Sabemos lo que es luchar

A escasos meses de andar, y frente a la falta de soluciones a los problemas concretos que enormes capas populares sufrimos en el día a día, el “nuevo” gobierno va quemando aceleradamente sus cartuchos. El permanente revoleo de “renuncias” y descartes de funcionarios del Estado –como parte de las disputas de las diferentes facciones burguesas- hace crecer por abajo la desconfianza en las instituciones y acelera la profunda crisis política de la democracia burguesa.
En ese marco, la burguesía no puede ocultar la preocupación que tiene por no poder crear expectativas en el circo parlamentario, porque percibe que por abajo lo que se sabe es que siempre el que pierde es el pueblo.
También -como siempre- los politólogos de turno salen a plantear sus explicaciones sofisticadas, que la población esto, que la población aquello y bla bla bla. Pero todos sabemos que cuando a la bronca se le suma el escepticismo esto puede comenzar a tener un profundo carácter político, basado justamente en el desprestigio que tienen las políticas de los gobiernos de turno que vienen respondiendo y responden a los monopolios que han gobernado durante todas estas décadas a través del Estado capitalista a su servicio.
Las facciones burguesas pueden hasta matarse entre sí por defender o conquistar un negocio, pero ninguna cuestiona al sistema capitalista, porque hablar de éste, es hablar de los salarios destruidos, de la superexplotación, de la entrega de los recursos naturales; es hacer la vista gorda a las consecuencias que genera la explotación irracional del petróleo, la minería, el agro y la producción industrial, etc.

La “salvación” económica que tan afanosamente vende Milei y se séquito de entregadores es más de lo mismo de lo que ya vivimos. Por eso nunca dicen que por más que la economía del país pueda crecer, el pueblo trabajador siempre se ha empobrecido.
A pesar de las dificultades, a pesar de la gran distancia que nos llevan en el terreno ideológico, la clase obrera y el pueblo argentino no dejan de ir al frente en sus luchas por mejores condiciones de trabajo y de vida, desconfiando mucho mucho de los sindicatos y de cualquier discurso con tintes proselitistas. Parte de ese proceso es lo que venimos reflejando en la sección de nuestro periódico El Combatiente (“El abajo que se mueve”), mencionando brevemente la sucesión de luchas obreras que se vienen dando en estos meses. Porque ya se sabe que de discursos no se vive, y de promesas menos todavía.
Lo único que puede comenzar a cambiar esta situación es la lucha y la movilización de las masas, golpeando allí donde les duele a los verdaderos dueños del poder y a sus gobernantes. Allí está la verdadera oposición a este gobierno y a los intereses que representa.
Aunque parezca burdo, el circo de la democracia burguesa es lo único serio que puede hacer la burguesía si el pueblo avanza en sus luchas por las conquistas sabiendo lo que es luchar.
Nos toca transitar una etapa marcada por la resistencia, en donde pueden presentarse sinsabores y no viene “todo para adelante”. Pero cuando las ideas revolucionarias comienzan a pesar en diferentes sectores de nuestra clase –no de forma masiva pero sí de forma consecuente- el camino para avanzar en unidades de base concretas y de organizaciones independientes está trazado.
Sabemos lo que es luchar, lo que es la explotación, sabemos lo que es un salario de hambre, sabemos cuánto cuesta la canasta familiar; como también sabemos que el aumento que se logra con una mano, la burguesía nos lo quita con la otra a través de la inflación.
Pero es, precisamente en esta confrontación, en donde la clase obrera, los asalariados y el resto del pueblo, vamos ganando terreno para quebrantar la correlación política de fuerzas que nos colocará en condiciones superiores para futuras batallas.
Ese es el camino sin retorno que debe tomar nuestra clase obrera, contraponiéndose definitivamente a cualquier opción de la democracia burguesa que propone siempre más gobierno de los monopolios.

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