política, que en el muy abajo se pueda asimilar el porqué de la lucha y de por qué no termina cuando se gana o se pierde una lucha de carácter económica o política. Es allí en donde comienza a haber un reclamo de unidad de la clase que nos cuesta ir materializando.
Entendemos que hoy hay una avanzada que está viendo y sintiendo algo más para lograr la dignidad que merece la vida del explotado y el oprimido.
Se hace necesario impulsar reuniones locales y zonales de obreros y proletarios para tomar iniciativas políticas de unidad y para darle materialidad a la Democracia Proletaria. Introducirla desde abajo.
Tendremos que avanzar paso a paso, no desesperarnos por la complejidad de la vida que estamos padeciendo, pero insistir una y otra vez para abrir la deliberación de las políticas revolucionarias y participar directamente de la toma de decisiones para organizar la rebelión.
Hay que caminar esa experiencia en un peldaño superior a todo lo que ya una parte importante de nuestro pueblo tomó como propia: la autoconvocatoria. Y ese plano superior es darle un carácter político y orgánico hacia la lucha por el poder.
Hay que fortalecer los destacamentos revolucionarios que confiamos en la clase y el pueblo (nuestro Partido en particular) para encausar las fuerzas acumuladas. Se necesitan muchas manos para ello.
Se hace necesario fortalecer, crear organización política en diferentes planos que ayuden a la acumulación de fuerzas que se requiere para una masificación del proyecto revolucionario de cambio. Hacer la experiencia.
Convocar a reuniones de obreros de fábricas, en sus plantas y vecinas, de proletarios locales, deliberar, organizar la rebeldía y desde el vamos contar con independencia política y que desde esa calidad de organización básica se ejercite la Democracia Proletaria.