Acosado por la situación, el gobierno intenta desprenderse de las acusaciones de corrupción ya que el discurso de lucha contra la misma aparecía como una única bandera capaz de mantener engañados a sectores de masas de la población mientras se gana tiempo en la instrumentación de una gigante transferencia de recursos provenientes del trabajo social hacia las arcas y disponibilidades de la gran burguesía.
La olla destapada sobre las casi 6.000 tns. de alimentos “guardados”, primero desmentida y luego -cuando la evidencia se hizo innegable- reconocida por el gobierno, se quiso minimizar y empañar con un “ataque” desesperado en contra del secretario segundo de la ministra Pettovello, intentando mandar la pelota afuera.
A este secretario, le endilgaron en soledad la contratación de decenas de funcionarios encubiertos con honorarios percibidos en pesos y en dólares mediante triangulaciones con un organismo internacional como es la Organización de Estado Iberoamericanos, aunque con ello no explican el escándalo de los alimentos negados a los comedores.
No sólo los políticos y funcionarios gubernamentales de turno son corruptos, el propio capitalismo es corrupto, pues se basa en la mentira y el ocultamiento y, en la época actual en donde los niveles de concentración del capital mundial y del poder en pocas manos de una clase parasitaria se ha llevado a extremos nunca antes vistos, la pudrición aflora como hongos en el bosque después de la lluvia.
Las mentiras sobre el combate a la inflación para una supuesta posterior bonanza a favor del pueblo, se desgajan ante la voluntad, frondosamente expandida, en sectores de la burguesía de desconocer las paritarias habiendo estancado los salarios a fecha de diciembre del año pasado, mientras la creciente pobreza debe ser reconocida por la propia iglesia que la sitúa en 55% de la población (25.000.000 de habitantes) cantidad que equivale a más de la fuerza laboral de todo el país.
Lo cual evidencia la intención de generar nuevas condiciones de mayor explotación de la mano de obra (fuerza de trabajo), con el consiguiente descenso del nivel de vida de la mayor parte de la población.
Claro que cuando se han aumentado los precios a niveles estratosféricos dejando los salarios planchados, es lógico que la inflación baje ya que los niveles de ganancia están asegurados y, además, la destrucción del poder adquisitivo opera sobre la economía generalizando la recesión en el mercado interno. Aunque esto no evita que la voracidad y la desconfianza de la burguesía en el propio gobierno, algunos precios sigan moviéndose hacia arriba por obra de la “bendita” especulación.
Cuando se expulsa de los puestos de trabajo a miles de empleados públicos, obreros y trabajadores del sector privado, la masa salarial baja y presiona sobre los que aún se mantienen activos como una espada de Damocles abonando, aún más, el descenso del poder adquisitivo y, por lo tanto, a contribuir al estancamiento de ventas que influye sobre la inflación.
Cuando se cierran los grifos de la distribución de fondos orientados a educación, vivienda social, salud, a la vez que se reducen los recursos previsionales mediante el mecanismo de bonos que se mantienen fijos, jubilaciones que no salen, sentencias judiciales que no se ejecutan a favor de jubilados, y otros artilugios, es lógico que se reduzca el déficit fiscal.
Toda esta mentira que es cacareada por el presidente del período democrático que más claramente expresa su odio de clase en contra de los trabajadores y el pueblo oprimido, como logros de su gestión, terminan arrinconándolo, junto a sus ministros, secretarios y cómplices comunicadores televisivos, radiales y de redes electrónicas, a tal punto que generan escozor en los círculos de la propia burguesía monopolista que ve con desconfianza el futuro inmediato y a largo plazo puesto en manos del gobierno. Aunque es importante aclarar que, mientras dure el beneficio de la concentración de capitales, lo seguirá apañando, mientras mira de reojo y con recelo, su irresponsabilidad en llevar a niveles agudísimos las contradicciones del sistema que desgastan la forma “democrática” de gobierno.
Un jefe de gobierno no puede decir que el Estado es una organización criminal, cuando es el Estado la herramienta en la que basa su poder la burguesía…
Pero lo que más le preocupa a la burguesía, es que, a pesar de la inédita situación que están viviendo las masas obreras, de trabajadores en general y los sectores populares oprimidos, éstas no se disciplinan y resisten en forma creciente.
La inestabilidad del gobierno redunda en inestabilidad del sistema (aunque hoy no corra peligro de caer por el empuje de una revolución). Sin embargo, el velo de la aparente dicha que se promete al pueblo, se deshilacha con creciente aceleración, afectando incluso a sus fuerzas represivas tal como ocurrió en la provincia de Misiones, aunque con peligro de extenderse a otras provincias dado el recorte económico que el gobierno nacional impone a las provincias.
La resistencia obrera y popular opera en contra de los objetivos de la burguesía y se apresta a profundizar más la lucha en contra de las medidas que las fuerzas políticas del sistema (oficialistas y “oposición”) quieren concretar a través de la aprobación de la Ley Bases.
El pobre y estúpido argumento que esgrimen como si fuera una verdad irrefutable y sostén de toda sensatez, es que “el gobierno necesita aprobar leyes para poder ejercer”. Tan absurdo es esto que lleva a cuestionarse, para qué sirven todas las leyes anteriores, la Constitución, las instituciones y etc., etc.
La pelea que podamos encausar los revolucionarios en medio de la clase obrera y pueblo movilizado en contra de la aprobación de dicha ley, significará nuevas acumulaciones de fuerzas para obreros y pueblo oprimido, tanto en lo político, como en lo organizativo, mientras que al gobierno y a su clase mandante le propinará un nuevo y mayor desgaste en el ejercicio del poder, que los catapultará, aún más, al terreno político del no retorno.