El pasado miércoles, los trabajadores y el pueblo salieron a las calles para enfrentar el plan del gobierno y una de sus expresiones más elocuentes, la ley de Bases.
Hay que destacar la presencia de mucha gente autoconvocada, muchas personas que fueron por su cuenta, y trabajadores que se organizaron con sus compañeros para ejercer el legítimo (y legal) derecho a la protesta.
Y si no fue más elevado el número de concurrentes a las inmediaciones del Congreso, ha sido porque tanto el gobierno como los aparatos sindicales se encargaron de disuadir y/o desmovilizar todo lo que pudieron. De hecho, hacia horas de la tarde, ya las escasas columnas de las centrales de trabajadores, brillaban por su ausencia (CGT, CTA).
La ministra Bullrich, también hizo lo suyo, amenazando toda la semana previa al tratamiento de la ley en el Senado con aplicar el protocolo anti piquetes y haciendo gala de las virtudes represivas de las diferentes fuerzas de seguridad.
De hecho, ya desde la mañana comenzó la brutal, desmedida represión. Y luego, más tarde, lo peor: gases lacrimógenos (muy irritantes, con personas con quemaduras en la piel) balas de goma, palos, gas pimienta. Y los detenidos, “cazados” en medio del desmadre de la situación. Treinta y tres detenidos, de los cuales la mitad aún continúan en esa condición, y algunos fueron trasladados a cárceles federales. Un despropósito, pero tristemente real.
Envalentonados por el discurso oficial, policías y gendarmes descargaron su furia contra los trabajadores y el pueblo que padecen el feroz ajuste del gobierno de los monopolios. Los detenidos han sido acusados de cosas inverosímiles, ridículas, casi surrealistas: terrorismo, alzamiento contra la Constitución, sedición.
De hecho, la oficina de Presidencia sacó un comunicado el miércoles por la noche, mencionando que había un intento de golpe de Estado, perpetrado por “grupos terroristas”. Insólito, ridículo, pero un discurso que al fin y al cabo pretende justificar el accionar represivo.
La realidad es que el gobierno no para con su creciente autoritarismo y una política represiva que intenta disciplinar a la sociedad
Ni más, mi menos. Detener personas a mansalva, agarrándolas en la calle y llevándoselas, sin que estén cometiendo ningún delito o infracción, nos recuerda a las peores épocas de nuestra historia. Lo que quieren, claramente, es amedrentar a la población, que nos quedemos en nuestras casas, que no nos organicemos.
Todo lo contrario de lo que debemos hacer. Porque el feroz ajuste que nos están imponiendo, no se puede sostener sin una represión igual de feroz, y un discurso que aviva cuestiones completamente asincrónicas.
Lo hacen a propósito: pretenden instalar la falsa dicotomía entre los “terroristas violentos” que solo quieren sembrar el caos, y la “gente de bien” que quiere un país ordenado.
Pero no hay orden posible si el pueblo pasa hambre, si no hay comida para los comedores, si no hay medicamentos para enfermedades graves, si los salarios son miserables, si te meten preso por salir a protestar.
Todo eso es violento, esa es la violencia del Estado opresor, la violencia de la clase dominante, a la que esté gobierno sirve.
Exigimos, como muchísimas otras organizaciones políticas, sociales, culturales y organismos de derechos humanos, la inmediata libertad de los presos de la protesta contra la ley de Bases.
Libertad a todas/os los presos políticos. NO a la criminalización de la protesta social.