Después de dos meses de haber asumido, el gobierno de Milei designó a principios de febrero el nuevo directorio de los ferrocarriles (SOFSE) de nuestro país. Como no podía de otra manera, este nuevo ensamble es la expresión de diversas representaciones políticas detrás de las cuales hay diversos intereses monopolistas en pugna. Es el reflejo fiel de las diversas facciones interburguesas que se expresan en el Estado, cuyo “plan de gobierno” es intentar encajar un plan privatizador en este escenario de intereses contrapuestos en beneficio de unos y en perjuicio de otros, con el telón de fondo de una lucha de clases que no pueden evadir.
El plan de los monopolios, cuya prerrogativa es parasitar desde subsidios hasta vías férreas, desde estaciones hasta talleres, desde instalaciones de todo tipo hasta edificios, desde maquinarias y material rodante hasta locomotoras y vagones, ya no es ceder o transferir este recurso sino, entregarlo a voracidad de los negocios privados de una facción del capital monopolista que quiere -apropiarse a su vez- de todo el conjunto de negocios redituables y de todo tipo, que están dispersos en manos de diversos núcleos empresarios que van desde empresas tercerizadas ligadas a grupos monopolistas, hasta empresas en manos de sindicalistas empresarios y políticos profesionales, con el agregado de nuevos negocios no explotados aun en toda su dimensión, como es el inmobiliario y la construcción.
Sin dejar de tener en cuenta como un hecho fundamental el negocio que representan las necesidades urgentes de la velocidad del transporte de carga que llevan desde minerales hasta cereales y materias primas desde sus centros de producción hasta los puertos, a sabiendas que el volumen de transporte ferroviario -aun a pesar de sus problemas de infraestructura- ha crecido exponencialmente y que representa costos mucho más ventajosos para sus intereses.
El ecléctico directorio conformado por masistas, randazzistas, asesores gerenciales, políticos burgueses y algún que otro tecnócrata, comenzó a operar y mandar señales más que claras sobre el devenir de ésta, su iniciativa privada.
Lejos están de las justificaciones pasadas de la época de los 90 sobre “la ineficiencia de los ferrocarriles” o de “lo privado es mejor que lo estatal” y otros contrabandos por el estilo. Ahora con su anárquico pragmatismo a cuestas no argumentan nada de ello, por el contrario, exponen abiertamente y sin ningún disimulo su intención de negocios rápidos y rentables. Ello no hace más que enardecer las disputas de intereses que giran en torno a todo ello.
Como parte del andamiaje putrefacto del Estado las burocracias sindicales -que también son parte en este enjuague de disputas interburguesas- se ven obligadas a fijar sus posiciones y dejar que decanten en el seno de los trabajadores.
El estado deliberativo y de bronca que hay por abajo, que preanuncia un grado mayor de confrontación, ya genera por si solo un marco de conflictividad que no pueden eludir puesto que el consenso privatizador no es tal, ni en el seno de los trabajadores, ni en el pueblo que cotidianamente utiliza este medio de transporte.
Sin embargo, pese a este marco general que expresa este rechazo, la perfidia de estas burocracias es sostener el marco de divisiones impuesto a los trabajadores como han venido haciendo hasta ahora en la defensa de sus intereses particulares: sus negocios y sus próximos acomodos.
“No importa si los ferrocarriles son privados o estatales lo importante que sean eficientes” dicen algunas expresiones. “El transporte público ferroviario en el mundo está subsidiado por Estado” dicen otras, agregando a su vez “que lo que da ganancias es el transporte de carga” haciéndose eco de intereses de las demandas facciones ligadas a estas necesidades. Otras, en cambio, “llaman a los consensos y a estar más unidos que nunca no para confrontar sino, para ofrecer alternativas de mejoras que potencien lo logrado hasta aquí”.
Estas frases que circulan en los ferrocarriles pertenecen a los posicionamientos que el parasitismo sindical ha venido acuñando estos últimos días. Hasta puede deducirse -sin mencionarlos- de qué riñón viene cada una. Ninguna expresa necesidades obreras, todas en cambio abogan por propuestas que le hacen el juego al plan de gobierno. En este escenario controvertido se desenvuelve la nueva panacea privatizadora, sobre un marco de crisis política y económica.
Un poco más adentro de los planes del directorio de Ferrocarriles (SOFSE)
Los monopolios manejan los ferrocarriles, pero sus concesiones están vencidas desde hace años, aun así, mantienen el status del parasitismo más desmedido hacen y deshacen a su antojo.
Las pocas inversiones realizadas en las líneas todavía concesionadas –a Roggio y Ferrovías grupo Emepa/Romero– fueron realizadas en su totalidad por el Estado, que además absorbió en los últimos años hasta el 95% del costo operativo. (Revista En El subte, nota del 5/3/2024: Escándalo: el Gobierno quiere venderle los trenes metropolitanos a Roggio y Romero).
Hemos llegado a un punto donde ya no se puede disimular el grado de putrefacción al que ha llegado el capitalismo monopolista de Estado en su fase más crítica y criminal y la total correspondencia de este escenario con el plan de gobierno.
Dice el título de la nota mencionada “quieren venderles”. No señores aquí no hay venta, aquí hay apropiación descarnada en su exacerbación por negocios rápidos y rapiñero montados en las propias condiciones que ellos han creado.
Estas facciones están demandando que les sea entregada en bandeja de plata, junto a los ferrocarriles aunque mas no sea cierta gobernabilidad -con la que no cuentan- para llevar a delante todo ello. ¿Acaso estas facciones desesperadas por las ganancias que de forma intempestiva despliegan sus ataques a la clase obrera y los trabajadores, con ajustes, salarios bajos, reformas laborales y extorsión indisimulada, dispuestos a renovar su parasitismo a como dé lugar van a poner plata de su bolsillo para profundizar el negocio que manejan desde su dominación? Ambos aspectos van de la mano son parte de una misma política de un mismo plan.
Es aquí donde las privatizaciones entran en zona pantanosa puesto que “los recambios institucionales dentro de las dirigencias ferroviarias también serán resistidos” y no tienen recambios, ni estructuras que viabilicen la gobernabilidad que demandan los buitres monopolistas para llevar adelante sus planes.
Es cierto que están operando en el seno de los ferrocarriles para justificar su entrega a la rapiña voraz de estos núcleos. Pero también, hay un marco de improvisación dado por el clima de anarquía signado por crisis política y guerra de intereses que es el escenario donde se desenvuelve este grotesco. Ello es su debilidad.
“Durante enero, de hecho, Roggio estuvo requiriendo información sobre costos operativos y salariales de ambos servicios. El principal interés del Grupo Roggio está en la operación de las líneas Roca y Mitre, las que presentan hoy menor conflictividad y mayor potencial comercial. Dice la nota
No es casual que, impulsado por el gobierno, el nuevo directorio difundió esta semana parados sobre los despidos de trabajadoras/es de otras áreas del Estado, el dato del despido del 30% de los trabajadores ferroviarios de todas las áreas sobre la base de un recorte del 30% del “gasto ferroviario”, situación que va en línea con los intereses monopolistas. El 12% de techo salarial es parte de esos “gastos ferroviarios que hay que recortar” y que al amparo de los silencios de las dirigencias sindicales les hacen el juego a estos planes de gobierno.
Es aquí donde se ventila el verdadero escenario y el que condiciona su mayor o menor premura y su marco de improvisación. La privatización implica antes que nada la imposición de la flexibilidad laboral, las rebajas salariales, el disciplinamiento y los despidos. O sea, las condiciones de opresión de la clase obrera que los monopolios quieren profundizar con sus planes de rapiña en función de sus ganancias.
Por lo tanto, los ferrocarriles menos conflictivos de Roggio y Ferrovías son expresión de un escenario de condicionamientos que le pesa a estas facciones a la hora de hacer sus números, porque, aunque se froten las manos frente a sus perspectivas de ganancias, estan presentes las movilizaciones del 24 de enero y el paro de maquinistas de hace 15 días, más el creciente estado deliberativo y de bronca contra todos estos planes de gobierno que se dejan ver a diario.
El problema entonces -y con el que ellos están operando- es la gobernabilidad que necesitan en los ferrocarriles para avanzar en la apropiación de los mismos a sabiendas que chocan de frente contra los trabajadores y el consenso general en contra de las privatizaciones, de allí que en su desesperación aprieten las clavijas. Los despidos son parte de todo ello. De allí que se dejen ventilar las intenciones de los Roggio y Ferrovías de avanzar en estos planes línea por línea aventurando cifras de 15 % de en dos tandas, por ejemplo, en el Ferrocarril Sarmiento.
El plan de gobierno es atacar a los trabajadores para llevar todo ello adelante. Por lo tanto, el problema son las condiciones de trabajo, las salariales, las contractuales, las libertades políticas ganadas desde una persistente resistencia obrera.
Si a las condiciones de vida que han venido empeorando notablemente desde el plano general del ajuste y las politicas del actual gobierno se le agregan -desde las privatizaciones nuevas condiciones de ataque- el problema es enfrentar el ataque desde las mismas necesidades e intereses proletarios o sea desde la movilización política de las bases y desde el pueblo en función de sus propios intereses, ello es el mejor condicionamiento a las privatizaciones.
No se quiere volver a las privatizaciones. Después de la tragedia de Once esto es más que claro, porque se sabe a costa de estas y otras penosas experiencias que los ferrocarriles privatizados no funcionan. Porque además las libertades políticas ganadas en el seno de los ferrocarriles a costa de una tenaz resistencia son la base donde descansan perspectivas de trasformaciones superadoras de este atraso.
Aun a pesar de esta putrefacta superestructura que representan los Milei y otras lacras en el Estado monopolista, los ferrocarriles se sostienen por el conjunto de las y los trabajadores. Por lo tanto, las relaciones de producción putrefactas de la dominación capitalista que intentan sostenerse son las que traban todo desarrollo digno al que se aspira. Su plan es una vuelta de tuerca de todo este andamiaje reaccionario, el de los trabajadores y el pueblo tanto en general y en particular en los ferrocarriles, quebrarlo.
Por ello, no hay que esperar a sus acciones de despido, o sus medidas extorsivas para avanzar en iniciativas de acción, ellas han venido siendo implementadas desde hace tiempo como parte del engranaje de engaños y conciliación de clases.
El problema de evitar despidos o salarios rebajados o mayor explotación consiste en el desarrollo asambleario, en la organización de base, en el desarrollo de iniciativas independientes en cada sección, en cada lugar de trabajo, desde paros parciales hasta seccionales, y generales sin pedir permiso y pasar por arriba de los Sasia sin dejarse convencer por declamaciones como “no es momento de paros” pasar por arriba de los Sobrero, los Maturano, los Munguía…
Es decir, sostener las libertades políticas conquistadas de innumerables formas inclusive convocando al pueblo a sumarse a todo ello. Sobre esta base se abona el camino de la unidad política de decenas de trabajadores ferroviarios. Quebrar el plan de gobierno es sostener los propios intereses. Sin confiar ni un tantito así, como decía el Che. Porque esta es una guerra sin cuartel contra a clase obrera. Consiste en desarrollar la más amplia y masiva resistencia organizada para después avanzar a ganar todo.