Una ruptura cada vez mayor con la política de los aparatos


El reformismo y el populismo son corrientes político ideológicas que la burguesía alimenta permanentemente en su afán de preservar la dominación de clase.

Los cuarenta años de democracia burguesa fueron el marco para que esas expresiones se fortalecieran en el seno de la clase obrera y el pueblo. Conciliación de clases; verborragia “revolucionaria” que termina entrampada en el parlamentarismo y en la adaptación a las reglas e instituciones de la burguesía; paternalismo y/o subestimación para erosionar el papel de las masas en la lucha de clases. Todo para despojar de conciencia de clase a la clase de vanguardia.

Esta ha sido la constante prédica y acción de estas corrientes para enmarañar a la clase obrera y al pueblo trabajador en programas políticos burgueses y pequeños burgueses que mantengan a las masas bajo el redil de la dominación.

Entre las variantes de estas opciones, el peronismo ha sido un puntal destacadísimo. El Partido del Orden Burgués mantiene su juego camaleónico como provocador de las debacles para luego ofrecerse como la solución de las mismas.

Así ha ocurrido en la última etapa de la lucha de clases. Con la aparición de la variante “kirchnerista” a principios del siglo XXI, luego de la insurrección popular que puso fin a una década de un programa económico y político que reconvirtió el esquema productivo del país con su secuela de explotación, miseria y marginalidad (llevado adelante por el peronismo en su versión “menemista”), la clase dominante tuvo en el peronismo la garantía para encauzar la dominación. Las concesiones y conquistas de esa etapa fueron producto de la imposición de la lucha de las clases, que determinó que la burguesía se viera obligada a realizar tales concesiones.

A partir de allí, se construyó un discurso que perseguía callar las críticas a los límites objetivos que el propio capitalismo imponía a esos gobiernos de “nacionales y populares”. Cualquier observación era acusada de “hacerle el juego a la derecha”. El mal menor terminó siendo casi como un principio a la hora de hacer política.

Mientras tanto, por abajo, las masas obreras y populares que decían representar avanzaron en una ruptura con esa corriente que mantenía un discurso que la realidad terminaba despedazando. La debilidad de las fuerzas revolucionarias determinó también que ese descontento con una dirigencia política desprestigiada, impulsora de ajustes en contra del pueblo y alejada de los padecimientos reales de las masas, terminara siendo aprovechado por una opción supuestamente disruptiva alentada por la propia burguesía.

De tanto advertir que venía “la derecha”, “la derecha” llegó encarnada hoy por el gobierno de Milei.

Entonces ahora el discurso de ese populismo-progresismo es “cuidado con la anti política”. ¡Como si las masas no fueran conscientes que los problemas del país se resuelven con opciones políticas! Un verdadero canto a la subestimación del pueblo.

El problema reside en que las masas han hecho realidad la impotencia de la opción política “nacional y popular”.

Es muy fácil sermonear al pueblo desde la cubierta del Titanic mientas aquel se encuentra en la bodega de tercera clase del barco.

No hay una situación en la que las masas desechen la política. De hecho, la experiencia demuestra fehacientemente que el debate político se mantiene en todos los ámbitos de la vida laboral y social del pueblo.

Lo que existe es una ruptura cada vez mayor con la política de los aparatos, la política de los que dicen luchar contra los privilegios y muestran impúdicamente cómo ellos son los primeros privilegiados, la política de decir una cosa y hacer otra. De allí que no sólo los partidos políticos estén desprestigiados y cuestionados; también ese juicio le cabe a los sindicatos, las organizaciones sociales, las agrupaciones que se construyen de arriba hacia abajo con el fin de lograr fines partidarios o personales usando a las masas como carne de cañón.

¿Ello significa que el pueblo trabajador, la clase obrera en particular, tiene claro los caminos a seguir para luchar por sus verdaderos intereses? Por supuesto que no. Cuatro décadas de democracia burguesa como forma de imponer la dictadura del capital implican que la burguesía tiene un amplio terreno ideológico que aun corre a su favor.

Nuestro partido, ante esta caracterización, concluye que es necesario profundizar las principales tareas de la etapa, conquistar mayores libertades políticas en los centros de trabajo, romper con la institucionalidad sindical impulsando organizaciones de democracia directa, impulsando desde allí la más amplia unidad entre trabajadores y con el conjunto del pueblo. Tareas que venimos haciendo y proponiendo con el objetivo de llevar las ideas y el programa de la revolución a la clase obrera y al conjunto del pueblo trabajador, como camino para elevar la conciencia política y seguir impulsando las acciones que ayuden a la organización desde abajo que vaya rompiendo con la institucionalidad de la burguesía, en simultáneo con la construcción del poder desde abajo que exprese los intereses de la clase obrera y el pueblo explotado y oprimido.

Confiamos plenamente en la capacidad transformadora de la lucha de clases y de las masas, confianza que se sostiene en la convicción de que la burguesía y sus gobiernos no darán solución a las demandas populares. La resistencia seguirá su curso, con los vaivenes propios de una etapa de esas características.

Ese cuadro de situación se completa con la acción de los y las revolucionarias en cada lugar de trabajo, de estudio y de vivienda para que el proceso de acumulación de fuerzas marche hacia un salto en la calidad del enfrentamiento clasista.

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