Amilcar Santucho, “el viejo”


El 17 de julio de 1995 se apagaban las últimas fuerzas de nuestro querido compañero. Pasaron ya 29 años.

Un apodo necesario, «el viejo» como lo llamábamos, imponía respeto con su sola presencia.

Tenía una sabia combinación de inteligencia y sabiduría, cuestiones que las aplicaba indistintamente en el Partido.

Era un comunista con convicciones profundas, formado en el Marxismo Leninismo, teoría revolucionaria que facilitó su inquebrantable devoción por la revolución.

Al “viejo” lo asociamos rápidamente a su papel en la reconstrucción del partido, aunque no olvidamos su accionar destacado en las tareas del partido que le fueron encomendadas a lo largo de su militancia. Es más, había que apoyarse en ese pasado inmediato de Amílcar para comprender sus ideales intactos para reconstruir nuestra fuerza golpeada por una derrota trascendente.

Cárcel, exilio y militancia, donde se lo encontrase.

Amílcar se puso al frente del desafío histórico en donde encontraba un eco favorable de una militancia de profundas convicciones generadas desde el enfrentamiento a la clase dominante.

El “viejo” se abocó a esa tarea constructiva y facilitó que el potencial existente de fuerzas se fuera consolidando en un largo camino, pero en medio de una ofensiva ideológica de la burguesía que aún hoy pesa en la clase obrera y en el proletariado y el pueblo.

Ese “viejo” es recordado en nuestras filas cuando hoy las generaciones actuales han recibido enseñanzas y anécdotas de la lucha política, de su ejemplo cotidiano.

Amílcar contagiaba confianza en la revolución, su optimismo era propio de los revolucionarios comprometidos con el futuro de la humanidad.  Y en ese caminar tan complejo de la época, nuestro partido pudo ir asimilando que su reconstrucción era trascendental para sostener la llama de la revolución socialista.

Hoy nuestro pueblo está dando muestras de resistir y a la vez va brindando nuevos revolucionarios y revolucionarias que abrazan las filas de nuestro partido y de otras organizaciones que aspiran a cambios revolucionarios. El “viejo” dejó ese legado siendo puntal en ese proceso de reconstrucción de una herramienta estratégica que hoy usamos a discreción, en el trabajo gris y cotidiano entre las masas oprimidas y explotadas.

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