No es un problema de «inseguridad». Estamos hartos de hablar con eufemismos.
Sucede que hace años Rosario está asolada, abismada, arrasada por la violencia y las muertes.
Y cuando decimos «Rosario» no hablamos de un lugar geográfico; hablamos de sus pobladores, pero sobre todo y exclusivamente de sus trabajadores.
TODAS las muertes son de trabajadores, o de hijos de trabajadores. Ningún financista, ningún funcionario, ningún exportador de cocaína cae bajo las balas ni cayó jamás.
En los últimos tiempos fue el asesinato de 4 taxistas, 2 en esta semana, y el estado crítico de un colectivero con un balazo en la cabeza, ayer un playero… Hechos que poblaron los medios de todo el país.
Pero cualquiera que viva en cualquier barrio periférico de Rosario (con esto decimos: no en el «centro») sabe que esas cifras se multiplican por 10 o por 100 fácilmente día a día.
Decir una verdad a medias es mentir, no es ninguna «posverdad» ni nada de esa jerga a que pretenden acostumbrarnos. La «inseguridad» se la venden a las capas medias para que tengan miedo y pidan «fuerzas de seguridad», esto es policías con cuyas balas… sucedieron las muertes de los trabajadores que mencionamos.
Y esto sucede en todos los gobiernos, no importa si «socialista», peronista o radical: lo muestran las cifras, las estadísticas y las historias de las familias de esos barrios. Muertes cotidianas que acompañan el cierre de comedores populares, el desempleo creciente, el aumento de la criminalidad, la desolación del hambre y la indigencia. Lo muestran los sucesivos pronunciamientos de asambleas barriales, de clubes, vecinales y de escuelas que se repiten aquí y allá en la ciudad, y que no aciertan aún a organizarse para responder a lo que resulta de un SISTEMA, y no solamente de un gobierno con tal o cual identidad política.
En ese estado de cosas es que instamos a organizarnos en cada lugar, para de una buena vez frenar la desgracia a que nos someten. No para «reclamar» solamente soluciones a quienes son, precisamente, los responsables del problema, sino para hallarlas entre los que trabajamos, sin depender de promesas ni «posverdades» para decidir y actuar. En defensa propia.