Las últimas declaraciones del presidente Javier Milei, autoproclamándose un topo que viene a destruir el Estado desde adentro, además de ser otra muestra de su incontinencia verbal (dejando de lado otras consideraciones), es una flagrante muestra de hasta dónde puede llegar la burguesía monopolista a la hora de divulgar un diversionismo ideológico que sirva de manto protector de sus intereses de clase más sagrados.
Así como en los inicios de los 2000 proliferaron las voces “progresistas y revolucionarias” que sostenían que era posible construir el socialismo desde las propias entrañas del Estado de la burguesía, con el fin de desviar a las masas de la lucha por el poder y la destrucción de esa institución, hoy se intenta hacer creer que es posible y necesario destruir el Estado que vendría a ser el instrumento que impide el supuesto bienestar que se promete.
Ambas variantes responden, como decíamos, a los intentos de la burguesía en el poder por enmarañar, tergiversar, mentir, acerca de temas que son la base de su dominación. Como lo es el tema del Estado.
La existencia del Estado se basa en la existencia de clases con intereses antagónicos en la sociedad. Es decir, el Estado es la confirmación de ese antagonismo y éste es la condición para que exista esa institución. A través del Estado, de sus instituciones jurídicas, educativas y represivas, sus leyes, sus medios de comunicación, ejerce la dominación sobre su clase antagónica, la clase obrera, y el conjunto del pueblo explotado y oprimido.
Milei puede creerse su ensoñación de que va a destruirlo desde adentro, pero lo que en realidad está ocurriendo es que la facción burguesa que sostiene a su gobierno (y las que no lo sostienen tanto, también) impulsan una adecuación del aparato estatal a las condiciones de explotación y sometimiento que la etapa del capitalismo les exige para sobrellevar la crisis estructural del sistema y sostener su dominación de clase. Allí encuentran su punto de unidad política, a pesar de las severas contradicciones que dirimen en lo económico. Milei puede decir lo que quiera en su patológica confusión y divague teórico, pero la burguesía tiene muy claro que utilizará a su gobierno para llevar adelante el cometido de avanzar sobre las conquistas y derechos del pueblo trabajador, como lo hace con cada gobierno que la “democracia” le ofrece.
Lo que ha cambiado en esta etapa es la intensidad de esa transformación estatal.
La idea, propia de la ciencia ficción, que dibuja una sociedad sin Estado en la que predomina la ley del más fuerte es, precisamente, lo que la burguesía ejecuta desde hace siglos a través de su Estado y lo que seguirá ejerciendo mientras no se la derrote definitivamente.
En esta etapa del modo de producción capitalista el fenómeno que se presenta a nivel planetario es la disputa entre facciones de la burguesía monopolista por el control del aparato estatal, que permitan obtener ventajas sobre sus adversarios y competidores, incluso, desplazándolos definitivamente de dicha competencia.
Esto es lo que está ocurriendo en nuestro país, ya desde hace décadas, en una carrera que se intensifica al ritmo de la intensificación de la crisis capitalista.
El DNU y la Ley Bases apuntan, precisamente, a fortalecer el papel del Estado respecto de las condiciones ofrecidas al capital monopolista para las inversiones y para el retorno de las mismas, al tiempo que atacan con virulencia las condiciones de vida y de trabajo de las amplias mayorías.
Eso está muy lejos de destruir el Estado; lo que se persigue es una reconversión profunda del entramado productivo y social que el aparato estatal promueve y garantiza a partir de su carácter de clase. Se trata de profundizar la explotación y la apropiación del trabajo ajeno, la concentración del capital en cada vez menos manos, el intento por recortar las libertades políticas conquistadas, y todo ello es imposible de conseguir sin el Estado como expresión más acabada de la dominación de la burguesía.
Si Milei es tan defensor de la propiedad privada como se presenta, debería saber que la principal propiedad privada de la burguesía es su Estado.
Los comunistas luchamos por la desaparición del Estado desde la concepción científica que brinda la extraordinaria teoría elaborada por Marx y Engels. Primero, tomando el poder por parte de la clase obrera y el pueblo para demoler el Estado de la burguesía y erigir un Estado de un nuevo carácter; un Estado con base en la dominación de las mayorías laboriosas sobre las minorías explotadoras.
A partir de allí llevando adelante todas las necesarias tareas históricas con el objetivo de la desaparición de las clases sociales, producto de una sociedad en la que la comunidad de intereses entre seres humano libres de la explotación y la opresión, seres humanos verdaderamente libres, dictamine que ya no será necesario ningún Estado, ninguna herramienta que garantice la dominación de clases.
De allí que decimos que el Estado se irá “extinguiendo” en la medida que las contradicciones de clase se vuelvan una herencia agotada y despreciada por la humanidad y la hermandad de las sociedades humanas.