Comprender a fondo la situación para elevar la lucha política


La etapa de resistencia que atraviesa la lucha de clases aumenta su complejidad y sus particularidades, al ritmo del ataque despiadado que el capital está descargando sobre la clase obrera y el pueblo.

Si bien es cierto que las dificultades para sobrellevar la realidad aplastante que impone la realidad económica y social es una constante de todos los últimos gobiernos, en los siete meses del gobierno mileísta las mismas se han acrecentado sensiblemente.

La lucha por la vida, que en millones de compatriotas es apenas la lucha por sobrevivir, provoca que amplias masas de la población sólo puedan y deban ocuparse de esa situación. Los problemas para solventar la comida, la educación, la salud, la ropa y el calzado, los servicios públicos, los alquileres, los impuestos de todo tipo, el transporte y todo lo que se le quiera agregar, provocan la exigencia de jornadas laborales agotadoras, muchas veces por la necesidad de tener más de un trabajo o de “changuear” para redondear un ingreso que ni así alcanza a cubrir las necesidades básicas.

El agravamiento de esta situación que viene de largo genera un impacto anímico y emocional que va de la bronca a la incertidumbre, pasando por la desazón, el acostumbramiento; la apatía y la rabia combinadas que van macerando un estado de ánimo y de combatividad cuya principal característica son los altibajos. Momentos de mucha quietud dan paso a momentos en los que se multiplican los conflictos por cuestiones de toda índole.

La burguesía monopolista, consciente del peso y gravedad de su crisis política y económica mundial y nacional, y consciente también de la realidad que describimos, ha tomado la decisión política de aprovechar este período para incrementar el ataque contra las masas trabajadoras. Y, en particular contra su enemigo acérrimo, la clase obrera.

La intención de disciplinar políticamente a la clase de vanguardia es la forma que adopta la guerra de clases en esta etapa, como condición para que la clase dominante logre un campo desbrozado que le permita atenuar su crisis y alargar su dominación. Esa guerra de clases lo que se propone es, ni más ni menos, que la derrota política de la clase obrera. Una derrota que no sólo quiebre la voluntad de enfrentamiento sino que, además, permita un largo período de “paz social” en la producción como resultado de que la clase obrera termine convencida de que el único camino a transitar es el que le propone (o le permite) su clase enemiga.

De eso hablamos cuando afirmamos que el disciplinamiento político es el principal objetivo de la burguesía en esta etapa de la lucha de clases.

Para ello echa mano a la extorsión de la crisis vía despidos, suspensiones, retiros anticipados, achatamiento del salario, aumento de la productividad, lock out patronales (como los de Fate y Bridgestone), ataque al derecho de organización y de lucha, etc. Toda una actitud de clase que se propone avanzar lo más posible en esta etapa.

Ante esta embestida del poder burgués la resistencia no ceja, con los vaivenes que mencionábamos más arriba. A pesar de los condicionamientos que impone la realidad a la hora de la lucha y de la organización, la etapa de resistencia no muestra retrocesos significativos que permitan concluir que la clase acepta sumisamente la realidad, que agacha la cabeza y, de esa manera, facilita los planes de la burguesía.

Una caracterización de resistencia implica que un contendiente es más poderoso que el otro, que existe en la práctica una disparidad de fuerzas, que ello conlleva estudiar y elegir el terreno para presentar las batallas a los fines de hostigar al enemigo a pesar de la inferioridad. Allí está la diferencia cualitativa entre el accionar de la burguesía y el de la clase obrera. La primera, como dijimos, es consciente de la situación y de la táctica política que despliega; la clase obrera todavía actúa por reacción ante el ataque enemigo, defensivamente y (lo más importante) sin una consciencia política plena del momento de lucha que se atraviesa y las necesidades que se desprenden para abordar las batallas venideras.

Existen sectores de la clase obrera, minoritarios, que comienzan a comprender este fenómeno, esta necesidad de actuar con una táctica en el terreno político, un plan de acción e iniciativas que muestren y ejerciten el nervio de la incipiente organización lograda, proponiéndose actuar como clase desde sus intereses y sabiendo que enfrente está su clase enemiga, esa que no sólo explota y se apropia todos los días del fruto de su trabajo sino que también explota y oprime al conjunto del pueblo trabajador para, a partir de allí, iniciar un camino de unidad política entre la clase y desde la clase a los demás sectores populares.

Aun minoritarios, aun con un grado de conciencia que necesita más maduración, nuestro partido considera que esa es la llave que permitirá abrir las puertas de una nueva situación. Dotar a esos núcleos activos de toda la ideología y la política revolucionarias para que las obreras y obreros que se vayan sumando a los mismos ejerciten el papel político por sí mismos; que sumen nuevas fuerzas; que lleven las ideas y la política de cambio social a otras capas de la población; que se vaya entendiendo en la práctica el papel de la clase obrera organizada desde las bases en función de forjar esa unidad política indispensable para enfrentar la política del enemigo. En simultáneo, otros sectores del pueblo irán profundizando también su experiencia de lucha y organización lo que será un marco próspero para alimentar la lucha de clases.

La acumulación de fuerzas que vayamos logrando a cada paso debe estar guiada por este objetivo estratégico.

En esa perspectiva deben estar puestos los esfuerzos fundamentales en este período, esfuerzos que son el más eficaz antídoto para que el enemigo burgués no logre el cometido de derrotar a la clase obrera, al mismo tiempo que permitirá ampliar las bases de una alternativa de poder revolucionaria la que, en el medio de la peor crisis que conoció el capitalismo en nuestro país, amplifica su ausencia al mismo nivel que su necesidad histórica.


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